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31 de Marzo de 2017

¡Para el bullying!

Se ha comprobado la idea de que para combatir el acoso y violencia escolar no sólo hay que preocuparse de los victimarios, sino que también de aquellos espectadores que se muestran indiferentes o silenciosamente incentivan a que siga sucediendo. Así, un victimario sin risas y aplausos deja de ver el sentido en su actuar.

Por Álvaro Castañón
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Álvaro Castañón es Abogado. Director Ejecutivo de Línea Libre, fundación de ayuda a niños, niñas y adolescentes. Se ha especializado en derecho público desde la esfera de la sociedad civil. Adicionalmente es miembro del directorio de la Fundación Multitudes y trabaja en temas relacionados con incidencia legislativa, lobby, transparencia, rendición de cuentas y gobierno abierto, entre otros. En 2015 fue designado por la Presidenta Bachelet como integrante del Consejo Asesor Presidencial Contra los Conflictos de Interés, el Tráfico de Influencias y la Corrupción.

Cuando vemos una campaña contra el bullying todos adherimos y cuando vemos una víctima todos nos lamentamos. En la última década este flagelo se ha configurado dentro de nuestra sociedad como un tema de alta sensibilidad, sobre todo cuando las cifras de casos aumentan; sólo en 2016 hubo casi 2.000 denuncias por maltratos físicos y psicológicos en la Superintendencia de Educación.

Pero la realidad es que la sensibilidad en muchos casos es producto de una concientización que nos hace sentir culpable, o por lo menos cómplices. Hasta hace una década atrás en Chile era muy usual ver, reír y pasar de largo frente a situaciones de acoso, abuso o violencia entre quienes eran nuestros compañeros y compañeras. La cosa es que “mientras no me lo hicieran a mí, no era problema”. Pero lo es, pues para todas las realidades de aquellos que sufren bullying, la risa de sus compañeros no es más que complicidad y una forma de perpetuar sus padecimientos.

En base a lo anterior y a los nuevos estudios, se ha comprobado la idea de que para combatir el acoso y violencia escolar no sólo hay que preocuparse de los victimarios, sino que también de aquellos espectadores que se muestran indiferentes o silenciosamente incentivan a que siga sucediendo. Así, un victimario sin risas y aplausos deja de ver el sentido en su actuar.

Es ahí donde nuestra memoria nos acusa. Reír o ser indiferentes frente a una situación de bullying es algo que todos hemos hecho. Es entonces cuando los adultos tenemos un rol fundamental en educar entregando una nueva cultura del respeto, pero no sólo con las acciones que hacemos, sino también con las que vemos, porque en una comunidad escolar -de una u otra forma- ser testigos de la injusticia y el dolor me hacen cómplices. Ya lo vemos en las múltiples cartas que escriben las víctimas de bullying, que apuntan como victimarios a una comunidad que en sí misma diluye su responsabilidad.

Debemos entregar herramientas. Por eso la campaña de Línea Libre “Para el bullying” apunta, por un lado, a las víctimas de este problema, invitándolas a romper el silencio y hablar sobre el tema y, por otra parte, es un canal también que escucha quienes hacen bullying o son testigos. Ponemos a disposición un equipo de psicólogos que junto con ellos, generan un plan de acción para el problema o caso específico.

Línea Libre atiende las 24 horas, de forma gratuita y confidencial, en el 800 116 111 y por WhatsApp en el +56 9 3082 2187. Hacer algo y entregar herramientas a las niñas, niños y adolescentes es tarea de todos y todas, pues sólo así lograremos comunidades en paz y con ello una mejor educación para todos y todas.

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