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10 de Septiembre de 2018

Erika Hennings, directora de Londres 38: “No veo un país reconciliado y no quiero reconciliarme”

En julio de 1974 Erika Hennings fue apresada por la DINA y trasladada hasta el Cuartel Yucatán donde se encontraba su ex pareja Alfonso Chanfreau, a quien nunca más volvió a ver. Hoy, a 45 años del Golpe Militar, se desempeña como directora del sitio de memoria Londres 38, mismo lugar en el que fue torturada.

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El último día que Erika Hennings vio en libertad a su marido Alfonso Chanfreau fue el 30 de julio de 1974. Ese día, un grupo de oficiales de la DINA fue a buscarlo a la casa que ambos compartían en la comuna de Independencia y lo trasladaron al Cuartel Yucatán, centro de detención ubicado en calle Londres.

Pero esa no sería la última vez que Erika estaría con él. Al día siguiente, ella fue apresada y llevada al mismo lugar, para ser sometida a torturas con el fin de forzar a su compañero a hablar. Chanfreau formaba parte de la dirigencia del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).

Aunque no se podían ver por estar vendados, Erika recuerda de esos días de espanto que la tranquilizaba saber que Alfonso aún estaba ahí después que eran dejados en piezas separadas: podía reconocerlo al escuchar sus pasos o su carraspera, recuerda hoy a 45 años del Golpe Militar.

El 13 de agosto de 1974, sin embargo, no lo escuchó más. Ese día Alfonso se convirtió en uno de los más de mil 200 detenidos desaparecidos durante la dictadura de Augusto Pinochet y una de las 119 víctimas de la Operación Colombo.

Por su lado, Erika, tras pasar cuatro meses detenida pasando por Tres y Cuatro Álamos, fue expulsada del país y se exilió en Francia junto a su hija Natalia, gracias a la doble nacionalidad de su marido. “Desde que salí del país me vi confrontada a mi rol de testigo. Porque era negada la detención de Alfonso y de muchas de las personas que habían pasado por Londres 38 de las cuales yo sabía habían estado detenidas en mi periodo. Entonces, fui llamada a testimoniar y así fue cambiando mi vida a ese rol, sin yo siquiera darme cuenta. Y me constituí en testigo”, relata.

Conviviendo con otros miristas en una residencia universitaria parisina, Erika se aferraba a dos certezas: no se separaría de su hija y su regreso a Chile sería por la vía legal.

Obstinada, comenzó a visitar recurrentemente la embajada de Chile en París a fin de conseguir un permiso para regresar a pesar de que su nombre ya figuraba en los diarios en la nómina de quienes tenían prohibido el ingreso al país. Esto, hasta que en agosto de 1983 supo por teléfono que podría volver.

En dos meses desarmó su casa y su vida en Francia y llegó a Chile, en donde se incorporó inmediatamente al Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo (Codepu) y a la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD). Junto a otros exiliados que también comenzaron a retormar durante los últimos años de la dictadura, se reunieron y advirtieron la necesidad de articular su testimonio una vez que cayera el régimen.

Así, los “testigos sobrevivientes”, como se denominaron, comenzaron a reunirse con personas que hubieran pasado por los diferentes centros de detención. Erika se reunió con quienes estuvieron en Londres 38.

Esos testimonios reunidos fueron entregados a la Comisión Rettig, mientras que en paralelo se iniciaba el proceso judicial por el secuestro y desaparición de su marido. Esa batalla en tribunales no sólo la haría retornar a Londres 38 sino que además la pondría, a ojos descubiertos, de frente con sus torturadores.

Su regreso a Londres 38 y la larga batalla judicial

La primera vez que Erika Hennings Cepeda pisó Londres 38 no sabía dónde estaba. Pero la segunda vez que caminó sus pasillos, entró a sus baños y recorrió sus escaleras sabía exactamente que eran los mismos espacios en los que ella había estado detenida con la vista vendada.

En marzo de 1991 se realizó la reconstitución de escena por la querella presentada por ella y la familia Chanfreau por el caso de Alfonso, dando inicio al intenso proceso judicial de su causa. Antes, sin embargo, cuando recién había vuelto a Chile, su primera aproximación a la céntrica casona había sido solo desde la puerta mientras le realizaban una entrevista.

“Mira, no tengo recuerdos, probablemente me bloqueé por la emoción, o por lo menos no lo recuerdo”, asegura respecto a su impresión de volver a estar en ese lugar, al que entró junto a otras víctimas, la ministra en visita Gloria Olivares y unos peritos.

“En ese momento la casa estaba ocupada por el Instituto O’higginiano y fue bien sorprendente, porque la jueza nos hizo testimoniar y hablar de los lugares para los peritos, y para la gente que trabajaba ahí éramos como invisibles. Fue bien sorprendente porque ahí nos reencontramos con el espacio y lo reconocimos no obstante habíamos estado con la venda”, señala.

La sala de detenidos, la escalera de caracol, los baños. “Yo puedo con venda hacer ese recorrido”, se decía Erika antes de tener la oportunidad de hacerlo con los ojos descubiertos.

“Yo siempre describía que a mí me habían llevado a un lugar que me parecía era un entrepiso, no me acuerdo si lo llamaba así. Pero era un lugar que estaba justo abajo de donde había estado la primera vez que llegué y en donde estaban interrogando a Alfonso. Yo tenía la memoria y la sensación clara de que había una altura que no era mucha. Y cuando entré con la jueza fue impactante, porque era exactamente como yo lo recordaba y como lo había descrito”, cuenta Erika.

No sería ésta, sin embargo, la experiencia más potente en torno a la arista judicial de su caso en Londres 38.

De cara a sus torturadores

Durante una reconstitución de escena, Erika debió enfrentar directamente a Basclay Zapata Reyes (“El Troglo”), Gerardo Godoy y Miguel Krassnoff (quien llegó con uniforme), y recorrer nuevamente las instalaciones con cada uno de ellos, en su calidad de testigo y de querellante en la causa Chanfreau.

“Para mí era importante, era fuerte sin duda, pero era más fuerte e importante el hecho de poder llevarlos a ellos a ese lugar. ‘Ustedes quisieron exterminarnos, hicieron desaparecer a nuestros familiares, a mi compañero, eran crueles y aquí estamos’, pensaba sin decírselo. Yo creo que esos actos que los jueces hacen, poder confrontarlos, son muy duros pero son muy reparadores. Se requiere acompañamiento y contención, pero como éramos un grupo yo creo que la contención pasaba por nosotros mismos”, recuerda.

En la investigación judicial se determinó que el jefe del operativo que detuvo a Chanfreau fue el subteniente de Carabineros Gerardo Ernesto Godoy García (“Capitán Manuel”), junto a cerca de diez agentes, entre los cuales estaba Osvaldo (Guatón) Romo.

A Godoy, Erika siempre lo recordó con claridad, “estaba de pie en mi living, con bigotes y chaqueta de gamuza” cuando fue a detener a Alfonso. Durante el proceso judicial tras la reapertura del proceso en los años 90, la jueza Gloria Olivares realizó un careo con él.

El primer careo fue muy fuerte porque yo no me había conectado con la humanidad de la persona que tenía al frente, yo me había conectado con un monstruo. Entonces, encontrarme a esa distancia con Gerardo Godoy, que lo reconocí cuando venía caminando. Empecé a verlo y le miré los zapatos, los calcetines y la ropa, y lo imaginé como cualquier ser humano, y ese fue el primer impacto: estoy frente a un ser humano que fue capaz de mantener a cientos de personas en las condiciones que yo viví en Londres 38: sin comida, torturados. Ese hombre que está ahí, con sus calcetines blanquitos, lustraditos sus zapatos, como un ciudadano de bien, fue capaz de eso. Ahí lo humanicé, porque antes era un monstruo, y eso es menos grave tal vez que saber que es un ser humano como yo, mi vecino, mi papá o mi hermano. Fue capaz y es capaz de todavía de mantenerse en eso”, reflexiona la directora de Londres 38.

En una entrevista, Erika aseguraba que “le gustaría” haber sido careada además con el agente que la fue a detener, a quien identifica como Rodolfo Concha Rodríguez, el chofer de Miguel Krassnoff. “Yo persevero en eso”, asegura, y relata cómo una vez buscó tenerlo en frente.

“Cuando fue la reconstitución de escena por la muerte de Miguel Enríquez lo llevaron y yo pude estar cerca porque me fui a meter con una amiga. Alguien nos avisó y llegamos allá. Yo nunca lo había vuelto a ver, siempre tenía la fantasía de verlo. ‘Yo quiero carearme’, le decía a los jueces, a los actuarios. Yo ando por Ñuñoa o Peñalolén y yo sé que él vive por esa zona y voy a un lugar y me parece que alguien es él. Entonces, pasé a la escena frente a la casa, una periodista amiga me avisó donde estaba en la misma diligencia y lo vi, ¡lo vi! Era la persona que me detuvo. 42 años después lo reconocí al tiro. Fue sometido a proceso y condenado por el caso de Miguel Enríquez, pero está libre. Eso implica que yo me lo puedo encontrar, eso es impunidad”, cuenta.

Y agrega: “Parte del proceso de justicia es la necesidad de carearse, no todos pueden, pero yo quiero porque tengo tan presente el momento en que él me fue a buscar. Era un joven pero hizo carrera porque estuvo en la DINA y después siguió en la CNI. No tiene que ver con venganza, si fuera venganza serían otras cosas las que haría, pero es intolerable la impunidad. No estamos hablando de robo o de un asesinato en la vecindad, estamos hablando de la participación en el exterminio de personas, en tortura, y que además permanecen en el silencio respecto a lo que pasó”.

Tras ser amnistiado el caso, Erika abrió una nueva causa junto al abogado Nelson Caucoto y en el relato lo volvió a mencionar.

“Próximamente voy a abrir una causa contra Gerardo Godoy García, que está preso pero no por el caso de Alfonso, y contra este tipo que me detuvo, que es con quien he pedido en innumerables oportunidades que me careen porque yo quiero enfrentarlo, parecerá loco, pero es necesario enfrentar verdades”.

Manuel Contreras, Marcelo Moren Brito, Ricardo Lawrence Mires y Miguel Krassnoff fueron condenados diez años de presidio como autores del delito de secuestro calificado en este caso. Basclay Zapata Reyes fue condenado a tres años y un día como cómplice de secuestro calificado y Gerardo Urrich González fue absuelto.

Un espacio de memoria recuperado

Tras haber sido apropiado por la dictadura en 1973, el inmueble de Londres 38 fue desocupado en 1975. En sus diez meses de funcionamiento, la DINA hizo desaparecer desde allí o ejecutó a 98 personas. Tres años después, la propiedad fue transferida gratuitamente al Instituto O’Higginiano. Tras innumerables manifestaciones y solicitudes intentando relevar el sitio como un centro de detención y torturas, en agosto de 2007 la casona fue recuperada por el Estado a través de una permuta.

“El impacto que yo viví el día que volví a Londres es algo indescriptible. Entonces hoy día estar ahí y poder circular, reunirnos y conversar con otra gente y poder planificar actividades y acciones que vamos a hacer, eso es Londres para mi hoy”, sintetiza su directora respecto al proceso de instalación de la organización que comenzó en 2009.

¿Cómo es su cotidianeidad en ese espacio? Erika cuenta que no va todos los días a Londres 38, sólo los martes no falta, y que el trabajo se apoya fundamentalmente en los equipos que realizan las visitas guiadas y talleres de memoria.

El proyecto Londres 38, explica, no está centrado sólo en la casa o en su historia, sino que intenta dar una nueva lectura a las demandas sociales previas al Golpe de Estado, junto con intentar conectarlas con las actuales.

“Yo ahora puedo estar en los lugares sin tristeza, sin dolores, con asombro también por el solo hecho de estar ahí, porque el proyecto es contenedor. Al comienzo cuando tuve la primera reunión, cuando se había ido el Instituto O’higginiano, hicimos una reunión, me acuerdo que estaba la Diamela Eltit y otras personas, no éramos muchas, y yo ahí… me costó. Porque cuando fui con la jueza estaba activa, era enfrentar a los agentes, en alerta, dando testimonio. Aquí, estaba instalada en el espacio, sentada en una silla durante la reunión, tal como había estado sentada durante mi detención”.

“Soy militante de temas de memoria y los derechos humanos”

Al momento de su detención, tanto Alfonso como Erika eran militantes del MIR. Hoy, asegura, no militaría en ningún partido político. “Yo soy militante de temas de memoria y los derechos humanos. No tengo ningún partido en el que podría militar ni en el Frente… Amplio”, comenta entre risas, y agrega: “Ahora siento que pertenezco a un sitio de memoria, que es político también. En ese sentido creo que tengo un rol a través del proyecto de Londres 38 de aportar al proyecto político del país. Siento que estamos tratando de contribuir a la justicia, a la verdad, y a la lucha por los derechos con este proyecto que es político, porque la memoria es política. Ahí yo he logrado encauzar mi ser político y también he logrado resignificar el espacio para mí”.

-¿Qué significó en tu vida el 11 de septiembre de 1973 y cómo interpretas ese acontecimiento 45 años después?

-El 11 de septiembre de 1973 fue un golpe, un golpe al corazón, un golpe a la lucha, y un golpe muy, muy fuerte social y personal. A partir de ahí significó un cambio brutal en mi proyecto de vida: enfrentarse a la derrota, a la maldad. Yo soy bien conectada con las emociones y salvo algunos días, como el que tomaron preso a Alfonso, me conecto con esas emociones. Estos 11 son muy movidos, de mucho accionar, entonces hay emoción y razón conjugados para poder responder al desafío que implica conmemorar 45 años. En este contexto además de negacionismo, de borradura, de impunidad, ese es el desafío: poder responder a ello ojalá con energía, porque yo soy enérgica pero igualmente me canso.

-¿Crees que como país hemos hecho esa misma reflexión respecto de la dictadura? 

-Yo haría una distinción entre generaciones. Está la generación afectada directamente, que probablemente está muy dividida aún, con mucha odiosidad por parte de la derecha, que fue protagonista directa, por acción u omisión, de todo lo que sucedió. Y de nuestro lado yo creo que aún está muy presente esa historia represiva, de pérdida, y no hay muestra de que ello haya cambiado sustantivamente. Aún hay impunidad, no hay derechos, hay discriminación, o sea, aún vemos que todo por lo que luchamos no se ha logrado.

Y luego, las generaciones que nos siguen, nuestros hijos, también están afectados como sus padres o abuelos, y no veo todavía posibilidades de reconciliación. Y los más jóvenes, por decirlo de alguna manera están, entre comillas, más limpios y más frescos respecto de la lucha. Ven estas luchas y aunque no están conectados con lo que pasó sí están conectados con las consecuencias: segregación, desigualdad, impunidad, que la viven a nivel de educación, de la discriminación. Yo no veo un país reconciliado y yo en lo personal no quiero reconciliarme.

-¿A qué te refieres con que no te quieres reconciliar?
-Es que ¿con quién me voy a reconciliar? Aún hay mucha odiosidad, yo creo que aún falta mucho para que haya mayor encuentro. Y, en realidad, no sé si es tan necesario. No sé qué es lo que se visualiza cuando se habla de la reconciliación si en la vida hay diferencias y claro, uno no va a andar matando a la gente. Y la gente de derecha, los responsables, tienen mayor odiosidad en ese sentido, de provocar. En la Villa Grimaldi, han ido a Londres también, y han puesto “Viva Pinochet” o han llegado en las visitas guiadas. A mí me gustaría entender qué es lo que piensan, qué es lo que se ve, cuál es el imaginario de la reconciliación. ¿Que yo me siente con la familia de Krasnoff? No sé, es imposible, no logro entender lo que se pide cuando nos están diciendo que el país tiene que reconciliarse, no lo logro visualizar. Yo tengo rabia, pero la manejo. Yo no ando escupiendo, aunque ganas me dan, pero soy más ecuánime. Yo siento rabia al nivel del cuerpo, y probablemente el daño me lo voy a hacer yo pero mala cuea.

-¿Cómo te parece que ha sido el rol de la justicia en el proceso post dictadura?

-Yo creo que el Poder Judicial ha hecho tal vez más que lo que han hecho los gobiernos, porque a pesar de las limitaciones que han tenido, como la ley de amnistía, la justicia militar, los pactos de silencio que no ha sido posible romper, han continuado con las investigaciones, han sometido a proceso, han condenado. A bajas penas respecto al delito de lesa humanidad y desaparición forzada eso sí, y claro, últimamente han dado libertades condicionales a quienes han cumplido pocos años de condena, en fin, eso no contribuye a la posibilidad de siquiera pensar en cierta paz, en cierta reconciliación. Pero mayor responsabilidad tiene, por ejemplo, el Poder Legislativo que no ha decidido legislar respecto de las libertades condicionales. Y para que decir el gobierno que tiene responsabilidad también, en cómo aborda los temas de memoria y de derechos humanos, incluso respecto a los desaparecidos en democracia, como José Huenante. Respecto a ese caso, ¿qué se ha hecho? Los carabineros están ahí. Hay varios desaparecidos en democracia y ahí también tiene responsabilidad el gobierno, no digo que los hayan mandado hacer desaparecer mediante una política de desaparición como fue en la época de Pinochet, pero no se ha hecho nada respecto de eso. Entonces hay responsabilidades del Estado, de los tres poderes del Estado complementariamente, para que hoy no haya justicia. Las investigaciones por otra parte no avanzan respecto a las personas desaparecidas, las condenas son porque a las personas las detuvieron, pero no hay ningún avance respecto a la verdad. En los distintos gobiernos, de la Concertación, de la Nueva Mayoría y de Piñera, no ha habido llamados para que se rompan los pactos de silencio. Al contrario, los ex ministros de Justicia Campos y Gómez han reforzado esta idea diciendo que no hay pactos de silencio. Una mesa de diálogo por otra parte que entregó información falsa en su mayoría. Entonces, no ha habido voluntad política para poder superar, aunque suene negativa o pesimista, pero yo creo que es la realidad la que muestra esto.

-¿Cómo se articula la campaña Toda la Verdad, Toda la Justicia en este contexto?

-Nosotros pensamos esta campaña porque está la idea de que Chile es uno de los países en donde más justicia hay; sin embargo, nosotros sabemos que no se ha avanzado nada y que se van concluyendo las investigaciones por detenidos desaparecidos, van cerrando, van teniendo condenados, los mismos de siempre, la cúpula, con penas muy bajas que fueron subiendo de a poquito los últimos años. De mil trescientos y tantos sometidos a proceso, sólo un centenar están condenados. ¿Qué justicia es esa? Y sobre la verdad del destino de las personas desaparecidas, menos del 10% son personas que han sido encontradas e identificadas, o sea, nada.

-¿Cómo crees que ha sido el rol del Estado respecto a los sitios de memoria?

-Yo creo que no hay una política desde el Estado respecto de lo sitios, no obstante está escrito en los informes Valech y Rettig. Nosotros tenemos financiamiento, pero los otros sitios nada, no tienen recursos. Ha sido bien deficiente la política en torno a la recuperación de estos espacios. Ha habido muchos de ellos que han sido declarados como patrimonio pero no hay recursos, entonces es muy difícil llevar adelante un proyecto sin recursos. Y le compete al Estado, a nuestro juicio, una política de memoria y reparación.

-¿Qué opinas de la acusación constitucional en contra de los ministros de la Corte Suprema?

-Es complejo, porque efectivamente nosotros tuvimos durante muchos años ministros y salas de la Corte Suprema muy malas, en el sentido de que sus integrantes cerraban causas con bajas condenas, con libertades. Pero no sé si es como para que sean acusados, para que salgan de esa manera de la Corte, de verdad. Yo creo que ha habido y van a quedar ministros mucho peores, que han sido cómplices de la impunidad. No sé si hay elementos más políticos que jurídicos, pero así mirando quienes son los acusados, yo no apoyaría la acusación constitucional. Apoyando y queriendo mucho a la Carmen Hertz, yo no firmaría la acusación constitucional. A mí me parece que crímenes de esta envergadura, crímenes de lesa humanidad no debieran tener ningún tipo de beneficios. Creo que no ha habido ningún avance hacia la verdad, nunca han colaborado, no hay arrepentimiento, al contrario.

-¿Viste la campaña del Partido Socialista Vivos/Recuerdos? ¿Qué te pareció?

-Es bien dramática, cuando la vi casi me morí. Yo entiendo que hay un compromiso en esa apuesta, que hay una buena intención de dar a conocer, de provocar, pero yo no comparto esa propuesta porque primero, las personas están muertas, entonces no es lo mismo que una niña que se perdió o desapareció en circunstancias que nadie sabe y que trabajen porque no hay ninguna certeza de que a la niña la mataron y que trabajen su perfil por si alguien la ve a cómo está hoy día. Pero en este caso, a 45 años, las personas están muertas. No han dicho cómo, no han dicho dónde ni cuándo, pero están muertas. Entonces creo que incluso esto puede prestarse a confusión, a decir ‘bueno, quizás hay que buscarlo’. Yo creo que no reflexionaron mayormente los jóvenes que hicieron esa propuesta, yo creo que había una muy buena intención, no me cabe duda, pero fue tal vez irreflexiva.

-¿Te imaginas cómo sería hoy Alfonso?

-Yo de repente veo a alguien en la micro y digo… casi que quiero seguirlo un ratito. Pero yo sé que está muerto, pero esa es la fantasía de la desaparición. Yo tengo mi fantasía con Alfonso, de pronto puedo ver a un señor que puede tener algo, la figura de él, y digo ‘¿será?’, porque como no te han dicho cómo ni cuando murió. Pero, por ejemplo, mi nieto mayor de 16 años, Víctor, es muy parecido a él físicamente y además es muy político, y hoy es militante, muy comprometido. Además, va a ser alto, como Alfonso. Mi otro nieto, además, se llama Emilio, que era el nombre político que tenía Alfonso. Yo lo veo a él en ellos.

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