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14 de Abril de 2015

Galeano y la izquierda que dejó de hacerse preguntas

"Para mí Eduardo Galeano representó a quienes no entendieron que no había opción de dejar de hacerse preguntas aunque viéramos gobiernos que se sostenían en consignas que nos parecían agradables".

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

La muerte de Eduardo Galeano ha enlutado a gran parte de una generación que lo siguió, que lo leyó y lo disfrutó. Otros también lo recuerdan por sus relatos futbolísticos y su eterno amor a ese deporte. Para ellos mi respeto, aunque yo no comparta en absoluto el fervor por su obra.

Para mí Galeano es el fracaso del replanteamiento real de quienes pensamos de manera progresista y el triunfo de la melancolía por sobre la autocrítica. Porque en sus frases nunca hubo autocrítica ni menos defensa de un proyecto, sino más bien de una idea, de una especie de paraíso que estaba solamente en su mente literaria.

Don Eduardo siempre creyó en ese mundo de blanco y negro en el que solamente creen los que no ven la realidad, sino que pasan por sobre ella con una pluma ciega y poco receptora. Tanto así que cuando pudo abrir los ojos y ver a un Chávez autoritario y desquiciado, solamente vio a un nuevo Bolívar, a un salvador de las ideas en las que tanto él como muchos creemos. Sólo que algunos sabemos que enaltecer a figuras por sobre ideas, muchas veces, logra que los proyectos pasen a segundo plano y los efectos brillantes del caudillo nos nublen la mirada.

Galeano tuvo la mirada nublada y ayudó a que muchos también perdieran de a poco la nitidez de la información bañándola de la melosa melodía de palabras que embriagan nuestra visión sobre lo que es realmente de izquierda. Ya que la sola idea de combatir las mentiras del imperialismo lo convirtió a él, y a mucho otro personaje, en la carnada perfecta para éste, ya que representaba justamente ese izquierdismo que los gringos inventaron.

Hay algo que no cuesta mucho mirar, y es que si no estás de acuerdo con el neoliberalismo, no por eso debes estar sí o sí con todo proyecto de izquierda aunque sea un hecho que lo está haciendo mal. La Guerra Fría y las salvajadas de la Unión Soviética nos recordaron que hay un punto intermedio y que no por combatir las necesidades de imperio de Estados Unidos, debíamos necesariamente aplaudir el autoritarismo feroz de los rusos. Eso Galeano no lo entendió acá en Latinoamérica. O simplemente no lo vio. Al contrario, basó su análisis de los nuevos regímenes en la eterna idea de bloqueos comunicacionales que claramente ocurrieron de parte del gigante del norte, pero que no por eso debían callarnos en relación a lo que sucedía dentro del Chavismo, entre otras corrientes latinoamericanas.

Lo que veo en la obra de este escritor no son más que respuestas para lectores que no quieren hacerse preguntas. Para personas que quieren asesinar una forma de pensar el mundo al no replantearla, quedándose así con una melancólica revolución cubana que no resultó y que-aunque no se diga- muchos tratan de repetirla una y otra vez en sus cabezas como si hubiera funcionado. Como si no se hubiera transformado en una dictadura con tintes bastantes derechistas después de todo.

Lamentablemente esto es el resultado de la incomprensión que muchos tienen con respecto a la labor del escritor, del hombre que se pregunta la veracidad de sus pensamientos hasta que está seguro de lo que piensa, y si sucede lo contrario los refuta. Es creer que un pensador es un militante, cuando lo cierto es que el único partido de un hombre que piensa son sus ideas y la capacidad que tiene de sostenerlas o dejarlas. Sobre todo si es que busca cuestionar al poder.

Insistiendo en mi respeto al ser humano y a quienes lo leyeron y disfrutaron, debo decir que para mí Eduardo Galeano representó a quienes no entendieron que no había opción de dejar de hacerse preguntas aunque viéramos gobiernos que se sostenían en consignas que nos parecían agradables. Porque una vez que dejamos de lado la curiosidad, dejamos de lado también las perspectivas de futuro y justicia.

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