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20 de Marzo de 2018

¿Existe el centro político en Chile?

El punto es que no basta decir soy de centro o estoy en el medio, porque ese espacio se define más por lo que no es, que por lo que es

Por Mariana Aylwin
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Mariana Aylwin es Profesora de origen, política por vocación y a mucha honra. Directora Corporación Educacional Aprender.

Fue el tema del seminario convocado por la Fundación Adenauer, Plural y El Dínamo. Se trata de un asunto controvertido en muchas partes. Hay cientos de artículos en Google en que la tesis más generalizada es que no existe. Sin embargo, en Chile hay evidencias contundentes para sostener que sí existe. En primer lugar ¿cómo podría explicarse que en las elecciones los candidatos apelen al centro político si éste no existiera? En segundo lugar, las encuestas muestran que cerca de un tercio de la población, cuando le preguntan sobre el espacio político en que se sitúa, se ubica en el medio. Mucho más alto que en la derecha (20%) y que en la izquierda (16%), aunque la adhesión al centro y a la izquierda ha bajado y, en cambio, han subido la derecha y los que no quieren situarse, que son la mayoría (CEP, Oct. 2017).

Por último, en Chile tradicionalmente ha habido tres tendencias políticas, más claro en el siglo XX, con el Partido Radical y la Democracia Cristiana sucesivamente y que tuvieron amplio respaldo popular.

El punto es que no basta decir soy de centro o estoy en el medio, porque ese espacio se define más por lo que no es, que por lo que es: ni izquierda ni derecha, ni socialismo colectivista ni liberalismo sin frenos, ni estatista ni mercantilista, ni rupturista ni conservador. Ni chicha ni limonada, dicen algunos, ambiguos. Puede ser. Pero el centro representa una cultura marcada por el anhelo de un cierto equilibrio.

Por cierto que ningún movimiento político se puede constituir sólidamente a punta de negativos. Por eso, quienes han logrado construir partidos en el centro político, han llenado ese espacio de contenidos –doctrina, ideología y propuestas- que le han hecho sentido a grandes mayorías. De allí también que los partidos de centro en Chile no hayan sido meros articuladores, ni bisagras o funcionales, sino que- en sus apogeos- fueron vanguardia, con fuerte identidad y estrategias que les permitieron impulsar– solos o acompañados- grandes transformaciones en el desarrollo del país.

Es interesante además que el centro en Chile se ha manifestado dentro del mundo progresista. La última expresión de una política centrista fue la Concertación. La Democracia Cristiana y los partidos de izquierda democráticos fueron capaces de dar gobernabilidad, con crecimiento económico y avances sociales sustantivos, manteniendo alto apoyo popular durante 20 años.

Pero el centro político tal como lo conocimos, se desdibujó durante los gobiernos de Piñera 1 y la Nueva Mayoría. Los partidos de la Concertación renegaron de sus avances y leyeron equivocadamente que la historia venía del lado de la ruptura “del modelo”. Fueron absorbidos por una izquierda avergonzada de la socialdemocracia y una Democracia Cristiana dividida y despojada de identidad. Paradojalmente el gobierno de la NM terminó entregando a la derecha la oportunidad de interpretar esa cultura centrista. El 55% de apoyo a Sebastián Piñera no es de “derecha”. El electorado cruzó el cerco marcado por la posición frente a la dictadura. Que Renovación Nacional sea el partido más grande de Chile, incorporado a la Internacional de Partidos de Centro, que Evópoli se haya constituido como una fuerza en la alianza de derecha, es porque ese espacio quedó vacío de contenidos, y de liderazgos dentro de la NM.

Por primera vez se configuran en Chile partidos políticos que manifiestan una vocación centrista en la alianza de derecha

Hoy el mundo cultural de centro está disperso: entre un sector de la Democracia Cristiana (otro ha asumido posiciones de izquierda), un sector socialdemócrata, un sector en la derecha, muchos sin domicilio. La pregunta es si habrá capacidad de articular diálogos y acuerdos o si esto será una proliferación de grupos o iniciativas marcadas por proyectos individuales. Esa posibilidad sólo existe si se está disponible a hacer un camino por el desierto, haciendo reflexión común y con líderes dispuestos a mirar más allá de su proyecto personal de corto plazo, abriendo paso a las nuevas generaciones. Es el desafío de quienes creen que la sociedad avanza más cuando la política se aleja de los extremos y se conecta con el sentido común, con grandes ideales, pero con los pies en la tierra.

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