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9 de Febrero de 2024

Despiadado en los negocios y pragmático en la política

Sabía, porque era y de sobra inteligente, que las mentiras, contradicciones, cinismo, e hipocresía solo rentan al principio, y se pagan con un jaque mate que llega más temprano que tarde.

Por Christian Aste
Sebastián Piñera Lago Ranco Un sello del político pragmático es no ser rencoroso. No puede serlo, porque la política es una práctica de gestión y de permanente negociación. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Christian Aste

Christian Aste es abogado

Cómo en los negocios aplica el dicho “entre bueyes no hay cornada”, ser despiadado en los negocios no significa ser inmoral o engañoso. Tampoco ser delincuente, ni la excepción que confirma la regla. Supone simplemente tener la determinación inquebrantable de alcanzar los objetivos. Significa ser implacable en la búsqueda del éxito, y estar dispuesto a recurrir a toda la argucia, astucia, ingenio y habilidad posible para imponerse. Conlleva también la capacidad y la templanza para adoptar decisiones muy difíciles, como son la venta de activos, endeudarse y avalar personalmente créditos y/o comprometer el patrimonio familiar, reestructurarse (fusionarse, dividirse), despedir gente, y estar llano permanentemente a cambiar y adaptarse a las contingencias que además de mutar son del todo impredecibles e incontrolables.

Si bien es cierto que no todos los empresarios, especialmente los que han heredado, tienden a ser impacientes o vehementes perseguidores del éxito, también lo es que quienes así lo son, terminan escalando más alto en sus respectivas industrias. La audacia para asumir riesgos también es una marca de un empresario implacable, con el conocimiento de que los fracasos son simplemente contratiempos temporales en el camino hacia el éxito. Esto no solo requiere confianza en uno mismo, sino también prudencia, serenidad y optimismo, para tomar la falla como una oportunidad, de la que se aprende y se emerge más fuerte.

Contrariamente a la naturaleza despiadada de los negocios, el pragmatismo en la política requiere más diplomacia y negociación. El pragmatismo político rechaza la dogmática y está dispuesto a hacer concesiones tácticas mientras avanza hacia objetivos a largo plazo. Esta visión pragmática puede ser la clave para la consecución de políticas efectivas y compromisos sostenibles.

Los políticos pragmáticos saben que las posiciones inflexibles y rígidas suelen conducir a la inmovilidad y al enfrentamiento. En su lugar, buscan áreas de acuerdo mutuo y están dispuestos a negociar y comprometerse para lograr sus objetivos. En este contexto, no se trata siempre de ganar o perder, sino de encontrar la mejor solución posible para el bienestar colectivo.

Un sello del político pragmático es no ser rencoroso. No puede serlo, porque la política es una práctica de gestión y de permanente negociación. No es, ni puede ser un campo de batalla. La realidad política se caracteriza por conflictos inevitables de intereses y peleas ideológicas circunstanciales que deben abordarse por medio del diálogo, la discusión constructiva y las negociaciones diplomáticas. Un político pragmático trabaja para llegar a un punto medio que beneficie a todas las partes involucradas.

Entre las pocas personas que han logrado desdoblarse y jugar muy bien en ambos tableros, se encuentra el ex presidente Sebastián Piñera que, si bien pudo, como lo demuestra Forbes, ser descarnado con sus pares, no solo tuvo el pragmatismo que se requería en política, sino que además y principalmente la capacidad de empatizar con los más precarios, y el cuidado de no mentir y hacer promesas incumplibles.

Sabía, porque era y de sobra inteligente, que las mentiras, contradicciones, cinismo, e hipocresía solo rentan al principio, y se pagan con un jaque mate que llega más temprano que tarde.

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