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14 de Junio de 2016

El contraste de los movimientos sociales

Quienes actuaron en Valparaíso el 21 de mayo y en la Gratitud Nacional durante la semana pasada, no son idealistas como Jesús, sino solo una turba de maleantes que no buscan el bien de nadie.

Por Rodrigo Pablo
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Rodrigo Pablo es Abogado Universidad Católica.

Los autodenominados movimientos sociales no creen en el bien común: no respetan al prójimo ni pretenden hacerse responsables de sus actos. Su actitud barbárica se manifiesta en la relación egoísta e irresponsable que establecen con los demás: se les pide que no marchen por respeto a un funeral de Estado, pero lo hacen igual; en todas sus manifestaciones, grupos violentistas destruyen y saquean la ciudad, dejando incluso un muerto hace un par de semanas; ante una calamidad pública no atienden las solicitudes de la autoridad que les pide suspender una marcha, la que concluye con el saqueo de una iglesia –monumento histórico- y con la destrucción deliberada y pública de una imagen de Cristo, acción delictual a la que ya le bajan el perfil los líderes del autodenominado movimiento estudiantil. Además, no creen en la democracia ni en sus instituciones: no dan argumentos, solo profieren consignas; buscan imponer sus difusas demandas por la fuerza y no mediante el debate democrático, y no han tenido inconvenientes en despreciar al Parlamento y al gobierno legítimamente constituido.

Por su parte, la autoridad actúa con desidia al no dar aplicación a las leyes que protegen a los ciudadanos, otorgando patente de corso a estos grupos que generan el caos y se mueven solo por el poder y la obtención de beneficios para sí mismos. Estos hechos, entre los que se cuenta el reciente y violento ultraje de una imagen sagrada, recuerdan el juicio y muerte de Jesús, y toda su enseñanza política y moral, la que contrasta enormemente con la forma de actuar de estos grupúsculos.

Cristo fue hijo de una familia trabajadora y el mismo se ganó la vida gracias a su trabajo; no recibió financiamiento de ningún grupo poderoso, mantuvo siempre su independencia y no perdió contacto con la gente común. Su familia sobrevivió gracias a la entrega total de unos por otros, en la que no existían luchas de poder internas, sino un deseo de colaborar. Satanás lo tienta en el desierto ofreciéndole todos los reinos de la tierra a cambio de una simple reverencia, la que él le niega; dando cuenta de que el fin no justifica los medios. Es juzgado injustamente en un juicio que no cumplía con los estándares de las leyes judía y romana. Durante su juicio se prefiere liberar a Barrabás, un alborotador que había participado en un levantamiento en el que murió un hombre inocente –un “encapuchado” de la época-, llevando al cadalso a un hombre pacífico cuya única arma fue la fuerza intelectual y moral de sus palabras, y que instruyó a sus seguidores a seguir actuando en el mundo por esos mismos medios.

Fue un líder que no se sometió a criterios puramente humanos: no persiguió el poder sobre otros, ni buscó imponer por la fuerza sus demandas, despreció el uso de la violencia y buscó la conversión paciente y pacífica de los demás. Esto lo hizo aceptar un juicio injusto, lo llevó a la muerte y es su principal diferencia con otros líderes religiosos o políticos, quienes apoyados en sus tropas lograron derrotar a los gobiernos constituidos, eliminar a sus opositores, o bien, antes de ser detenidos, causaron sufrimientos a muchos. Sin embargo, Cristo, ha sido el único que ha logrado promover en la historia humana un ideal de sociedad, que hace posible la vida civilizada. Siendo los crucifijos un recuerdo de qué es el bien y de cómo ha de alcanzarse.

Este ataque a la Gratitud Nacional nos permite contrastar la violencia y barbarie de quienes lo perpetraron y la imagen pacífica y acogedora de Cristo. Nos muestra la diferencia entre el líder responsable que busca no exponer a nadie a males y aquellos que convocan a una marcha sin ser capaces de asegurar la paz. Sirve para recordar que hay uno que respeta y quiere a todos por igual, frente a la indolencia de aquellos que siguen adelante a pesar de la muerte de un trabajador municipal en Valparaíso. En fin, muerta la diferencia entre la bondad de los pacíficos y la maldad de todos aquellos que creen en la fuerza como una forma legítima de acción política.

Quienes actuaron en Valparaíso el 21 de mayo y en la Gratitud Nacional durante la semana pasada, no son idealistas como Jesús, sino solo una turba de maleantes que no buscan el bien de nadie.

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