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26 de Febrero de 2016

Pedro Ruminot patinó en hielo fino: “Me puse muy nervioso en el bis y me compliqué”

La presentación de uno de los pioneros del stand up en Chile fue por lejos la más polémica: Se llevó una dividida gaviota, un colega lo reventó, y provocó una batalla campal en Twitter.

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Partió bien. Y era difícil. Porque volver a tocar la tecla de decir que los políticos son corruptos y nos están robando hasta el alma, que Sebastián Dávalos es un sinverguenza, y que en Chile hay muchos desastres naturales, era por un lado, apostar al caballo ganador. Hacerle cosquillas al monstruo donde más le gusta.

Pero también podía pasar que chiste repetido sale podrido. Era en realidad un riesgo, un arma de doble filo, pero al mismo tiempo una tentación inevitable. Y además, prácticamente la columna vertebral de las rutinas de stand up enfrentadas a la masividad. Honestamente: Ruminot la tenía difícil.

Natalia Valdebenito

Edo Caroe había puesto la vara alta. Rodrigo González salió airoso porque se ganó la simpatía del respetable. Valdebenito, se sabe, la sacó del estadio. Ruminot- ¿su archi enemigo?- tenía una doble misión: ganarse al público y ganarle a su ex colega del “Club de la comedia”.

Partió rebién. Adaptando su guión a lo que había pasado el mismo día, con la reacción del mundo político a las rutinas de sus colegas, metiendo farándula, harto autobullying, y apoyándose en su historia personal, haciendo reír y también emocionando. Buscando, creando, empatía.

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Logrando hacer reír pero nunca con la contundencia de Caroe ni Valdebenito. Nunca tampoco con la simpatía que logró González a quien le jugó a favor ser un “desconocido”. La figura de Ruminot, se sabe, divide aguas. A muchos les cae bien, pero a muchos también les cae mal. También pisó hielo delgado- y varios estaban esperando que se cayera al agua entumida- como con los chistes sobre Jesús, que ante un público así de grande, donde por probabilística es imposible que no hayan muchos católicos y cristianos, corren el riesgo de aterrizar pésimo.

Así llegó al final de la rutina. Y aunque probablemente la opinión estaba dividida, se le entregó la gaviota de plata, desatando la furia de otro ex colega, Pato Pimienta que hizo público su desacuerdo con el premio, en un acto arriesgado.

Después, consultado al respecto, Pimienta dirá: “Creo que le hicieron un flaco favor los animadores dándole la gaviota porque efectivamente el público no la pidió y eso hizo que se le pusiera en contra (el público). Lo otro, es que creo que la rutina debió terminar ahí”.

Pero aunque el item gaviota debatible, la actuación de Ruminot hasta ahí estaba a prueba de balas. No se había ni acercado a la solidez de Caroe ni Valdebenito pero había sorteado el enorme desafío con oficio e inteligencia. El problema vino cuando le pidieron el bis. Ahí lo mataron. Porque primero los animadores lo emocionaron y ahí- me imagino- uno se desarma. Ruminot agradeció a su esposa, familia, amigos, a todo el mundo. Y confesó que necesitaba con urgencia ir al baño.

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Pero tuvo que seguir. Semi-obligado. Y se notó. El bis estuvo para el olvido. Tiró a la velocidad de la luz un segmento de crítica a cómo los medios infunden miedo, y luego uno de los extraterrestres llegando a Chile, mientras se apretaba una mano contra la otra en una señal inequívoca de que lo único que quería era irse. Hasta que se fue, literalmente corriendo.

Una vez abajo, analizó: “Me puse muy nervioso en el bis. Me emocioné y me compliqué”. Reconoció que el plan era terminar la rutina luego de la primera gaviota. Dijo que lo desconcentró ver a gente parándose de sus asientos, y que hubiera uno que otro problema con el sonido. Dijo que las pifias no las escuchó.

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Al final de la conferencia de prensa, los periodistas le preguntaron sobre Natalia Valdebenito, que había dicho que pese a la mala onda existente, estaban en una “tregua”. Medio molesto (a principios de semana al comediante la periodista Scarleth Cárdenas había sacado una pelea de hace cuatro años) Ruminot contestó: “Para que exista una tregua debe haber una guerra. No existe una tregua, no es como que acordamos algo. Sobre eso no tengo nada que decir. Si alguien dice ‘oye hagamos una tregua’ en su cabeza sola, buena onda, pero no necesito una tregua”.

Después de eso, en Twitter se generó una insólita pelea entre los que lo apoyaron y los que celebraron su complicado paso por la Quinta. Si Ruminot caminó sobre hielo fino, abajo las aguas estaban turbulentas y divididas.

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