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4 de Abril de 2016

Consensos: una oportunidad para restituir la confianza

Con todo, y como oportunidad, comencemos por recuperar la capacidad de (re) encontrarnos unos a otros, de entender que existe un bien mayor que es Chile, que pensar distinto no es un crimen sino una enorme posibilidad para mejorar nuestras condiciones de vida, de valorar las diferencias entendiendo existen para generar sinergias, en lugar de conflictos, que nos beneficien y permitan construir sociedad.

Por Rodrigo Durán Guzmán
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Rodrigo Durán Guzmán es Académico y periodista.

Días atrás un grupo de ex ministros, economistas y políticos hicieron un llamado a revalorizar los consensos. Entre las más de 30 personalidades, de todos los colores y sectores político – ideológicos, el diagnóstico actual del país es claro y transversal: existe un alto grado de desprestigio de la política; hay una evidente necesidad de fortalecer iniciativas que permitan expandir el empleo; la urgencia de restituir el valor de alianzas público – privadas como motor de dinamismo social y que ha existido un excesivo crecimiento del Estado. Todos, elementos que han marcado los últimos dos años de un país que vio la llegada de una retroexcavadora cuando la lógica, especialmente con miras a un desarrollo sostenido, con un crecimiento en libertad y equidad, apuntaba más hacia una sembradora que permitiera, en el mediano – largo plazo, sembrar para luego cosechar frutos de prosperidad en directo beneficio de las chilenas y chilenos.

Todo este escenario de pesimismo, polarización y desafección ha estado marcado por falta de escucha, de diálogo y de construir acuerdos o consensos que permitan el avance social y no su estancamiento o incertidumbre. Es efectivo que Chile necesita reformas que respondan a las necesidades actuales de la población pero éstas deben necesariamente ser bien pensadas, de forma colectiva, representativas del territorio y no formuladas a partir de sesgos, tozudez u otros que sólo aportan a entrabar los procesos y favorecen la improvisación para, posteriormente, nadie tener idea del impacto o las repercusiones que tendrán cada una de las iniciativas que supuestamente fueron pensadas para favorecer a la ciudadanía. En un contexto como el actual los consensos aparecer propicios para tener puentes, favorecer la mejora continua de los instrumentos legislativos e iniciativas parlamentarias y la posibilidad de forjar, entre todos, el país que es de todos y no de unos pocos o según el color político que gobierne. Pero claro, tanto para el oficialismo como la oposición tradicional este escenario de desencuentro nacional favorece su posicionamiento que ha estado sostenido por los viejos dogmas heredados de la dictadura como son el Sí y el No, izquierda – derecha, etc. Es mucho más fácil mantener el status quo que atreverse con proyectos nuevos y modernos, capaces de generar espacios de interacción y encuentro con los ciudadanos y con una mirada amplia, tanto de presente como futuro, del Chile que queremos. Pero esto conlleva valentía, arrojo, trabajo y capacidad de generar consensos que vayan más allá del ombligo.

Si algo marcó al Chile del retorno a la democracia, y recibió las loas desde diversas partes del mundo, fue la ejemplar transición democrática cuya base fueron, precisamente, una política de acuerdos o consensos. Éstos permitieron dotar de estabilidad a un país convulsionado, que necesitaba reencontrarse, que requería de unidad para salir de la crisis sin perder el norte del desarrollo, de combatir la extrema pobreza y la desigualdad, entre otros. Todo eso y más fue posible, entre otras variables, gracias a los consensos, esos espacios donde no existen izquierdas o derechas, donde entendemos que por definición todas las personas somos diferentes y que esa diversidad enriquece la discusión, donde los intereses individuales e ideológicos quedan a un lado en favor de un bien mayor que es la sociedad, la comunidad, en un marco de tolerancia y respeto donde opiniones contrarias logran converger en un espacio donde no hay cabida para personalismos, descalificaciones o los dimes y diretes propios del juego político. De ahí en más que los consensos, además de otorgar estabilidad y fortalecer la democracia, se constituyen como una posibilidad inmejorable para recuperar algo que durante el último tiempo se ha extraviado y, como nación, necesitamos recuperar: me refiero a la confianza.

Tal es la importancia de esta última que está demostrado, en la literatura, que cuando existe confianza las acciones gubernamentales, por ejemplo, se harían más eficientes y eficaces, los costos de transacción e implementación disminuyen, la ciudadanía se adhiere en mayor medida al Estado de Derecho y valora las conductas cívicas como mecanismos de resolución de conflictos y legitimación, se hace posible la implementación de reformas estructurales con beneficios a largo plazo y ayuda a incrementar la confianza en la economía, facilitando la toma de decisiones que favorezcan el crecimiento. El concepto de confianza es tan fundamental que está revestido de normalidad. La confianza se da por obvia y evidente por sí misma aun cuando la realidad nos demuestra lo contrario entendiendo que su complejidad, sus posibilidades y su fragilidad hacen que sea un concepto de difícil comprensión e imposible de fabricar: si se impone, si se exige o si se apela a ella, entonces probablemente se contribuirá a su disminución. La confianza requiere necesariamente tolerancia, consensuar posiciones, capacidad de escuchar, abrir espacios de diálogo y participación, de personeros políticos percibidos como honestos por parte de la opinión pública. A su vez, y en beneficio de la confianza, ésta requiere la salida inmediata de la escena pública de quienes estén involucrados en actos negativos tales como corrupción, tráfico de influencias, cohecho, abuso de autoridad y otros que menoscaban el ejercicio de la actividad pública recibiendo sanciones ejemplificadoras y no meros placebos judiciales.

¿Cómo se construye Confianza? ¿Es posible construir confianza a nivel país? Estas preguntas nos interpelan como sociedad especialmente por las implicancias que tiene para el desarrollo de nuestro país. Con todo, y como oportunidad, comencemos por recuperar la capacidad de (re) encontrarnos unos a otros, de entender que existe un bien mayor que es Chile, que pensar distinto no es un crimen sino una enorme posibilidad para mejorar nuestras condiciones de vida, de valorar las diferencias entendiendo existen para generar sinergias, en lugar de conflictos, que nos beneficien y permitan construir sociedad.

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