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23 de Septiembre de 2016

La amenaza terrorista en EE.UU.

El combate al terrorismo se lleva adelante usando todos los medios policiales y tecnológicos a la mano. Pero sobre todo, se enfrenta desde el Estado de Derecho, sin importar si la amenaza es política, étnica, religiosa, separatista o de otro tipo.

Por Alberto Rojas
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Alberto Rojas es Director del Observatorio de Asuntos Internacionales de la Universidad Finis Terrae.

A menos de 50 días de la votación que decidirá quién será el sucesor de Barack Obama, cualquier acontecimiento que ocurra dentro de Estados Unidos tiene —y tendrá— un impacto mayor de lo esperado. Así lo demostró el cuasi desmayo que tuvo Hillary Clinton durante una ceremonia con motivo de los 15 años del 11-S. Y lo mismo ocurrió con los recientes atentados explosivos en Nueva York y New Jersey, que en total dejaron 29 heridos.

Ahmad Khan Rahami, un estadounidense de 28 años de origen afgano —que fue detenido tras resultar herido durante un tiroteo con la policía— sería el principal sospechoso de estos ataques.

Frente a este episodio, Trump no perdió tiempo al reiterar sus dichos acerca de la amenaza del radicalismo islámico para su país, mientras que Clinton tuvo palabras que apuntaron a la serenidad y el accionar de la justicia.

La ola de atentados ocurridos en países como Francia, Bélgica o Turquía durante este año ha elevado al máximo los niveles de seguridad en todo el mundo, con la esperanza de prevenir nuevos ataques terroristas. En ese contexto, Estados Unidos vive desde 2001 bajo el temor de que se repita un episodio como el 11-S. Y aunque ha logrado desarticular varios atentados a lo largo de estos años, episodios como los de San Bernardino u Orlando son prueba de lo difícil que es adelantarse al actuar de los terroristas, sobre todo si se trata de “lobos solitarios”.

Cuando los ciudadanos participan de una elección lo hacen teniendo en mente aspectos como la situación económica del país, la alternancia política o aspectos más contingentes como educación o seguridad. Pero también se puede ir a votar llevando el miedo en los bolsillos. Y ese sufragio, muchas veces, ha sido capaz de cambiar el curso de unos comicios.

¿Qué habría ocurrido si la bomba detonada en Chelsea, en vez de 29 heridos, hubiese causado una treintena de muertos? ¿Y si en las próximas semanas ocurriera un atentado al interior de un aeropuerto internacional en nombre de Al Qaeda? ¿O que un atacante solitario disparara nuevamente dentro de una discoteca o un cine revindicando al Estado Islámico? ¿Cuál sería su impacto en los votantes, sobre todo en aquellos que aún permanecen indecisos?

Los inmigrantes en general y los musulmanes en particular, han estado en el centro del discurso de Trump, quien no pierde oportunidad de señalar la supuesta incapacidad de Barack Obama —y por extensión, de Hillary Clinton— para enfrentar los peligros que acechan a Estados Unidos.

Frente a eso, irónicamente, Trump y el Estado Islámico no se encuentran en veredas tan opuestas, sino en el mismo lado de la calle. ¿La razón? Si en las próximas semanas se llegara a concretar un atentado a una escala importante en territorio estadounidense —con decenas de muertos y heridos, incluso con la destrucción de algún lugar estratégico o emblemático—, seguramente eso podría empujar a muchos votantes a elegir a Trump, pensando que un gobierno encabezado por él les daría mayores garantías de seguridad.

A su vez, si Trump llegase a la Casa Blanca, es probable que cumpla —aunque sea en parte— con promesas de campaña como aumentar la vigilancia sobre la población musulmana del país o incluso el establecimiento de medidas de segregación o expulsiones masivas.

Esto, lejos de resolver el problema, lo profundizaría, ya que progresivamente podría empujar a muchos musulmanes moderados hacia la radicalización. Precisamente lo que el Estado Islámico y grupos afines buscan. Y eso generaría una nueva reacción de las autoridades.

El combate al terrorismo se lleva adelante usando todos los medios policiales y tecnológicos a la mano. Pero sobre todo, se enfrenta desde el Estado de Derecho, sin importar si la amenaza es política, étnica, religiosa, separatista o de otro tipo.

Estados Unidos está en la recta final de unas elecciones presidenciales que han tenido un perfil propio. Y por eso es crucial que no se vean empañadas por actos de violencia que pudieran contaminar la intención de voto de los ciudadanos. De eso dependerá no solo el futuro de EE.UU. durante los próximos años, sino también su relación con el resto de la comunidad internacional.

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