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7 de Julio de 2015

Alejandra Matus, autora del libro La Señora: "El exceso de emocionalidad paraliza la capacidad ejecutiva de la Presidenta"

A través de su primera novela de ficción, la periodista se inmiscuye en la intimidad de las mujeres que llegaron al poder en Chile bajo el alero de Michelle Bachelet. Mujeres que en política" se les exige más en comparación a los hombres", dice Matus en alusión al caso Dávalos y que afectó a la imagen de la Mandataria. Cómo actúan en política, cómo deben sortear los vaivenes y los azotes de la crisis actuales reflexiona en entrevista con El Dínamo.

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Cuando Bachelet llegó a La Moneda en 2006, Alejandra Matus era dueña de reconocidas investigaciones periodísticas que develaban el uso -o abuso- de poder en Chile. No por nada tuvo que vivir dos años en Estados Unidos luego de escribir El libro negro de la justicia chilena debido a que el texto fue censurado en el país. La razón: En él hablaba de un tema que para muchos resultaba incómodo: El comportamiento del Poder Judicial en tiempos de dictadura.

Y una vez que asumió la primera Presidenta mujer, Matus dio un giro y trabajó como jefa de prensa de Osvaldo Andrade, en ese entonces ministro del Trabajo. Desde esa vereda, la periodista comenzó a explorar la idea de hacer una novela que retratara la promesa de cambio que traía consigo Bachelet. El resultado fue “La Señora”. Y aunque la protagonista del libro no es la Presidenta, sí lo son aquellas mujeres que llegaron a gobernar con ella, aquellas que llegaron con un impulso transformador, aquellas que creían que si las mujeres llegaban al poder otro gallo cantaría. Pero que finalmente sucumbieron ante los inexorables vicios de la política.

-¿Por qué una periodista de investigación decide hacer una novela de este tipo?

-El periodismo de investigación es algo que uno hace, no lo que uno es. No he pensando que voy a dejar de hacerlo, si no que eso va por un carril distinto y aventurarme en la ficción es riesgoso porque no es mi zona de confort, pero es algo que siempre tuve anhelo de hacer.

-¿Qué tan basado está en el mundo que rodea a Michelle Bachelet?

-Está basado en la realidad y en particular en los hechos relacionados con el gobierno de Bachelet. En el primero y también cosas que se repiten en el segundo. Por ejemplo el círculo de amigas, aún cuando ha ido cambiando está siempre ahí presente, la caída de los leales, el rumor de que quería renunciar. Pero yo no conozco al círculo íntimo de Bachelet, no lo reporteé, no es una investigación periodística como lo he hecho en otras ocasiones, si no que es un ejercicio de imaginación.

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-¿Pero no se genera una especie de doble juego para el lector?

-Puede ser que el lector intente jugar a adivinar quién es o si esto ocurrió o no, pero es lo que a mí me pasa con la lectura de cualquier ficción. Lo que piensa el personaje que no existe, obviamente que es ficción. Yo sí creo que responde a una realidad común conocida para todas las mujeres, en especial para las mujeres de cierta edad, por lo tanto se hace verosímil.

-Te refieres a cuando las mujeres entran a los 50…

-A una mujer madura que lleva décadas de liberación, que es una mujer que está en una transición de todas las cargas del machismo, de la crianza tradicional  y mujeres que han entrado al mundo público y que han tenido una participación política desde su juventud.

-“Si las mujeres llegábamos al poder otro gallo cantaría”, dice una frase del libro. ¿No es una idealización eso? ¿Por qué las mujeres en política serían mejores per se y estarían exentas de caer en los vicios del poder?

-Eso es lo que plantea una de las protagonistas, pero en la trama eso se cuestiona y puede ser el resultado contrario. Yo no creo que por ser mujeres otro gallo cantaría.

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-Las mujeres de la novela se sienten incómodas cuando llegan al poder, mientras que a los hombres se les ve maquinando. ¿Las mujeres en política no maquinan acaso?

-La protagonista parte muy idealista y después se hace parte de las maquinaciones porque es inevitable, porque el poder tiene sus lógicas y formas de operar. La trama del libro es ver cómo se produce esa transformación y cómo las piezas que no encajan en ese sistema van siendo expulsadas porque esa rueda del poder se mueve con sus lógicas propias. Los hombres del libro llevan más tiempo y son más pragmáticos, en cambio las mujeres que son nuevas vienen con una ilusión de que van a poder producir el cambio y  eso es muy difícil. Eso calza con la realidad.

-¿No se puede si no acatar para entrar a esa sistema?

-Hay formas, pero eso implica el ejercicio del poder político colectivo, yo no creo que una persona con los mejores ideales, sea hombre o mujer, que entra al sistema puede cambiar la dirección de la rueda por sí solo. Cualquier esfuerzo de transformación necesita la coacción de muchas voluntades que ayuden a mover la rueda.

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-Esa incomodidad responde más bien a un tema de género o una confrontación entre la idealización con la llegada real al poder?

-Hay de las dos cosas. De esos conflictos se podrían aplicar a los hombres también. Yo me imagino que Giorgio Jackson y Gabriel Boric de alguna manera también en este momento pueden preguntarse si vale la pena estar en el Congreso, si se puede hacer una diferencia o si más bien vale estar desde afuera. Pero sumado a eso hay aspectos propios ligados al género: está el machismo encubierto, las reglas políticas siguen siendo súper masculinas y que afectan a la mujer todavía de una manera particular como lo son las presiones sobre el cuerpo, cómo comportarse, lo que se espera de ti, la imagen que proyectas. Los hombres la tienen más fácil en ese sentido.

-Michelle Bachelet era dueña de una imagen cercana, que genera confianza. ¿Esa proyección fue creada por los medios o se trata de un diseño comunicacional de su entorno para explotar esos atributos?

-Cuando uno piensa en el momento inicial en que Michelle Bachelet apareció en las encuestas, en el momento en que ella aparece en el tanque como ministra de Defensa, Lagos le imprimió a ella una identidad, queriéndolo o no. Esa imagen espontáneamente generó una identificación de gran parte de la sociedad porque estaba en un contexto de un gobierno del mismo signo que ella, pero súper masculino. Pero esa imagen, esa resonancia es súper espontánea, no creo que nadie haya podido planearla. Después, cuando se eleva en las encuestas y la campaña, probablemente ahí entran los asesores diciendo qué atributos van a estimular.

-Pero la imagen de la madre de Chile comienza después.

-Debajo de esa popularidad me da la impresión de que estaba el arquetipo respecto de ella de ser una buena madre, para el país y en su casa. Y cuando sucede el episodio Dávalos, es ese atributo el que sale dañado y todos nos comportamos como hijos decepcionados de esta mala madre. Lo que a mí me parece un juicio súper injusto porque los hombres no tienen que vivir respecto a su buena o mala paternidad, que no tiene nada que ver con su desempeño en política pero en el caso de ella está íntimamente ligado.

Michelle Bachelet

-Bachelet habla mucho desde la emocionalidad. Ella dice que le duele lo que pasó con Peñailillo, lo que pasó con su hijo, el resultado de las encuestas. ¿Este tipo de expresiones no merma en algo su capacidad de resolver los problemas?

-Me parece que sí, que a través de ella y de las ministras se ha aportado la dimensión afectiva a la política y me parece algo valioso, no es un desmérito. Pero creo que las mujeres también tenemos que aprender de los hombres, en el sentido que ellos viven su vida íntima afectiva en privado y tienen un personaje público que es el que toma las decisiones. Eso es un aprendizaje que no se ve en Bachelet.  Lo que uno percibe es que el exceso de emocionalidad  paraliza la capacidad ejecutiva de la Presidenta.

-Estos atributos blandos le trajeron muchos réditos en su minuto, pero ¿le están jugando en contra ahora? En el Estadio Nacional una mujer la encaró por la falta de seguridad y ella le dijo que a ella también le ha pasado, que a su hija le habían robado el celular la otra vez.

-Uno espera de los presidentes que asuman los problemas globales del país, que sepan priorizar. La acción del gobierno que ella encabeza debe ser capaz de ver cuál es la respuesta frente a la delincuencia o manejar aquellos estudios a los que ella debiera recurrir para responder más que su situación personal. Con todo el respecto a la situación que le pasó a su hija, no es una respuesta adecuada para alguien que tiene responsabilidad sobre 17 millones de personas y no solo sobre su espacio íntimo.

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-¿Se le exige más a una Presidenta en comparación a un Presidente?

Se le exige un comportamiento privado o íntimo que está a la par de su comportamiento público, cosa que con los presidentes, hasta ahora en Chile, yo no he visto que eso suceda. En el caso MOP-Gate nadie se metió en la intimidad de cómo  el presidente había sufrido en su familia el involucramiento su yerno. En cambio, con Bachelet todo eso está en la prensa. Son cosas íntimas respecto de lo cual nos sentimos con derecho a hurgar yo creo que es porque es mujer y tiene que dar cuenta de su conducta privada.

-Cuando la Presidenta dijo “terminemos con la lesera” por la ausencia de un ministro fue tomado como un exabrupto. ¿Si lo hubiera dicho Ricardo Lagos se habría leído de la misma forma?

-Ricardo Lagos dijo muchas cosas similares, siempre retaba a los periodistas. Y ese era un atributo que se respetaba en él, que Lagos fuera fuerte, que pusiera en regla a los partidos. Probablemente no fue apropiado decir “cortemos la lesera”, como tampoco lo sería por parte de Lagos, pero estoy segura que la reacción sería distinta, como él golpeando la mesa.

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-En la novela se dice que la autocomplascencia en política es la antesala al fracaso. ¿Pasó eso en este gobierno?

-Tiende a pasar, y esta es como una regla general de la política, que los grupos de poder en crisis tienden a negar la realidad. Las personas en medio de la crisis tienden a concentrarse en lo positivo y a evadir los problemas que tienen hasta que les explota en la cara. Un gobernante sabio debe ser capaz de traer a las personas que son más críticas dentro de los suyos y escucharlas y tratar de atender a los planteamientos por más duros e ingratos que sean.

-Sudamérica tiene tres presidentas que están enfrentando graves crisis. ¿Eso responde a una falta de liderazgo político en las mujeres? ¿O es que el problema es tan grande que se escapa de todo manejo?

-Yo creo que la muestra es muy pequeña. Tenemos presidentas mujeres en latinoamérica recién hace 15 años, por eso es una muestra muy poco representativa como para que uno pueda sacar esas conclusiones. Probablemente se da el hecho de que son crisis que se iban a desatar de todas maneras. Los modelos políticos de hombres transformadores hay más ejemplos para recurrir, para echar mano y ver, por ejemplo, cómo Nelson Mandela resolvió este problema. Las mujeres en política, que todavía son pocas o están bloqueadas, necesitan más mujeres para generar esos aprendizajes.

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