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17 de Enero de 2020

Constitución y expectativas: siempre se puede estar peor

"Es prudente pensar que los males de la sociedad chilena no se deben a su Constitución, sino que dicha Constitución es la contención de muchos".

Por Rodrigo Pablo
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Rodrigo Pablo es Abogado Universidad Católica.

Con el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, la crisis que se vivía en el país desde el 18 de octubre tuvo su primer fruto político concreto y cambió su foco desde las urgencias sociales que le habían dado sustento hacia un conflicto político y jurídico acerca de la organización del poder en la sociedad, cuyo es el fin de una constitución. Sin embargo, a pesar de que el foco del conflicto se aleja de las urgencias sociales, el cambio constitucional parece generar grandes expectativas en la población.

Por mi parte, no soy optimista acerca del futuro, pues este proceso ha golpeado de forma violenta las dos bases que aseguran un efectivo respeto de los derechos humanos: el respeto a la ley y el desarrollo económico. En efecto, por un lado, se ha debilitado la idea misma de legalidad y de respeto a las autoridades democráticas, y estas mismas han sido incapaces de cumplir con su deber de mantener el orden público y defender con ello los derechos básicos de todos los chilenos. Por otro, se ha generado y se seguirá profundizando un retraso económico, que si bien aún no es una recesión ya golpea a miles de chilenos que ven su situación laboral precarizada, así como a las arcas fiscales que se ven reducidas para poder proveer los bienes sociales (educación, salud, pensiones) por los que muchos chilenos salieron a la calle en primer lugar.

Estos dos factores, respeto por el derecho y una economía sólida, han sido identificados como los fundamentales para tener constituciones que sean respetadas y puedan cumplir lo que ofrecen a los ciudadanos. Si ellos no están presentes hay altas probabilidades de la constitución derive un texto muerto, incapaz de asegurar los derechos en ella consagrados e incapaz de controlar a los grupos que se imponen por la fuerza.

Esto es un quiebre con nuestra historia reciente. Hasta ahora Chile ha mostrado un buen desempeño en cuanto al aseguramiento de derechos se refiere cuando se le compara internacionalmente. Asimismo, desde los años 80 del siglo pasado hasta el día de hoy se ha mostrado una mejoría constante en cuanto a desempeño educacional, provisión de salud, pensiones, calidad de las viviendas, transporte público y calidad de vida de los chilenos. Se trata de cambios graduales (más lentos de lo que se quisiera) que han sido posible gracias a la estabilidad del país que ha permitido a muchos trabajar por ellos mismos y los demás.

Sin embargo, las actuales circunstancias han terminado con esa estabilidad y en lugar de conducir por las tan añoradas mejoras, parecen prometer un estancamiento y el desborde de las pasiones políticas. En este sentido, creo que es prudente pensar que los males de la sociedad chilena no se deben a su Constitución, sino que dicha Constitución es la contención de muchos.

Por lo anterior, es importante que morigeremos las expectativas de cara a la elección de abril. Así podremos entender mejor lo que se está debatiendo, que una constitución llena de derechos no necesariamente se llevará a la práctica y que sea cual sea el resultado deberemos trabajar duro para poder hacer progresar nuestro país. Además, pensar en esto nos ayudará a juzgar las intenciones de los voceros del cambio constitucional y pensar que quienes lo defienden no necesariamente tienen el bien de los chilenos en mente. Esto último salta a la luz cuando está bien documentado que los países que más derechos aseguran son generalmente los que menos cumplen; que los países que más cambian sus constituciones son los menos democráticos, y que en aquellos lugares donde la negociación política se lleva adelante mediante el uso de la fuerza, la Constitución poco pueden hacer para asegurar el respeto de la vida de los ciudadanos (Law y Versteeg, 2013).

De cara a los grandes cambios, hay que recordar que siempre se puede estar peor.

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