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13 de Mayo de 2021

Subvenciones: aplicando la regla de los cinco por qué

En el caso del sistema de financiamiento escolar, hay muchísimas áreas que deben tomarse en consideración. El sistema se ve afectado no sólo por cómo distribuimos el monto total asignado a educación escolar entre las distintas escuelas, sino que también por otros factores.

Por Tania Villarroel
Uno de los mecanismos propuestos es modificar la fórmula de cálculo y migrar desde una subvención por alumno dependiente de la asistencia a una basada en la matrícula. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Tania Villarroel

Tania Villarroel es Directora de Estudios de Acción Educar

La regla de “los cinco por qué” nos invita a preguntarnos cinco veces por qué para encontrar la verdadera causa de un problema. Como esta técnica, existen varias, pero la enseñanza es la misma: no debemos apresurarnos a encontrar soluciones antes de haber identificado el origen real de una dificultad.

Nuestro sistema escolar se financia actualmente por medio de una serie de subvenciones, con distintos montos y fines, que configuran una gran fórmula matemática que permite definir el monto a asignar a cada escuela que recibe financiamiento público. Este sistema, al igual que todo, tiene espacio para mejorar. Sin embargo, para que efectivamente las modificaciones impliquen un avance, debe haber un real análisis detrás, para identificar la causa de los problemas. Necesitamos preguntarnos, al menos cinco veces, por qué.

Uno de los mecanismos propuestos ha sido modificar la fórmula de cálculo y migrar desde una subvención por alumno dependiente de la asistencia a una basada en la matrícula. Pero, ¿cuál es el problema que se pretende solucionar con esto?

Se ha dicho que la competencia entre los establecimientos es nociva, pero migrar a una subvención por matrícula no lo resuelve. La competencia se daría igualmente, ya sea por la asistencia de los estudiantes que por la matrícula.

También se ha sostenido que las escuelas con mayor concentración de alumnos vulnerables y las escuelas rurales se ven perjudicadas, porque tienen peores tasas de asistencia. No obstante, mientras mayor es el porcentaje de estudiantes vulnerables, mayor es la tasa de asistencia. Por su parte, al hacer una proyección en la que modificamos la subvención pasando a una subvención por matrícula (ajustando los montos para conservar el presupuesto total), las escuelas rurales recibirían en promedio un 2,3% menos de subvención que con la fórmula actual.

Lo relevante del ejercicio, más que sostener que la subvención debe seguir siendo por asistencia, es mostrar que cada propuesta debe venir acompañada de un detallado análisis y reflexión que permita identificar el origen de los problemas.

En el caso del sistema de financiamiento escolar, además, hay muchísimas áreas que deben tomarse en consideración. El sistema se ve afectado no sólo por cómo distribuimos el monto total asignado a educación escolar entre las distintas escuelas, sino que también, por quién decide en qué se debe gastar (¿el legislador? ¿el sostenedor? ¿el director?); por qué se debe solventar con este monto (¿las remuneraciones? ¿la inversión? ¿a infraestructura?); por qué se incentiva con el sistema de financiamiento (¿cómo incentivamos la innovación pedagógica?); por cómo se logra un uso eficiente de los recursos, etc.

En suma, antes de realizar cualquier cambio hay que analizar profundamente el problema. Preguntarse varias veces por qué, desarrollar hipótesis, confirmarlas o desecharlas con investigaciones serias. Porque a veces, la solución más obvia, ataca solo un síntoma y deja viva la causa real del problema.

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