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6 de Febrero de 2017

El conveniente e inexistente discurso de Cathy Barriga

"La alcaldesa es la mezcla perfecta para una derecha que intenta llegar nuevamente al pueblo con el cariño conservador de una madre, combinado con la exigencia de respeto hacia lo femenino sin asumir una postura feminista que la aleje del canon establecido por su sector".

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

De pronto Cathy Barriga se convirtió en un personaje político. Hoy ya no es más la bailarina de Mekano que se movía al son de las muchas veces humillantes instrucciones de Alex Hernández, sino que es una alcaldesa que ganó holgadamente las últimas elecciones municipales cuando pocos creían en ella y su mensaje. Siendo tal vez la figura más popular de la derecha a nivel de municipios, por lo que se  siente con la autoridad para mostrarse enojada, criticar a quienes la critican y hasta reclamarle a su ex canal, Mega, por burlarse de ella en una escena de una teleserie.

Actualmente Cathy no es aquella mujer que debía exponer sus relaciones en un programa de casi tres horas para ganar algunos pocos pesos que complementaba con shows discotequeros. Ahora ejerce el poder y se indigna, siempre “dulcemente”, cuando lo estima conveniente, sin temerle al temperamento de chorreados directores y productores, ni menos a perder uno que otro evento según la actitud demostrada en pantalla. Hoy Cathy es otra y la misma dependiendo de la situación.

No fue “puesta por Lavín”, como señalaba el libreto del drama nocturno que la ofendió, sino que, al contrario, logró revitalizar la política “lavinista” fácilmente, proponiendo medidas estéticas, mientras que por otro lado iba mostrando cierto poder al momento de tomar decisiones que terminaran con todo vestigio de la administración anterior.  Todo esto sonriendo y endulzando con corazones su gobierno comunal. Tratando en todo momento establecer soterradamente los nexos entre la ex figura de televisión y la política, haciendo como si lo dijese todo cuando realmente no quiere decir nada que empañe el rostro  de su mandato.

Cathy Barriga es la mezcla perfecta para una derecha que intenta llegar nuevamente al pueblo con el cariño conservador de una madre, combinado con la exigencia de respeto hacia lo femenino sin asumir una postura feminista que la aleje del canon establecido por su sector. Ella no quiere incomodar, sólo quiere que no la incomoden, que nadie se trate de explicar la razón por la entró al servicio público, porque eso revelaría un pensamiento, algo así como una ideología, lo que hoy está lo suficientemente mal visto como para arriesgarse aunque sea un poco.

La ex chica Mekano es la esperanza disimulada por los grandes coroneles de la UDI, sobre todo hoy con un Joaquín Lavín cada vez más inexistente. Es la mujer que logra establecer una comunión entre el pasado televisivo y el presente señorial, alejado de las mini faldas y más cercano al orden de aquellas familias, como a la que ella logró entrar, que por años lograron transformar el “sentir popular” en la despolitización de la ciudadanía.

La mujer rosa es el vehículo para seguir enarbolando la bandera de “los problemas reales de la gente” gracias a su tono tierno y algo meloso, el que a muchos les recuerda sus pasos cuando bailaba al ritmo de ese sonido que sólo quiere recordar en algunos momentos, mientras que en otros prefiere olvidarlo y hasta condenarlo.  Y el reclamo contra Mega es una gran muestra de ello, porque ese texto de la teleserie, en el que un personaje se burlaba de sus capacidades como alcaldesa, no era más que el producto de lo que ella y ese mismo canal construyeron por años: su imagen de mujer ligera y manipulada. Lo que, en parte, no totalmente, la hizo ganar el cargo que hoy ejerce. Y así ser la gran revitalizadora del añejo discurso de su suegro.

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