Cineasta Patricio Guzmán: “En Chile no hay libertad de prensa y tampoco hay libertad de imagen”
Para el director, ni el gobierno ni otros estamentos implicados -como el militar- han colaborado en el esclarecimiento de los crímenes de la dictadura de Augusto Pinochet.
El cineasta chileno Patricio Guzmán presentó hoy en la Berlinale su documental “El botón de nácar”, un filme que enlaza el exterminio sobre la población indígena con las matanzas de la dictadura, como dos formas de genocidio frente a los que su país “sigue sin haber hecho sus deberes”.
“Lo que cuento de Chile sirve para otros países, para Alemania, para España, para parte de África, para Oriente Medio. Cuando uno habla de genocidio habla de muchos países. Desgraciadamente es un tema universal”, explicó a Efe el cineasta, tras la proyección del filme, uno de los diecinueve aspirantes al Oso de Oro de esta Berlinale.
Países como Alemania han desarrollado una “cultura de la memoria”, tras la monstruosidad del Holocausto, mientras que en Chile eso sigue siendo una asignatura pendiente, a juicio del cineasta, autor de filmes como “La batalla de Chile” (1975), “El caso Pinochet” (2001) y “Nostalgia de la luz” (2010).
“En Chile no hay libertad de prensa y tampoco hay libertad de imagen. El Estado subvenciona ciertos documentales, que luego no se pasan por televisión. Es un contrasentido, en un país donde aún no se investigaron los crímenes de la dictadura. Han pasado cuarenta años, pero hay un temor de hablar detalladamente de qué ocurrió”, asegura.
Para el director, ni el gobierno ni otros estamentos implicados -como el militar- han colaborado en el esclarecimiento de los crímenes de la dictadura de Augusto Pinochet y los avances para el reconocimiento de los derechos de las víctimas han venido “de las familias de desaparecidos o de jueces buenos, como Juan Guzmán”.
“Eso es muy malo, porque llevamos 40 años hablando de la dictadura, en lugar de superarla”, prosigue, para recordar que en Chile sigue vigente la “Constitución de Pinochet” y que pese a ser un país identificado con el progreso económico, es también el de las mayores desigualdades sociales de América Latina.
De las catorce películas que forman su biografía, en su mayoría centradas en la historia reciente chilena, solo una – “Memoria de la Luz “- ha sido emitida en la televisión de su país, como ejemplo del poco interés por investigar lo ocurrido, según el realizador.
“El botón de nácar” vuelve sobre los pasos de este documental y arranca del observatorio emplazado en el desierto de Atacama, para viajar hacia la Patagonia, y llegar a la Isla de Dawson, “un cementerio en el mar”, tanto por su papel en el destino de los indígenas como de los desaparecidos del pinochetismo.
Así se recluyó “en condiciones inhumanas” a lo que quedaba de una población indígena a la que casi se extinguió por procedimientos como “la caza humana”. También junto a la isla se realizaron los lanzamientos al océano de los cuerpos de perseguidos a los que Pinochet hizo “desaparecer”.
“El agua es el leit motiv de esta película. Hay agua en el sistema solar, hay agua en el cosmos y en la Tierra. Es la principal fuente de vida. Otra cosa es lo que los humanos hacen con el agua”, apuntó, en alusión a esas víctimas a las que se lanzaba desde helicópteros, atadas a raíles de hierro, como describe su filme.
El nuevo documental de Guzmán “es una continuación de lo que empezó con ‘Nostalgia’, el retrato de unos destinos que se quiso exterminar, sean los indígenas o los presos políticos”.
Para el cineasta, el golpe de Estado contra Salvador Allende fue “algo así como el incendio de mi casa”, con todos los objetos y recuerdos que le acompañaron. Esa imagen del incendio “nunca desapareció, quedé atrapado en él”, como “si no hubiera pasado hace cuarenta años, sino hace unas semanas”.
Las cifras oficiales hablan de unos 40.000 torturados bajo la dictadura pinochetista – el mismo Guzmán estuvo detenido durante dos semanas sometido a situaciones “de gran humillación”, incluida la total incomunicación -.
El cineasta recuerda ahí que, según estimaciones del citado “juez bueno” con el que comparte apellido, pero no parentesca, la cifra de afectados debe multiplicarse por al menos cinco, por cada uno de los familiares que asimismo sufrieron las consecuencias de esas detenciones o desapariciones.
“Lo peor es que no habíamos hecho nada, no teníamos armas. Era una revolución pacífica, simplemente vinieron y se nos llevaron de casa”, recuerda.
“El botón de nácar” había sido incluido en la competición de la Berlinale como uno de sus platos fuertes, exponente de la fortaleza del cine chileno del momento, del que mañana se espera un segundo aspirante a Oso, Pablo Larraín, con “El Club”