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17 de Abril de 2018

No hay oposición, Piñera está jugando solo

¿Es eso solamente culpa de los nuevos habitantes de La Moneda? Claramente no, ya que la centroizquierda fue incapaz de hacer algo al respecto para que el famoso legado se perpetuara y quedara establecido en la institucionalidad. Lo que resultó en que, lamentablemente, este tenga la consistencia de una torre de naipes.

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Columnista.

La oposición no existe. No hay nada a lo que uno pudiera referirse como “la coalición opositora” o algo semejante. Es cierto, supuestamente el Frente Amplio es lo más cercano a eso, pero cierto también es que no lo han demostrado; por el contrario, se han dedicado a pelear por las cámaras y a enviarse mensajes por la prensa antes que acordar un camino claro a seguir.

Pamela Jiles le pega a Gabriel Boric y este se dedica a discutir con diputadas de un Partido Comunista que, por la concordancia en ideas con las jóvenes filas de la colectividad, debería ser más un aliado que un contrincante. La discusión se debió a que las parlamentarias Camila Vallejo y Karol Cariola cometieron el principiante error de escribir en Twitter lo que podrían decirle al diputado en privado en una reunión estratégica. Pero esas reuniones no existen.

¿Por qué comenzó todo este lío? Pues porque Sebastián Piñera y los suyos aprovecharon la frágil situación actual de la ex Nueva Mayoría y la desordenada y joven especie de conglomerado. El gobierno citó a integrantes de algunos partidos y movimientos de la otra vereda para así dejar en evidencia que en ella no hay una forma clara de afrontar los discursos fáciles de “unión” y “consenso” con los que Chile Vamos intenta imponer su agenda ideológica en temas como seguridad e infancia.

Mientras algunos corrieron a ser parte de estas curiosas comisiones para así quedar bien en la historia patria antes que pensar en su sector, otros se quedaron en una orilla refunfuñando y creyendo que así podrían evitar el show comunicacional de La Moneda. Cada opositor velaba más por lo que creían que era lo correcto antes que trabajar en pro de un proyecto en común. Y así no se construye nada.
¿Ganó Piñera de nuevo? Al parecer sí, pero lo hizo como siempre lo ha hecho: aprovechando las debilidades del adversario, y no porque tenga muchas habilidades o virtudes. Sólo especuló y ganó. Hizo lo de siempre y esta vez le achuntó, terminando de despedazar a una masa opositora que está desparramada por todas partes buscando los pedazos para poder ponerse a pensar primero si es que quiere reconstruirse.

Pero tal vez lo peor es que no hay ningún indicio de que esto se solucione. No hay empeño más allá de hacer interpelaciones que no sirven de nada y quedarse sentado mirando cómo la nueva administración desarma todo lo que había armado la de Bachelet.

¿Es eso solamente culpa de los nuevos habitantes de La Moneda? Claramente no, ya que la centroizquierda fue incapaz de hacer algo al respecto para que el famoso legado se perpetuara y quedara establecido en la institucionalidad. Lo que resultó en que, lamentablemente, este tenga la consistencia de una torre de naipes.

¿Qué hacer al respecto? Pareciera que lo más sensato es establecer que los objetivos son más importantes que las entendibles diferencias. ¿Pero cuáles son los objetivos? ¿Se quiere llegar al gobierno por cuatro años o, de una vez por todas, hacer transformaciones consistentes a una hegemonía discursiva e ideológica sobre lo que es Chile? Estas preguntas deberían tener luego respuestas y así unir a la izquierda y a lo que llamamos progresismo tras una misión. Si eso no sucede, tendremos a un Piñera y una derecha triunfantes, jugando un partido sin contrincantes, por mucho tiempo.

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