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31 de Mayo de 2018

No le digas a Rita Levi-Montalcini cómo ser feminista

"Citar a Rita Levi-Montalcini fuera de contexto para hacer callar la voz de las mujeres es de lo más ridículo que he visto en mucho tiempo. Ella, la que no permitió que ninguno de sus muy exitosos colegas le dijera qué hacer ni qué pensar, ni en ciencia ni en política".

Por Óscar Marcelo Lazo
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Óscar Marcelo Lazo es Neurobiólogo y Doctor en Fisiología. Investigador en el UCL Institute of Neurology. @omlazo

Cuando se reivindican figuras femeninas de mujeres en ciencia, usualmente se recurre a Marie Curie y otras pocas veces a Rosalind Franklin. A la primera se le pone a la par con su marido, Pierre Curie, cuando en realidad Marya Sklodowska fue tantísimo más extraordinaria para la historia de la ciencia, antes y después de Pierre. A Franklin se le pone como la víctima derrotada de una conspiración de Watson y Crick durante la aventura por descubrir la estructura de la molécula de ADN. Pero en realidad sus logros son mucho más que la participación en esa controversia sobre crédito científico y, si hubiese estado viva, de seguro habría recibido el premio Nobel con ellos. Además, es muy probable que hubiera sido premiada por otras contribuciones en cristalografía de rayos-X, campo en el que fue tremendamente prolífica.

Como sea, la mayoría de las veces el repertorio son ellas dos y punto. Mal retratadas y deformadas por la exposición excesiva y poco rigurosa. Pero hay tantas, tantísimas más. Y sería hora de que también habláramos de ellas, que reconociéramos sus voces en la multitud, aprendiéramos del modo como navegaron las aguas de su tiempo y consiguieron un lugar en la historia, a pesar de las condiciones adversas de habitar un mundo gobernado y protegido por masculinidades inseguras. Un mundo que, por cierto, todavía sigue así.

Una de mis favoritas inspiradoras es la italiana Rita Levi-Montalcini: italiana de origen judío, perseguida política, médico con formación en neurología y psiquiatría, neurobióloga brillante, fundadora del campo de las neurotrofinas, premio Nobel de Medicina y Fisiología, Senadora vitalicia del parlamento italiano. Nacida en una familia de buena posición económica en Turín a comienzos del siglo XX, su padre era de quienes pensaba que las mujeres simplemente no debían dedicarse a estudiar. Pero el dolor ajeno, especialmente el cáncer sufrido por su querida institutriz, la motivó a desafiar la tradición y matricularse en la escuela de medicina de la Universidad de Turin. Allí trabajó observando el tejido del sistema nervioso con el legendario histólogo Giuseppe Levi, y tuvo como compañeros y amigos nada menos que a Renato Dulbecco y Salvador Luria, dos monumentales científicos de los que podemos hablar otro día. De su trabajo con Levi surgieron las primeras preguntas respecto de cómo las neuronas encontraban el camino y el modo correcto de conectarse.

En 1938 fue perseguida por el fascismo y exonerada de la academia. Rita emigró a Bruselas y luego a Liège donde continuó su trabajo. Cuando los alemanes invadieron Bélgica, volvió a Italia y armó su propio laboratorio secreto en casa y después escondida en el campo, recolectando embriones de pollo para estudiar las señales que regulaban el crecimiento de los nervios periféricos. Después de aceptar la invitación de Viktor Hamburger a instalarse por un tiempo en la Universidad de Washington en St. Louis, Estados Unidos, junto a Stanley Cohen, investigaron y lograron purificar a comienzos de los años ’50 el factor de crecimiento nervioso (NGF, por nerve growth factor) y hacer grandes descubrimientos respecto a su rol dándole forma al sistema nervioso. Terminarían recibiendo el Premio Nobel en 1986, pero decir que eso fue el fin sería podar demasiados aspectos fascinantes de la vida de la professoressa Levi-Montalcini.

Para cuando recibió el Nobel tenía más de 70 años, pero vivió hasta los 103 y eso le dio tiempo para ver de sobra cómo el hallazgo del NGF había sido apenas el comienzo de una historia: otro grupo descubrió el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) y así fue naciendo todo un campo del conocimiento científico —la biología de las neurotrofinas—, con decenas de laboratorios en el mundo abordando preguntas que relacionan a estos factores con el desarrollo embrionario del cerebro y el sistema nervioso periférico, enfermedades neurodegenerativas y nuevos blancos terapéuticos (Alzheimer, Parkinson, Huntington, ELA y muchas otras), transporte de señales a través de los nervios, control motor, regeneración después de lesiones e incluso más allá de la neurobiología, en el área de la inmunología y de la reproducción. Rita Levi-Montalcini no buscó hacer familia en el matrimonio y la crianza de hijos propios, pero produjo una familia académica extraordinaria.

Hace unos días, en reacción a las protestas feministas en el centro de Santiago reconocí en las redes sociales una foto de nuestra admirada Rita Levi-Montalcini y una cita. Para mi sorpresa, quienes la mencionaban eran grupos ultraconservadores reclamando contra el hecho de que las mujeres hubiesen salido a protestar mostrando los senos desafiando los pudores establecidos. Junto a la foto de Rita ponían: “las mujeres que han cambiado el mundo nunca necesitaron mostrar otra cosa que su inteligencia”. Me imaginé a la Dra. Levi-Montalcini alternando entre la indignación y una carcajada desafiante.

Si hay algo que Rita Levi-Montalcini mostró abundantemente en vida fue independencia para decidir los medios políticos y científicos, incluso estéticos, con los que pelear su batalla. Inspirada y artística para diseñar experimentos y escribir sus papers, hacía sentir esa diferencia con otros científicos. De personalidad fuerte, fue acusada muchas veces de autoritaria. Pero no solo con su fuerza de carácter navegó las aguas machistas de la sociedad de su tiempo: supo tomar distancia cuando era necesario, elegir sus batallas, escoger sus aliados y mantener un supremo sentido de la elegancia, el cenit de la bella figura. Desde el 2001 cuando fue nominada como Senadora Vitalicia, hizo alianza con sectores de centro-izquierda y liberales-progresistas, y apoyó la agenda del primer ministro Romano Prodi —un académico y político que protagonizó el nacimiento de la centro-izquierda italiana. Odiada por las derechas, hizo sentir su presencia a la hora de votar en el Senado y fue crítica de los gobiernos conservadores de Silvio Berlusconi.

Citar a Rita Levi-Montalcini fuera de contexto para hacer callar la voz de las mujeres es de lo más ridículo que he visto en mucho tiempo. Ella, la que no permitió que ninguno de sus muy exitosos colegas le dijera qué hacer ni qué pensar, ni en ciencia ni en política. Estaría bueno que frente al movimiento feminista, con su heterogeneidad política y su diversidad de “olas”, los hombres dejáramos de creernos con el privilegio de poner condiciones, disentir parcialmente, reinterpretar o cuestionar los modos. No hoy. Mañana tal vez nos toque opinar, pero no hoy. Lo que toca hoy es aprender del camino que las propias mujeres hacen, de los métodos que ellas escogen para pelear, de los símbolos que ellas imponen.

Rita Levi-Montalcini es ciertamente una inspiración de quien hizo su propio camino hasta el último día. Con más de 90 años votaba en el Senado y creaba un instituto de investigación (el European Brain Research Institute). El año 2009 celebraba con champagne y torta de chocolate su cumpleaños número 100, lucía tacos y un vestido azul oscuro en el Palazzo Senatorio de Roma. A los 102 publicaba su último artículo científico en la revista PNAS, después de contactar a Antonino Cattaneo y su grupo para proponerles un proyecto de investigación, que la tuvo de nuevo haciendo disecciones y sentada frente al microscopio.

He aquí una feminista por instinto. Que no lo engañen con memes.

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