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17 de Febrero de 2016

La revancha de los partidos políticos: ¿Gobernar sin confiar?

Con un nuevo caso de corrupción y cohecho cada día, resulta lógico pensar que la gente no confía en quienes los representan, en aquellos que deberían reflejar nuestros ideales. ¿Existe realmente una solución?

Por Sascha Hannig
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Sascha Hannig es Presidenta de la Federación de Estudiantes de la U. Adolfo Ibáñez de Viña del Mar.

Chile tiene falta de confianza, algo que yo llamaría, “confiancitis aguda”. Esto se da a nivel de barrios, de vecinos, de instituciones y especialmente en la política.

Esto es preocupante, puesto a que les hemos dado a esos políticos la misión de ordenar nuestra vida y mejorar el país. ¿Cómo podemos interpretar el rechazo que reciben hoy los políticos y los partidos a los que pertenecen? Con un nuevo caso de corrupción y cohecho cada día, resulta lógico pensar que la gente no confía en quienes los representan, en aquellos que deberían reflejar nuestros ideales. ¿Existe realmente una solución?

Según un estudio realizado por ICSO (Instituto de Investigación en Ciencias Sociales) de la universidad Diego Portales sobre las encuestas CEP, desde 1990 (el mismo año en que volvimos a la democracia) la confianza en los partidos políticos ha ido disminuyendo, especialmente por los ojos críticos y la opinión de los jóvenes, quienes -según el mismo estudio-, se manifiestan a través de la nulidad de sus votos. ¿Los políticos se han ido volviendo corruptos por la democracia? La verdad es que no lo creo. Aunque parezca triste, tenemos a los mismos políticos que hace 26 años y no cambian aunque les muestren sus actos en la cara. Lo que sí ha cambiado es el acceso a la información.

Chile es una sociedad interconectada, globalizada (que se conecta de manera directa con la fórmula “Wikileaks”), y esa sociedad abierta a datos, noticias, escándalos o golpes, ahora puede ver aquellos “tratos políticos” que antes solo eran conocidos por sus protagonistas.

En la historia, cada escándalo que ha salido a la luz en política ha cambiado el escenario, y eso se pudo ver desde “Watergate” hasta el “Pentagate”. E Internet ha intensificado el acceso, y los jóvenes pueden hoy conocer a quienes los gobiernan, tienen la voluntad de criticarlos y la capacidad de comparar su sistema con otros a nivel mundial.

SQM, Penta, Caval o muchos otros casos que se conocerán, dejan de ser “ejemplos cliché” de la transformación que está sufriendo la política; son hitos del cambio y de la manera en que se vive la participación y cómo se proyecta al corto plazo. Hoy vemos desencanto con los partidos políticos tradicionales, siendo una de las instituciones peor evaluadas en las posiciones de confianza. Vivimos en una época de desencanto, de transición.

¿Quiénes piensan hoy en afiliarse a uno de esos grupos? No hay legitimidad ni representación real. Va más allá del binominal. Con menos de un 21% de la población afiliada a partidos, parece chiste pensar que la solución del gobierno (según el ministro Eyzaguirre en una entrevista en el diario La Tercera publicada el 31 de enero) para “mejorar la confianza y transparencia”, fue la de financiarlos, puesto que esos fondos bien pueden utilizarse para mejorar la calidad de vida de las personas, invirtiendo en salud, educación o infraestructura pública.

Pero, ¿deben gobernarnos si no confiamos en ellos? Solo hay una cosa que se puede hacer y no es la de perseguir a nuestros representantes, llevarlos a juicio y esperar a que reciban el mismo trato que un ciudadano común.

Caval nos demostró que no es así como funciona la política en un país, que a veces se mueve meramente por amiguismo. Por eso rescato la figura de los políticos jóvenes que se atreven a ejercer su rol, ya que es un aire de cambio. Rescato a esos nuevos movimientos que se convierten en partidos a pesar de todas las trabas.

Creo, de corazón, que lo que nos queda a nosotros es ser ciudadanos activos. Es utilizar esa misma capacidad que tenemos para ver, para indignarnos y criticar. Debemos actuar y entender que no podemos esperar que las cosas cambien si no lo hacemos nosotros.

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