Harboe responde al girardismo: "alianzas deben expandir representación, no reducirla"
"Extraño resulta observar la obsesión de ciertos dirigentes por plantear la reconfiguración de la política de alianzas electorales. Sobre todo, si consideramos que cada vez que la centroizquierda inicia debates sobre su política de alianzas surgen quiebres y divisiones internas que atentan contra la conformación de mayorías.
“Extraño resulta observar la obsesión de ciertos dirigentes por plantear la reconfiguración de la política de alianzas electorales. Sobre todo, si consideramos que cada vez que la centroizquierda inicia debates sobre su política de alianzas surgen quiebres y divisiones internas que atentan contra la conformación de mayorías.
Pero más incomprensible aún es el hecho de que lo planteado no responda a ninguna lógica socio electoral. Los últimos resultados electorales demuestran que un mayoritario sector de ciudadanos se considera de centroizquierda o de centroderecha, dejando cada vez menos votos a repartir para los extremos.
Si aquellos sostienen que la irrupción del ex diputado socialista y su 20% en primera vuelta constituye un giro hacia la izquierda del electorado, creo que están absolutamente errados. El 20% obtenido se debió a múltiples factores.
Un porcentaje de ellos, por la novedad del candidato (sin importar quien fuera). Otro porcentaje respondió a la sanción de un sector de la ciudadanía que históricamente votó por la Concertación pero que nos castigó por un sinnúmero de razones (ideológicas y programáticas para algunos, rechazo a la forma de ejercer el poder de ciertos dirigentes de partidos, para otros; el impacto del Transantiago o la falta de audacia en las políticas públicas, etc.). En tanto, otro porcentaje fue para rechazar al candidato concertacionista y su forma de nominación; y algún porcentaje por la adhesión al propio candidato.
Es decir, objetivamente el 20% obtenido no es posible enfrascarlo ni a su favor como adhesión personal ni menos aún como electorado de izquierda. ¿Por qué un porcentaje de los que votaron por el candidato díscolo en primera vuelta –si supuestamente son de izquierda- optaron por Piñera en la segunda? Porque nunca fueron de izquierda sino que no querían más de lo mismo ni en la derecha ni en la Concertación. Pero enfrentados al dilema de dos candidatos tradicionales, el que más los representaba era el hoy Presidente de la República.
A este escenario debemos sumar la ofensiva de la derecha piñerista por intentar instaurar el concepto de “la Nueva Derecha” como una hábil estrategia de toma del centro político destinada a desdibujar la oferta electoral democratacristiana, construyendo una nueva mayoría y, de paso, relativizar la importancia de sus aliados más conservadores.
Con ello se busca dar protagonismo a una alicaída derecha liberal que observa cómo incluso al interior de RN no logra dominar los espacios de poder. Su objetivo: captar una nueva masa de electores que les permita evitar que la Presidencia de Sebastián Piñera constituya un paréntesis en la historia presidencial chilena y retorne la Concertación.
La prediseñada estrategia clava banderas tradicionalmente concertacionistas a fin de correr el cerco a la Concertación para obligarlos a radicalizar el discurso y, por ende, perder el electorado de centro. ¿Estamos dispuestos a cederle a la derecha el centro político cuando una importante masa electoral avanza por el ancho camino del medio? ¿Resulta electoralmente lógico radicalizar posiciones en un momento donde supuestamente lo más relevante es la unidad y la constitución de mayorías? ¿Vamos a claudicar de nuestra actual política de alianzas en pos de levantar banderas radicalizadas para constituirnos en una eterna minoría?
Alguien le ha preguntado a las bases de sus respectivos partidos si quieren seguir siendo minoría por los próximos 20 años? ¿O es que acaso existe una agenda distinta –legítima por cierto- pero no explicitada de parte de algunos por reordenar el mapa político chileno en función de sus intereses o visiones particulares? Ciertamente la Concertación como coalición política debe cambiar.
Debemos hacer nuevas alianzas, pero no las tradicionales. No pensar que debemos sentar a 5 o 6 dirigentes de partidos políticos o proyectos de tal y acordar el cuoteo de cupos para las elecciones municipales. La Concertación si quiere volver a ganar una elección debe partir por retornar al lugar de donde nunca debimos salir. A las bases, pero no sólo la de los partidos, me refiero donde la gente, esa de las organizaciones sociales, de los sindicatos, de los movimientos de barrio.
Debemos volver a sentir el contacto directo con la ciudadanía. La alianza que debemos hacer es con los sectores que hoy no se sienten interpretados por ningún partido político ni de centro ni de izquierda; ni con la política en su conjunto. Debemos aliarnos doctrinariamente con los ciudadanos que sufren por el sobreendeudamiento y los abusos del sistema financiero. Con aquellos que se desvelan por no encontrar trabajo por estar en Dicom, por aquellos padres que ven como sus hijos carecen de oportunidades educativas.
En fin. Esta Concertación debe abrir un profundo debate sobre las banderas que levantaremos para este nuevo Chile. Un debate de ideas, de contenido y sentido de país. Y para que esas ideas, planes, programas constituyan un manifiesto común debemos retornar al sentido que nos dio origen, reconocernos diversos con un objetivo común, lograr reconquistar la confianza ciudadana sobre la base de propuestas de futuro y que éstas tengan viabilidad política. Para ello requerimos de la constitución de mayorías que no obtendremos si se insiste en anteponer las diferencias a las coincidencias y la división por sobre la unidad electoral.
Si el objetivo es reconquistar la mayoría, parece acertado exigir cambios en las formas de enfrentar las alianzas con miras a los procesos electorales, ya que el actual escenario parece insuficiente. Pero esos cambios deben plantearse para expandir el ámbito de representación y no para reducirlo. Excluir a un sector que hoy por hoy constituye el limite de las coaliciones existentes parece arriesgado por su eventual cooptación por parte de la nueva derecha, lo que consolidaría el escenario minoritario. Así entonces, crear una nueva fuerza que camine por la ruta de la minoría no parece políticamente acertado, salvo en cuanto se persiga un objetivo diverso y desconocido hasta ahora”.
(*) Felipe Harboe es diputado PPD por el Distrito 22, Santiago. Integra las comisiones de Constitución, Legislación y Justicia; Seguridad Ciudadana y Drogas; y Minería y Energía. Preside además la Comisión Especial de Protección de Patrimonio Histórico y Cultural. Fue subsecretario del Interior de los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. Es bloguero estable de El Dínamo.