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18 de Diciembre de 2015

Lecturas Específicas: La rebelión de la desconfianza

La crisis de confianza es porque no nos conocemos, porque vivimos en guetos no sólo físicos, sino además de redes de amistades, de trabajo e incluso mentales.

Por Ernesto Evans
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Ernesto Evans es El Dínamo.

La Real Academia de la Lengua define la confianza como la “esperanza firme que se tiene de alguien o algo”. Es decir, la fe ciega, -creencia indudable-, que algo va a suceder o que alguien siempre va a ser de una determinada forma. Hay varias mediciones sobre la confianza. La última encuesta CEP preguntó si la Presidenta da o no confianza. El resultado fue que a un 64% de los encuestados no le da confianza. O sea, hay mucha gente no espera algo de ella. Y esto no es un tema personal. Involucra al afecto primario de los ciudadanos hacia la más importante institución y poder público: la Presidencia de la República. La desconfianza de las personas hacia el parlamento es igual o peor, o respecto del poder judicial.

Por otra parte, en la medición de la Confianza de los consumidores también vemos un deterioro, la que puede estar afectada por distintas variables: la percepción que tengo de mi propia capacidad económica, la que tengo del mercado o del comercio. En la última ENADE2015, la Presidenta habló que “Chile está experimentando un deterioro de las confianzas”, diagnóstico acertado salvo por un punto: es el deterioro de algo que históricamente ha estado dañado. Luego, hay desconfianza hacia los poderes públicos, hacia el funcionamiento del mercado, incluso hacia los empresarios, sazonado esto por la colusión.

Sostengo que, en Chile, la crisis de confianza es porque no nos conocemos, porque vivimos en guetos no sólo físicos, sino además de redes de amistades, de trabajo e incluso mentales. Mi tesis es que una causa importante de la desconfianza es el desconocimiento que tenemos los unos de los otros.

Para comenzar, las personas que toda la vida han trabajado en el mundo público, no conocen al mundo privado, y muchas veces cimientan sus malos juicios sobre supuestos. Y al revés, muchas personas que han trabajado de forma independiente o en alguna empresa, no conocen el mundo público, no lo valoran, más bien lo rechazan, y piensan que son burócratas, apernados o incompetentes.

Hay personas que desconfían de una institución o una religión, pero cuando conocen de cerca a alguien que trabaja o profesa esa fe, cambian su percepción. A veces nos llegan juicios que “esta persona es así o tiene estas características”, pero cuando hemos tenido la experiencia de interactuar con ese sujeto, modificamos la opinión, y podemos incluso llegar a confiar es él. Eso, -que pasa con las relaciones con otras personas-, ocurre también con el poder, con la percepción que se tiene de Ministros o políticos. Cambia la percepción cuando hay un conocimiento más directo.

Luego, una de las causas de la desconfianza se da porque se siente a esos grupos como algo ajeno. Nos faltan lazos entre distintos mundos. Quienes han tenido la oportunidad de trabajar en el mundo púbico y en el privado, de tener amistades ricas o con menos ingresos, pueden constatarlo. Lamentablemente tendemos al “guetismo”, tanto en las relaciones interpersonales como de trabajo. Hay estudios sobre las “redes de directorios de empresas” en Chile, que ponen una alerta sobre lo escaso, casi inexistente, que son las personas distintas en los gobiernos corporativos. Lo común es encontrar gente con las mismas profesiones (ingenieros, abogados, contadores), incluso de las mismas universidades, colegios o tendencia política. Eso, al final, perjudica la innovación porque todos piensan, más o menos, parecido. Lo mismo pasa en los partidos políticos, donde la distancia que se da con el ciudadano común es cada vez mayor, y arrasa “Mr. ninguno” a la hora de identificarse con alguien. Ocurre también con las entidades que tienen que fiscalizar, que piensan que si no hay mano dura, las empresas se salen de control, abusan o cometen irregularidades. Y la entidad fiscalizada que también desconfía del que lo asecha, como si fuera un burócrata enemigo.

Surge la rebelión de la desconfianza, que está penetrando a una masa de personas que ve estos grupos de la élite, de políticos, empresarios, jueces e incluso altos ejecutivos de empresas, como entes lejanos, totalmente desconocidos.

El desconocimiento mutuo nos puede llevar más allá de la desconfianza, a la lucha de todos contra todos. “Bellum omnium contra omnes”, como escribía Thomas Hobbes, para hablar del estado de la naturaleza humana. El filósofo español Eugenio Trias ha escrito sobre las consecuencias que ha tenido para el mundo la concepción de Hobbes, de un Estado como un Leviatán que nos defienda de unos contra otros, de la desconfianza y el desconocimiento. “Se elige por contrato y pacto (de todos) esa que entroniza como Único Poder, unilateral, sin compensador, al Leviatán. Se acaba así con el estado de naturaleza y con la guerra de todos contra todos, pero a costa de la más gravosa de las servidumbres..”(El Poder y su Sombra, Trias).

La más gravosa de las servidumbres es una sociedad anestesiada, drogada o sonámbula frente al poder estatal que lo quiera controlar todo, sencillamente porque no generamos puntos de encuentro, porque nos ganó el desconocimiento, la desconfianza ¿podremos hacer algo?

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