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10 de Agosto de 2016

Necesidades de la Empresa

Aprovecho estas líneas para despedirme y contarles que no dije adiós porque no me lo permitieron. El ingeniero, que no me conoce, habrá pensado que yo podía hacer un escándalo o una pataleta al aire. Ahí se acordó que sí soy una persona y no un simple número.

Por Alejandra Valle
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Alejandra Valle es Porteña for ever, esté donde esté. Guachaca con o sin corona. Periodista en casi todos los medios escritos y televisivos del país. Amo escribir, hablar y cantar. Está claro, ¿no?

Es el famoso artículo 161 del Código del Trabajo. Ese que le permite al empleador echarte sin mayor razón que “necesidades de la empresa”. A pesar de que tú hacías tu trabajo, a pesar de que en lo que a ti respecta has cumplido con lo encomendado y los logros impuestos, a pesar de que tenías la camiseta puesta y te llevabas bien con los compañeros. Había que ahorrar. Y ¿quiénes se van? Cualquiera, el que entre dentro de las cifras que un ingeniero decidió que calza, porque él te ve como un número, no una persona.

Me pasó el viernes pasado. No era la primera vez. Claro que ahora no lloré a mares como ese día a fines de los 90 cuando estaba comenzando en el periodismo y había apostado a un solo caballo. Esta vez estaba mejor preparada, con los huevos puestos en distintas canastas y con el cuero de chancho y la confianza de saber que no era por mi desempeño antes de que me lo dijera mi jefe directo, el director de Radio Candela porque, seamos honestos, en ese momento las palabras importan bien poco y la sensación de injusticia es inevitable. Ahí el ego juega un papel importante para bien y para mal. Para evitar la frustración y tratar de ver el momento como una oportunidad. Intentar que el miedo no te venza.

No es fácil lograr que el pánico no cunda. Mientras escribo estas líneas la industria sigue con sus despidos masivos. En la radio que pertenece al exitoso Mega fuimos 7 personas, pero para esa pequeña empresa el número es muy significativo. Éramos prácticamente la mitad. Además durante esta semana echaron algunas decenas trabajadores de TVN y más de 50 de Chilevisión y dicen que se vendrán más. Es inevitable que la sensación de inseguridad laboral se apodere de hombres y mujeres chilenas y chilenos. De la industria de los medios de comunicación que es la que yo conozco. Pero también de la metalúrgica, la minera y tantas más porque cuando los empresarios dicen que la cosa está mal, hay que ahorrar y eso no significa bajar el sueldo de directores y gerentes, eso significa contratar un ingeniero que verá en ti a un número que hay que restar para dejar a la empresa funcionando con el menor costo posible.

Sin embargo, los que hacen exitosa a una empresa no son números, son personas, personas que se manejan con conocimientos, sí, pero sobre todo con emociones. Tuve una interesante conversación con el investigador chileno Sergio López Bohle, quien ha dedicado su carrera al área de los Recursos Humanos. Y él publicó hace poco en la importante revista científica norteamericana The International Journal of Human Resource Management, un paper en el que investiga los efectos de los despidos masivos en los trabajadores que se quedan en la empresa. La sensación de incertidumbre laboral podría ser un factor clave en el buen desempeño de quienes se quedan por el miedo a perder el trabajo. Mas la conclusión de este estudio, realizado en 615 trabajadores de diversas organizaciones, indica lo contrario, es decir, que a mayor incertidumbre laboral, menor es el desempeño. ¿Por qué? Eso es materia de la segunda parte del estudio, pero habiéndolo vivido varias veces en mi vida de trabajadora, desde la visión del que se va, del que se queda, incluso del que tiene la compleja misión de despedir, podría decir que los trabajadores nos sentimos traicionados, agobiados y quedamos con una sensación de que aunque cumplamos nuestro deber, podríamos ser el próximo simple y llano número para restar costos.

Me pregunto si alguno de esos ingenieros que contratan para hacer “asesorías” (o sea, despedir gente) evalúa como una variable de esta decisión, que un despido masivo puede ser contraproducente para la empresa. ¿Se acordarán alguna vez que quienes hacen una compañía son personas? ¿Que quienes compran sus productos son personas? ¿Quienes consumen radio o televisión son personas? ¿Y que aunque los seres humanos nos acostumbramos a lo adverso, también castigamos a quienes sentimos han hecho daño?

Cuesta creer que sea una variable que evalúan. O al menos a mí me cuesta creerlo hoy, cuando ya ha pasado una semana desde que se acabó Quién Lo Diría, una semana sin hacer el programa de radio que me dio el privilegio de acercarme a la gente que hace este país día a día. Taxistas, garzones, enfermeras, dueñas de casa, obreros, empleadas domésticas, estudiantes, camioneros, mamás, papás, casados, solteros, conservadores, liberales, religiosos y no tanto, pasaban por el programa para entregar su visión sobre las problemáticas del país, las decisiones de los políticos, la moral de los chilenos y chilenas, sus anécdotas a veces muy privadas y todo siempre teñido de risas y diversión, porque aunque habláramos de problemas somos chilenos, nos encanta el hueveo. Los extrañaré. Así como extrañaré las tallas de mi compañeros, el malhumor del jefe y las entrevistas a grandes músicos tropicales de este país y del extranjero. Aprovecho estas líneas para despedirme y contarles que no dije adiós porque no me lo permitieron. El ingeniero, que no me conoce, habrá pensado que yo podía hacer un escándalo o una pataleta al aire. Ahí se acordó que sí soy una persona y no un simple número.

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