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4 de Abril de 2022

Quedarse con el ruido o valorar el silencio

Es lamentable que un acto opuesto al arte, a lo civilizado y positivo, opacara un momento lleno de inclusión y humanidad, pedagógico e inspirador. Y es elocuente lo mal que lo hacen los medios amplificando lo negativo y minimizando lo bueno. En parte, por eso, estamos como estamos. 

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Si una estrella de cine internacional, un actor supuestamente brillante y talentoso, se descontrola frente a un chiste fome, qué podemos esperar de los que se están formando.
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Lo sucedido en la ceremonia de los Oscar 2022 el domingo antepasado con la sonora cachetada que le estampó en la cara el actor Will Smith al comediante Chris Rock y sus vociferantes amenazas posteriores, demuestran vívida y ruidosamente cómo la tontera, la incontinencia verbal, las actitudes destempladas se imponen sobre todo lo bueno y positivo. 

Y después nos quejamos de la violencia escolar, de los problemas de convivencia en los colegios, del acoso, el bullying, las funas, la violencia más brutal que vemos entre niños y adolescentes. Si una estrella de cine internacional, un actor supuestamente brillante y talentoso, un adulto famoso, un hombre hecho y derecho, se descontrola frente a un chiste fome y de tono menor, por más que aludiera a una condición de salud de su mujer, qué podemos esperar de los que se están formando. 

Esa misma noche, pocos minutos antes, todo el mundo vio –no oyó, porque es mudo y se expresa en lengua de señas– a Troy Kotsur agradecer a la Academia por el premio al mejor actor de reparto que logró por su interpretación de Frank Rosi en “CODA”, filme que obtuvo el Oscar a la mejor película. “Mi padre era el mejor en interpretar lenguaje de señas, hasta que un día sufrió un accidente y quedó paralizado del cuello para abajo y no pudo hacerlo más. Papá, aprendí mucho de ti, tú eres mi héroe”, expresó Kotsur, levantando al cielo la estatuilla del Oscar. 

Eso, mientras los invitados a la ceremonia de la 94a. versión de los premios aplaudían sin sonido, sólo agitando las manos. Fue un momento mágico, en el que muchos pudimos aquilatar el universo expresivo contenido en quienes no tienen audición y cuánto nos dignifica a todos la inclusión y visibilización del otro y sus circunstancias. Y, al mismo tiempo, cuánto más meritorio es que un hombre sordo con una discapacidad expresiva objetiva logre ser “oído” y “visto” a nivel mundial por su capacidad de expresión. Ese, sin duda, fue el pasaje más alto de la ceremonia. 

“CODA”, Troy Kotsur y el resto del elenco, que incluye a otros dos actores sordomudos –Marlee Matlin y Daniel Durant–, son parte de una obra artística, profundamente humana, que no merecía ser opacada por el exabrupto de un actor parlante y enajenado. 

Para quienes no saben de qué se trata la película: Ruby, una joven notablemente dotada para el canto, es la única persona oyente en su familia. Vive en una casa sencilla con su padre, madre y hermano mayor, todos pescadores, pobres y sordos. Ruby es una CODA, sigla en inglés que corresponde a Children of Deaf Adults; es decir, hijo/a de padres sordos, pero Ruby es sobre todo el puente que vincula a su familia con la comunidad. 

He conocido muchas situaciones semejantes; en Chile abundan los casos en que una cuidadora –normalmente son mujeres– debe velar por su familiar o familiares desvalidos, por discapacidad mental o física, del tipo que sea. Recuerdo a Floridema, una mujer mayor, recolectora de algas, que cuida a su hija con retardo intelectual y viven juntas con vista al mar en medio de una pobreza impresionante en Ancud. 

Troy Kotsur es un símbolo esperanzador y positivo. El director del filme, Sian Heder, dijo de él: “Su ASL (American Sign Language o Lenguaje Americano de Señas) es creativo y realmente hermoso”, entendiendo e incluyendo a través de este reconocimiento a toda una comunidad de personas que necesitan acceso a un medio social con lengua de señas, servicio de intérpretes y cultura de lo que significa la sordera, y que es extensible a todo tipo de discapacidad con sus necesidades específicas. 

Es lamentable que un acto opuesto al arte, a lo civilizado y positivo, opacara un momento lleno de inclusión y humanidad, pedagógico e inspirador. Y es elocuente lo mal que lo hacen los medios amplificando lo negativo y minimizando lo bueno. En parte, por eso, estamos como estamos. 

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