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5 de Diciembre de 2022

Asfalto o riel

Hoy tenemos seis millones de vehículos motorizados en Chile, casi el doble que hace diez años; pero la capacidad de rutas, la ampliación de carriles en ellas es apenas perceptible. 

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Atraer inversiones a largo plazo - cuyos costos en realidad pagarían los usuarios – debería ser el propósito y la tarea del Gobierno. AGENCIA UNO/ARCHIVO.
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Si miramos en profundidad las consecuencias del reciente paro de camioneros, nos podemos dar cuenta cuán frágil es nuestro sistema de suministros, qué delicado el sistema de transportes y circulación en general en el país proporcionalmente más largo y angosto del mundo. 

La construcción y ampliación de carreteras –parte de la ruta Panamericana, la 68, la 78 y después la L-30-M – comúnmente llamada de Itata – de Talca  a Constitución promovidas durante el gobierno de Ricardo Lagos, constituyeron el mayor avance en la historia chilena de comunicaciones camineras. También fue el mayor ocaso de los ferrocarriles y cambio radical de sistema de transporte de cargas y personas.

En los lustros posteriores el aumento de la población, el explosivo crecimiento de la clase media y la consecuente multiplicación tanto del parque automotor particular como de transporte de cargas y pasajeros, superó con creces la ampliación de rutas existentes y la construcción de nuevas y alternativas, dejando hoy el país en un crítico déficit caminero. 

Hoy tenemos seis millones de vehículos motorizados en Chile, casi el doble que hace diez años; pero la capacidad de rutas, la ampliación de carriles en ellas es apenas perceptible. Para colmo de males, la expansión de la Región Metropolitana, la centralización de la población en ella – hoy casi 40% del país – pone la guinda en la torta del caos que ya está presente. Cada fin de semana largo se hace atroz para los centenares de miles de autos y millones de personas que quieren salir de – y después entrar a – ella, produciendo tacos de horas, innumerables accidentes, saturación de trabajo para la autoridad de tránsito y contaminación ambiental sin precedentes.

Y ahora vienen las vacaciones… El infierno se repetirá cada quincena con el intercambio de turnos de turistas. La flota de camiones no se puede disminuir para aliviar estas saturaciones, porque el suministro de absolutamente todo depende mayoritariamente de ella. Ese hecho entrega un poder casi único a los sindicatos de camioneros, sin tener en cuenta la gran cantidad de independientes. Su exigencia de bajar el precio de combustibles es contradictorio a la inflación en un país que importa la totalidad del petróleo y sus derivados; incumplible por el aumento del precio internacional.

Lamentablemente, no hay solución inmediata, ni siquiera a corto plazo para los inmensos problemas que la situación presenta; problemas que aumentarán día a día. Los remedios son muchos, pero ninguno disponible mañana: ampliación de carriles en las carreteras existentes; construcción de una autopista norte-sur alternativa a la Ruta 7; incremento sustancial del transporte ferroviario mediante la recuperación de vías abandonadas y la construcción de nuevas (el sueño de Boric del ferrocarril Arica-Punta Arenas, el tren de alta velocidad Santiago-Valparaíso-San Antonio, etc.); muchos proyectos y ninguno realizado.

Chile, además, no está hoy con una caja fiscal para enfrentar el desafío, para implementar las necesarias y aceleradas soluciones. La quizás única vía sería una serie de licitaciones internacionales para lo mencionado en el párrafo que precede. Atraer inversiones a largo plazo – cuyos costos en realidad pagarían los usuarios – debería ser el propósito y la tarea del Gobierno. Para hacer atractivos tales financiamientos es imprescindible presentar condiciones ventajosas a los capitales interesados.

El plan general debería proponer un cambio sustancial de la dependencia rutera a la de rieles. Eso, como beneficio adicional, acarrearía la disminución del uso de combustibles fósiles y la contaminación que producen, además del explosivo aumento ocupacional y la facilitación de traslados en esta “larga y angosta franja de tierra”.

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