Francia he tenido que enfrentar este miércoles una ola de bloqueos y enfrentamientos en sus principales ejes viales y centros urbanos, en una jornada de protestas contra los planes de ajustes económicos llevados a cabo por el gobierno.
Bajo la consigna de “bloquear todo“, organizaciones sindicales, movimientos sociales y agrupaciones de izquierda han interrumpido el transitar habitual en ciudades como París, Lyon, Marsella y Rennes. Solamente hasta las ocho de la mañana, se contabilizaban al menos 75 personas detenidas en la capital gala.
Los incidentes ocurren luego de la remoción del primer ministro François Bayrou y el nombramiento de Sébastien Lecornu, ex ministro de Defensa, como nuevo jefe de gobierno. La situación política inestable y el rechazo a los ajustes alimentaron una movilización social a gran escala. Se tratan de más de 700 acciones de protesta a lo largo del país, según la Confederación General del Trabajo, uno de los principales sindicatos.
El ministro del Interior, Bruno Retailleau, atribuyó la radicalización de las protestas a la influencia de La Francia Insumisa, el partido de izquierda radical: “Hay una recuperación muy política que sin duda ha conducido a una forma de desmovilización de los que no querían verse mezclados en una instrumentalización. Pero el riesgo son movimientos más intensos“.
La magnitud del operativo policial da cuenta del alcance de las movilizaciones: 80.000 policías y gendarmes fueron desplegados en todo el país para frenar los bloqueos y asegurar el funcionamiento de redes viales, trenes y servicios urbanos.
La tensa jornada pone a Francia en una encrucijada entre el avance del ajuste económico, con un estado benefactor que gasta más de lo que ingresa, y la presión de un movimiento social que tiene la capacidad de paralizar el país. Tanto la respuesta política como las próximas medidas de los manifestantes serán cruciales para establecer el rumbo de una crisis que mantiene en vilo a la sociedad francesa y a la comunidad internacional.