Diálogo de ciegos
Ambos optaron por eslóganes inflados y fórmulas ya vistas mil veces. Los inmigrantes fueron tratados como muebles que se reubican. Los delincuentes, como residuos que deben barrerse bajo la alfombra.
Ambos optaron por eslóganes inflados y fórmulas ya vistas mil veces. Los inmigrantes fueron tratados como muebles que se reubican. Los delincuentes, como residuos que deben barrerse bajo la alfombra.
El diagnóstico apocalíptico (Chile cayéndose a pedazos) ha sido el caballo de batalla de la derecha liderada por Kast... pero no puede ser contestado por la candidata Jara porque, mal que mal, su gobierno, el de Boric, nació de la misma lógica: que Chile estaba viviendo una crisis profunda e irremediable, un malestar que debía tener como única respuesta un cambio radical que obligaba a renombrar, repoblar y reconstruir. ¿Seguimos en lo mismo, pero justo al revés?
¿Le funcionará a Jeanette ser una especie de periodista aguja que empuja a ese falso hombre tranquilo que es José Antonio Kast a salir de sus cabales?
Por primera vez ese hombre tranquilo que hizo casi siempre lo que debía hacer, es un rebelde. No deja de ser una sensación nueva que no puede dejar en su fuero interno de gozar intensamente.
Hace muchísimos años, entre 1967 y 1979, existió un famoso programa de televisión, conducido por Enrique Bravo Menadier (con Firulete, Marta Blanco y el cura Alfredo Ruiz Tagle como jurados), que consistía en adivinar quién era el verdadero personaje que se escondía detrás de un nombre. Siguiendo esa línea, nuestro columnista intenta desentrañar a la gran sorpresa de las últimas elecciones, al hombre de la sonrisa eterna que parece no haber salido nunca de los ochenta, al doctor en finanzas que ha demostrado, en el manejo de las suyas, una torpeza ejemplar. Torpeza que contrasta con esa imagen de éxito personal que ofrece como promesa a sus seguidores. Parisi, partamos por eso, es un seductor. Y el chileno seducido sabe que no todo lo que les ofrece es verdad, pero cree —o quiere creer— que una parte del paraíso negado por las elites está ahí, a la vuelta de la esquina. Vamos viendo.
¿Ni de derecha ni de izquierda? No. Muy de derecha y muy de izquierda, pero nunca donde los demás lo esperan. Ese es el voto de Parisi: un grito de independencia radical que, como la Penélope de Serrat, mira a los candidatos que llegan sonrientes a la estación y les dice, uno tras otro: “Tú no eres el que espero”.
La política, que por un momento pareció un reality con demasiados concursantes, volverá a ser bipolar, predecible, controlable. Se acabará esta proliferación de personajes que saben que van a perder pero insisten en estar ahí, como si la condición misma de su existencia fuera la visibilidad.
Cuando esta revista salió al ruedo, hace ya siete meses, la batalla presidencial parecía sentenciada a favor de Matthei y Tohá. Pero, como usted habrá notado, con el tiempo las cosas fueron cambiando. Mucho. Tras entrevistar y perfilar en su momento a los ocho candidatos, nuestro columnista analiza cómo se fueron convirtiendo y qué les fue pasando hasta llegar a la meta este fin de semana.
Las transformaciones de Evelyn han cumplido con el propósito de demostrar que está dispuesta no a todo pero sí a mucho para llegar a gobernarnos.
Noguera representaba muchas cosas que yo solía mirar con desconfianza: la Universidad Católica, el teatro serio, la solemnidad escénica. Pero bastó un minuto de conversación para que todo eso se desmoronara. Su sencillez era radical. No fingida, no resignada: una forma de inteligencia.