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1 de Noviembre de 2016

La clave del “éxito” de la derecha en elecciones municipales: Triunfo con votos prestados

El triunfo de la derecha no se debe, necesariamente, a un cambio de ideología ni a un descontento de los electores o repudio de los votantes de centro izquierda. Obedece a un trabajo consciente, sistemático y dirigido de las facciones disidentes de la coalición de gobierno que, volviendo a sus orígenes fundamentales, retomaron la función instrumental de su organización y lograron controlar ese porcentaje de votos que decide una elección. Fue con votos prestados o arrendados. La derecha debe entender que de no poner énfasis en su trabajo de bases, abrirse a nuevos elementos e ideas y cambiar su estrategia electoral, más allá de los eventuales sicarios electorales, no podrá superar el histórico 30% de votos en que está atrapada hace más de un siglo.

Por Cristián Guzmán
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Cristián Guzmán es Abogado Penalista, Derechos Humanos y Derecho de Familia. Consultor en conducción estratégica corporativa. Abogado asesor de delegaciones extranjeras acreditadas en Chile y foros Internacionales. Master ANEPE en Seguridad, Defensa e Inteligencia Empresarial. Investigador y Analista Político y temas sociales empresariales. Miembro del Colegio de Abogados de Chile A.G. y Socio de Asociación de Abogados de Chile.

Todos los “analistas” políticos dicen que el triunfo de la derecha en las municipales fue por el descontento de la gente por los altos niveles de corrupción y por la distancia de los políticos hacia las bases y de la ciudadanía. No se engañen. Aunque la corrupción y el descontento son efectivamente reales, este aparente triunfo general del bloque opositor y específicamente de la derecha no es tal. Solo es una apariencia y muy engañosa de la realidad electoral y política de Chile.

Empíricamente puedo afirmar que lo que ocurrió en estas elecciones es un traslado de la votación, uno, por el clásico acarreo, que en esta ocasión se verificó de forma gruesa por la manipulación de la base electoral desde los comités comunales, especialmente el traslado forzado de cientos de miles de familias que luchan por una vivienda social a cambiarse de circunscripción electoral bajo sanción de ser expulsados de los comités y la amenaza de expropiación de su legitima y necesaria aspiración a la casa propia.

También lo explica el casi medio millón de personas cambiadas ilegalmente de circunscripción electoral y las casi 17 mil personas cambiadas por un especie de “ajuste sencillo” una aplicación informática implementada en el Registro Civil que “actualizó” los domicilios de esas personas sin su conocimiento y sin su consentimiento. Esto último, sumado a otras cosas irregularidades, le costó el puesto al Director del Registro Civil, aunque era el menos incidente, ya que fue el SERVEL el que validó en sus oficinas comunales el medio millón de cambios ilegítimos de domicilio, sin verificar su validez y con total falta de fiscalización de sus procedimientos y personal a cargo. Ese era el verdadero escándalo, del que nunca se dijo nada.

A lo anterior se suma el hecho más significativo de este inesperado triunfo electoral de la derecha, ya que por sí solo el cambio de electores de circunscripción no garantiza el éxito de la operación electoral y tampoco lo hace la migración o éxodo masivo de militantes desde los partidos del oficialismo. Así, es un hecho conocido que muchos de los miembros de las facciones disidentes de varios partidos de la coalición de gobierno, renunciaron a su militancia y como cual empresa electoral o dicho de otro modo, como simples vendedores se “contrataron” con los candidatos, tanto del bloque opositor, como con los candidatos competidores del oficialismo, especialmente en las comunas emblemáticas. En palabras simples se trata del “arriendo” o “préstamo” de electores y su voto a las facciones adversarias.

No es un hecho fortuito o improvisado que el festejo del triunfo del candidato ganador de la comuna de Santiago se haya realizado casi en el secreto, en una fiesta muy privada en una pequeña casita de calle Viel, en un Cité, donde no cabían más de un centenar de personas. Llegó a esa celebración el Ex Presidente Piñera, un lugar al que no concurrió en forma masiva la gente que votó por el ganador, a pesar de estar a un costado del Parque O’Higgins y custodiado de forma extremadamente rigurosa por más de 50 policías y sus respectivas unidades en todo el perímetro del lugar, custodiando el acceso en las dos únicas entradas que tiene el lugar.

Es conocido que la Nueva Mayoría ha sufrido un golpe interno en abril el 2015 y fue la vieja Concertación el que lo produjo. Encabezada esta vieja coalición por ex Presidente Ricardo Lagos que, a mediados del año pasado, se tomó La Moneda en una ausencia de la Presidenta Michelle Bachelet y entregó al Vicepresidente Burgos, antes que nadie, las “olvidadas” directrices y “propuestas” para una nueva Constitución.

El hecho aparente de la “traición” a las convicciones y de mercantilización de las militancias, es el que catalizó el definitivo triunfo en las urnas de los candidatos opositores en las comunas más emblemáticas de Chile, por ejemplo, Santiago, Puente Alto, La Florida, San Miguel, Maipú, Cerro Navia.

Las facciones laguistas del PPD, fueron las primeras en dar las señales de la dimisión y la convicción de “abandonar” la coalición de gobierno, pero salir jugando, con cierta elegancia. Se manifestaron en la renuncia a la militancia de todos los que se sintieron excluidos del gobierno y que resultaban ser los más eficientes en cuanto a “máquina electoral”.

No fue una simple salida al balcón de los mirones, sino que fue una salida estratégica y con dirección partidista, que consistió en sumarse a los comandos de todos los candidatos no oficiales y en los casos más significativos a trabajar derechamente con los candidatos del bloque opositor.

Demostraron con eso, un punto de la más alta relevancia, que el PPD sigue siendo y cumpliendo con los objetivos originales para los cuales fue creado, volvieron a sus fundamentos de existencia, esto es, una máquina electoral, una empresa electoral que determina resultados. Un clásico partido instrumental o mercaderes fenicios de la política. Demostraron que siguen siendo capaces de controlar al menos el 10% de los votos reales y principalmente los votos de los indecisos o los que no tienen intención natural de concurrir a las urnas, independiente de la coalición para la cual trabajen.

De ahí la relevancia de aniquilar al PRO, el adversario político natural más cercano y que había tomado, en parte, ese lugar en el escenario electoral en los últimos años. Sabemos que el partido Comunista es capaz de controlar entre un 3 y 5% de los votos y por eso su lugar en la mesa del Gobierno.

La DC por su parte controla al menos el 25% de los votos y tiene asegurado su silla en el consorcio de accionistas de cualquier gobierno de la Concertación o la Nueva Mayoría.

¿Cómo se hizo? Fue un diseño que parte de las cúpulas de los partidos del oficialismo. Consiste en crear equipos de trabajo de campaña, en todos los niveles y colaborar con la campaña del candidato elegido. En este caso, esta máquina electoral se puso a disposición de los adversarios provocando el triunfo por márgenes, a veces muy estrechos, 5-7-10 por ciento. Porcentajes que operan como bisagra y determina el triunfo de uno u otro candidato. No hay magia en este sistema, es una simple arquitectura de organización política empresarial que ha funcionado desde el siglo XIX y bien entendida y aplicada sigue dando sus frutos, solo se requiere la vieja y clásica disciplina de los militantes y una conducción política firme y coherente con las facciones que garantice a los “obreros” partidistas su lugar en el salón de fiestas. Es decir, todo se trata de una “justa” retribución hacia los militantes, no de los partidos, sino de las facciones dentro de cada partido, que en definitiva como equipos con la camiseta puesta por su facción se avocan a la tarea que se les ha encomendado de forma muy disciplinada y leal. Es esa lealtad la que ha dado estos resultados que no tienen nada de extraños si se entiende el proceso, es esa lealtad de militantes de las facciones hacia los jefes de grupo y viceversa la que ha dado el triunfo a la derecha y puede dárselo a cualquiera que compre el producto que venden.

No se desmerece el trabajo político de la coalición opositora de centro derecha, sin embargo, este informe tiene por objeto descubrir la fórmula del proceso pasado y revelar las causas de esa victoria, ya que aquellas no obedecen a un sentir espontáneo y cambio de pensamiento puro y simple de los electores, obedece a un diseño consiente, estructurado y un trabajo sistemático de parte de las facciones disidentes del gobierno para demostrar su valía en el sistema político. Lo anterior se ha demostrado con los resultados y sus causas y con ello se ha puesto una luz de alarma, tanto hacia el bloque de gobierno como al bloque opositor.

Nadie ha cambiado sus convicciones e ideas políticas, pero las facciones, especialmente del PPD, han demostrado disciplina y capacidad de orientar un triunfo en el sentido que sus líderes les indiquen. La luz de alerta se da también a la derecha y centro derecha que sin esa colaboración, que no la tienen y no la han tenido históricamente en forma natural, no podrán superar el 30% de los votos en las presidenciales.

Por otro lado está RD (Revolución Democrática) el legado político de los Hönecker y de la RDA, en la que milita indiscutiblemente la Presidenta Michelle Bachelet, que se instala como una máquina electoral útil y capaz de ganar elecciones, ejemplo de ello es Valparaíso, aun cuando siguen siendo accionistas minoritarios en el control del poder de Gobierno, sobre todo después del fracaso del G-90.

La problemática se da en un nivel en que hay una “empresa electoral”, el PPD, que es capaz de crear y ofrecer un producto que pocos pueden, un porcentaje de votos garantizados a quién los contrate y quiera comprarlo. Se da también en que fue capaz de aniquilar a su adversario natural, por la temática, cercanía ideológica y producto que ofrece, ya que el PRO, con ME-O a la cabeza, vende el mismo producto y al igual que el PC, ponen en el mercado electoral ese mismo diferencial del 3-5% y por eso compiten, no por los votos, que ya están garantizados, sino por el comprador o cliente, es decir, todos venden algo en un mercado en que hay solo 2 compradores, consumidores o clientes.

Lo anterior, comprueba que finalmente el bipartidismo al estilo británico ha terminado por imponerse definitivamente, el diseño de partidos y electoral lo confirma. Es irrelevante la cantidad de partidos que existan en Chile, que son demasiados para un país con tan pocos habitantes, lo que importa es que al final solo hay dos clientes, bloques o coaliciones que compiten por el sillón presidencial y que hay un solo un par empresas electoral o facciones políticas que puedan ofrecer ese porcentaje garantizado de votos que permita desnivelar un resultado en uno u otro sentido. Se impone el reino de los accionistas minoritarios.

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