“Nadie me enseñó esto en el colegio” o “si hubiera sabido esto antes” son frases muy comunes cuando surgen temáticas acordes a finanzas en conversaciones cotidianas. Y es que, aunque la economía y el dinero están presentes en prácticamente todos los aspectos de nuestra vida diaria, su enseñanza formal sigue siendo escasa y, muchas veces, incomprensible.
Actualmente existen iniciativas que buscan promover la educación financiera desde la infancia, con talleres, cápsulas educativas o juegos interactivos, para así volver más lúdico este aprendizaje que a veces se vuelve muy tedioso para algunos. Sin embargo, la mayoría de estas acciones siguen estando fuera del currículum escolar obligatorio. Es decir, dependen de voluntades externas, sobre todo si el colegio lo considera relevante o si una entidad se acerca con una propuesta.
El problema es que este enfoque no alcanza. A pesar de los avances, los resultados hablan por sí solos: según la última Encuesta de Inclusión Financiera del Banco Central, un 60% de los chilenos y chilenas declara no entender conceptos financieros básicos como tasa de interés, inflación o endeudamiento. Otro estudio del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), reveló que uno de cada cuatro adolescentes chilenos no tiene habilidades financieras mínimas para la vida adulta.
Es decir, estamos criando generaciones que sabrán multiplicar y dividir, pero que no sabrán leer un contrato de arriendo o entender cómo funciona una tarjeta de crédito.
“Incluso sería interesante ir un poco más allá de la gestión y adentrarse en el mundo de las inversiones, donde es posible multiplicar nuestros ahorros, haciendo que el dinero trabaje por nosotros. Existen diversas maneras de invertir nuestro dinero, dependiendo del perfil de riesgo de cada inversor, podríamos obtener rentabilidades moderadas a elevadas, desde inversiones más conservadoras, como la renta fija, hasta operaciones más complejas, como el trading”, comenta María Agustina Patti, estratega de Mercados Financieros de Exness.
Más que saber ahorrar, se trata de construir autonomía
Enseñar educación financiera desde pequeños no significa entregar una calculadora a los cinco años. Significa, por ejemplo, que aprendan el valor del dinero, qué es una compra responsable, cómo planificar metas o entender que el dinero no aparece mágicamente, al salir del cajero automático, por ejemplo.
Hay países que han incorporado esta temática desde la educación básica, integrándola como una competencia transversal. En Chile, aún estamos lejos de ese escenario. El poco contenido que se aborda tiende a ser teórico, sin conexión con la vida real ni con las decisiones cotidianas que deben enfrentar las personas. Además, persiste un miedo cultural a hablar de dinero en familia. Muchas veces, se considera un tema de adultos, privado o incluso tabú. Pero lo cierto es que mientras más pronto se instale esta conversación, con lenguaje acorde a la edad, con ejemplos reales, con participación activa, mejor preparados estarán niños y niñas para tomar decisiones informadas en el futuro.
Beneficios de una educación financiera temprana
El futuro financiero de un país comienza en la sala de clase o incluso antes, en casa. Inculcar una educación financiera desde la infancia genera una serie de beneficios concretos tanto a corto como a largo plazo. Enseñar a los niños a manejar el dinero favorece una mayor independencia financiera en la adultez, mejora la capacidad de planificación, reduce el riesgo de endeudamiento y de caer en estafas, y fortalece la toma de decisiones informadas.
Lo anterior impacta positivamente en la autoestima, la autonomía y el bienestar emocional, ya que los niños que aprenden a administrar su dinero se sienten más seguros y competentes. También adquieren hábitos que favorecen la perseverancia, la organización y una mejor gestión del estrés financiero.
La educación financiera es una herramienta esencial para su desarrollo integral y para prepararlos para los desafíos económicos del futuro. Tutores, madres, padres y educadores tienen la responsabilidad de integrar estos conocimientos en la vida diaria de los niños y niñas, utilizando ejemplos prácticos y adaptados a su edad.