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5 de Mayo de 2017

Piñera y el baile de los mismos

"Pero escuchar a Piñera referirse al Frente Amplio como el extremismo que Chile no necesita es una vuelta sutil a los aires de la campaña del Sí el 88".

Por Pato Cuevas
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Pato Cuevas es Periodista autónomo, profesor malhablado.

Este es un gran baile que se viene repitiendo desde que el mundo es mundo y donde siempre participan los mismos invitados. Se pelan entre ellos, se revuelcan entre todos. Luego se odian. Se vuelven a pelar, y luego se saludan sonrientes. Hasta se sacan fotos, aunque se traicionen. A veces llegan a ponerse de acuerdo en algo, pero al rato uno de ellos, con la inspiración de un tercer participante, hace la desconocida. Y vuelven a traicionarse. Y luego se revuelcan de nuevo. Culposos. Endogámicos.

Así es la clase política chilena. Un baile con los mismos invitados siempre. Una partusa con miembros envejecidos, seniles, olvidadizos. Un grupo de personas que no quiere que nada cambie. Una fiesta aburrida a puerta cerrada. Un grupito que tiene una idea obsoleta de lo que significa celebrar.

A este baile llega un joven hermoso pero que no está vestido como los demás esperarían. Su informalidad, sus gestos salvajes, despiertan la atención. Se mueve con libertad, incluso con lascivia detrás de sus modales toscos. A la luz se ve desaseado. En la oscuridad resplandece su encanto. Es atractivo, pero pocos lo reconocerían. Algunos incluso tienen ya ganas de revolcarse con él, porque les recuerda algo que alguna vez quisieron ser.

Este joven es el Frente Amplio. Y cuando el Frente Amplio comienza a disfrutar de la fiesta, los invitados eternos se percatan que las posibilidades de que se quede son cada vez más reales. Y lo que complica más a los invitados vitalicios es que el Frente Amplio se quiere quedar a cambio de que algunas reglas cambien. Tiene perso el Frente Amplio; tanta que todavía no decide cómo vestirá de ahora en adelante y lo reconoce con desvergüenza.

El invitado más importante, o al que se le atribuye más poder en esos momentos al menos, es Sebastián Piñera, que por primera vez siente una amenaza real de que este baile no juegue a su favor y que este intruso desordene todo, o lo que es peor, intente cambiar los rituales que él domina tan bien y que costó tanto tiempo establecer. La otra invitada con poder (básicamente porque contó que corría sola) es Carolina Goic de la DC. Pero ahí está sentada, esperando que la saquen a bailar, y observa con cierto celo la prestancia y comodidad del recién llegado. Alejandro Guillier, un invitado reciente que parece que siempre estuvo en este baile, anda con dos acompañantes pero quiere parecer que anda solo. Tampoco decide si tomar espumante o vino tinto.

Entre el hito de la recaudación de firmas del Frente Amplio, la salida de la DC con candidata propia y las declaraciones del candidato Piñera hablando del extremismo de los primeros, se instaló un escenario de incertidumbre que hasta hace un tiempo no hubiésemos considerado en la previa de la carrera presidencial. Llegó gente nueva al baile y entró sin que los organizadores se percataran mientras discutían los cuoteos de siempre. Puede que sea cuento repetido y las cosas se diluyan y los que simpatizan y no votan den sólo la impresión de que pasaba algo.

Pero escuchar a Piñera referirse al Frente Amplio como el extremismo que Chile no necesita es una vuelta sutil a los aires de la campaña del Sí el 88.

Es el mejor síntoma de que la carrera presidencial no está decidida y que hay un factor novedoso y sin precedentes. El final de la fiesta es incierto. Dan ganas de meterse por la ventana a mirar al menos.

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