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24 de Octubre de 2014

NIMBY: La piedra angular de la participación ciudadana

Por Antonio Lipthay
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Antonio Lipthay es Arquitecto UC, Magister en Diseño Urbano de London School of Economics (LSE) y socio fundador de Mobil Arquitectos. Planificador urbano y especialista en diseño de alta complejidad. Convencido de que una ciudad bien pensada puede romper con la desigualdad. En twitter @antoniolipthay.

En una sociedad aún en vías de desarrollo se ha abusado del recurso de la “participación ciudadana”. Más que una señal de democracia sana, es una mitigación a un problema más profundo, y que tiene que ver con la pérdida de confianza de los ciudadanos hacia sus autoridades.

Para explicarme los invito a fantasear (con algo que, por cierto, es bastante posible): la Región Metropolitana acaba de elegir democráticamente a su primer Intendente. Eso quiere decir que más de 50 comunas serán coordinadas por una autoridad que deberá definir entre otras cosas políticas de desarrollo urbano y que fue elegido por todos nosotros. Este “alcalde mayor” tendrá bajo su responsabilidad administrar los recursos para mejorar la calidad de vida de más de 7 millones de habitantes… o sea, se transformará en un “súper urbanista” cuyos clientes serán casi el 50% de los electores nacionales.

La tarea técnico-política estará centradas principalmente en los ámbitos de mayor urgencia y que a nivel regional son una señal de poder del nuevo Intendente. Con un presupuesto ad-hoc a su tamaño y a las responsabilidades asignadas para su gestión, esta autoridad se centrará en ámbitos que implican seguridad ciudadana, impulso del transporte público, contaminación y, por último, el lineamiento de un plan de desarrollo territorial y urbano para la región.

Y así, mientras los ciudadanos participan a nivel local de cabildos y micro plebiscitos para restringir el horario de botillerías y bares, los nombres de calles e hitos geográficos o las alturas promedio de sus entornos patrimoniales o barrios con carácter, el Intendente hará las siguientes preguntas al universo elector: ¿le parece bueno que Santiago siga expandiéndose o se debería fijar un límite a esta expansión urbana?, ¿para donde deberían extenderse las futuras líneas de Metro: Puente Alto, Quilicura o San Bernardo?, ¿está de acuerdo en construir la avenida sobre la Cota 1000?, ¿dónde le parece mejor que se deberían emplazar los siguientes centros hospitalarios de alta complejidad?

Expertos y técnicos desde cada trinchera debatirán ferozmente, pero la decisión recaerá en los ciudadanos comunes y corrientes, que en la mayor parte de los casos han formado sus propias convicciones basados en ‘impresiones’ y ‘simpatías’.

Sin ser experto electoral, vaticino que el resultado siempre se acercaría a la idea de rechazar cambios importantes (como ya le pasó a Orrego y su modificación al Plan Regulador de Peñalolén) o cambios de alturas y horarios (como acaba de ocurrir en Providencia). ¿Por qué?… simplemente porque en temas urbanos el NIMBY (Not in my back yard) es la piedra angular de la participación y los destinos de la ciudad serán consultados sobre la base de aquello que no altere el status-quo, que no involucre un repensar, replantear ni re-evolucionar (parafraseando a los expertos en ciudad).

Cabe preguntarse entonces si una futura elección democrática del Intendente es una opción verosímil y éste puede transformarse en un “súper urbanista”, ¿no deberíamos esperar que este dispuesto a poner en juego su popularidad momentáneamente para dirigir y decidir de manera firme, técnicamente bien sustentada y políticamente bien construida iniciativas y proyectos concretos que mejoren la ciudad?, ¿no es esa la razón por la cual uno elige líderes? ¿Son nuestras autoridades verdaderos líderes?

En una democracia se nos debería también enseñar que la opinión tiene cierto límite, que parte por reconocer que hay ámbitos en los cuales la comunidad ha depositado su confianza en la autoridad. Y parece lógico volver a pensar que esta confianza es un pilar estructural de la democracia y que la participación es una de tantas formas de vincularse como comunidad. Pero no la única ni la más importante.

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