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29 de Enero de 2015

América y las pobrezas que nos acompañan

Se ampliaron los cuestionamientos a la estrategia monolítica que dejaba todo en manos del duopolio ‘crecimiento-empleo’ y se abrió una reflexión más detenida en torno al valor de la educación (desde el nacimiento), a las condiciones de salud, a la vivienda y su entorno, y a la función del trabajo en el desarrollo de cada individuo y de la sociedad.

Por Benito Baranda
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Benito Baranda es Presidente ejecutivo de América Solidaria

Por décadas nos concentramos como Continente en el crecimiento económico, vimos en él la “panacea” para superar los males que nos aquejaban, las tensiones sociales y para contrarrestar el malestar social que nos agobiaba. Al parecer la “pirámide de necesidades” planteada por Maslow (pseudo darwiniana) se tomó todos los espacios, inclusive cuando se hablaba de salud y educación su medida era la rentabilidad económica. No fue el bienestar ciudadano, ni la felicidad, ni la ausencia de dolor ni el superar la escandalosa injusticia que campeaba en nuestras naciones (¡que todavía hoy lo hace!). Se jibarizó la comprensión del desarrollo y sólo se habló de Producto Interno Bruto. Esta fue la obsesión de la post-guerra y que justificó la ley de oportunidades económicas lanzada por EEUU en la década de los ’60. Sin embargo, no resultó. Un 12% de las personas eran consideradas pobres según su ingreso en aquella época en el país del norte, hoy está cercano al 16%. Esto hizo tomar medidas para el crecimiento económico rápido, concentrando cada vez más la riqueza en algunos pocos y dejando el resto en las manos del “chorreo”.

Para enfrentar esta restringida visión de la persona, a partir de los años 60´s se manifiesta con mayor intensidad una corriente en el mundo que presiona en sentido diferente, con una mirada más holística, que considera la complejidad y multidimensionalidad del ser humano, la particularidad de las comunidades y los territorios, el valor y riqueza de sus culturas (consideradas por años retrasadas y un lastre para el desarrollo). Cambió el “paradigma” y con ello las conversaciones, estudios y acciones para superar la exclusión y la pobreza fueron puestos en tela de juicio. Se ampliaron los cuestionamientos a la estrategia monolítica que dejaba todo en manos del duopolio ‘crecimiento-empleo’ y se abrió una reflexión más detenida en torno al valor de la educación (desde el nacimiento), a las condiciones de salud, a la vivienda y su entorno, y a la función del trabajo en el desarrollo de cada individuo y de la sociedad.

Esta “nueva” mirada implicó otras prioridades y nuevos programas, con metodologías más participativas e involucramiento de la comunidad, apuntando a medidas que aminoren el impacto de la exclusión social y de la segregación. Sin lugar a dudas es un avance en la toma de conciencia de la realidad del ser humano. Para ello, los Estados han ido dando pasos importantes en el Continente (como por ejemplo la reciente inclusión de la medida de la pobreza multidimensional en Chile). Sin embargo, lo que más difícil se nos hace son los cambios culturales, el que logremos considerarnos dignamente como seres iguales y que nos tratemos con justicia. Este es uno de los ámbitos de trabajo más silencioso e intenso de América Solidaria, es la incidencia pública que ambicionamos para  derribar mitos y prejuicios que nos ponen obstáculos a nuestras relaciones y levantan muros de discriminación, humillaciones y violencias.

Todo esto no sólo lo hacemos como Fundación América Solidaria desde las comunidades más excluidas y pobres, sino que también desde los ámbitos de mayor bienestar económico y riqueza. En cada una de nuestras naciones hay barreras y marginalidad, por ejemplo ya estamos como organización en EEUU, lo que puede ser muy chocante frente al desconocimiento de la realidad de ese país, en especial las grandes dificultades de las familias y comunidades que viven en las periferias de las grandes ciudades (tres profesionales latinos hoy se desempeñan como voluntarios en barrios marginales de Washington) y por otra parte, desde ese país han salido profesionales a servir a diversos programas de otros territorios (hoy hay cinco de ellos entre Haití y Chile). Todos/as necesitamos ayuda y mientras más cooperamos somos mejores como países y personas, y nos desarrollamos más integralmente

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