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2 de Octubre de 2019

El día después

Esta acusación constitucional reveló, una vez más, que el mundo político no tiene conciencia de la gravedad que envuelve el torcerle la mano a la Constitución.

Por Mariana Aylwin
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Mariana Aylwin es Profesora de origen, política por vocación y a mucha honra. Directora Corporación Educacional Aprender.

¿Qué queda tras la fallida acusación constitucional a la Ministra de Educación Marcela Cubillos?

Lo primero es la sensación, de que los políticos discuten cosas que no se entienden.

¿Entendimos los chilenos los fundamentos de la acusación? ¿Cuántos fuera del círculo endogámico en que se mueven los parlamentarios leyeron siquiera la acusación?

Es probable que incluso la mayoría de los que decidieron sobre la acusación tampoco la leyeron. Entonces, lo que la ciudadanía ve es una pelea que tiene que ver con disputas de poder – el gobierno y la oposición- o lo que es peor -los buenos y los malos- enfrascados en una confrontación que no se relaciona en nada con sus preocupaciones cotidianas. Al contrario, la percepción de unos señores y señoras completamente alejados de la realidad, se agudiza.

Lo segundo, revela una lamentable mediocridad de la discusión. Había momentos en que parecía que el debate se refería a la educación pública y no a los delitos que habría cometido la ministra para merecer ser defenestrada.

Una manera engañosa para seguir dividiendo mañosamente a los que defienden la educación pública de los que están esperando que se termine de deteriorar. Una diputada que fuera Presidenta de la Cámara tuiteó después del estrecho rechazo de la acusación: “Lamentable como oposición no fuimos capaces de unirnos en la defensa de la educación pública. Mucho que reflexionar”.

Más insólita fue la exclamación de otro diputado socialista. “Estoy en la disyuntiva de darle una nueva Juana de Arcos a la derecha o salvar la educación pública”. Penoso. Rara manera de “salvar la educación pública” acusando a una ministra.

En tercer lugar, el clima queda más confrontado. Los totalitarios que cada vez son más, acusan de traidores a quienes siendo de oposición se desmarcaron y resistieron las presiones y amenazas matonescas como las del presidente del Partido Comunista, revelando una vez más la mentalidad totalitaria que se ha ido apoderando de los que se sienten dueños de la verdad.

Proyectos de gobierno que independiente de cualquier posición son claves para avanzar en educación -como la subvención para los niños de dos y tres años o la reforma al CAE- probablemente tengan menos posibilidad de desentramparse después de esta guerrilla contra la Ministra de Educación.

Y, por último, esta acusación reveló, una vez más, que el mundo político no tiene conciencia de la gravedad que envuelve el torcerle la mano a la Constitución. Partió la derecha con la acusación a la Ministra Yasna Provoste; siguió la centro izquierda que con la honrosa excepción del senador Walker, condenó al Ministro Harald Bayer. Hoy se salvó apenas la Ministra Cubillos de una acusación tan sin fundamento como las anteriores.

Una acusación Constitucional no es un juicio sobre si a los partidos de oposición les gusta o no el accionar de un Ministro. Requiere fundamentos jurídicos y no revanchas o el afán de propinar una derrota al gobierno de turno. Así se desprestigian no solo los políticos (que vaya que le ponen empeño), sino las instituciones democráticas.

Y como consecuencia, Chile y los chilenos corren el riesgo de que , en vez de avanzar, quedemos estancados, bajo la miopía de quienes prefieren hacer de este país un campo de batalla ideológica, saltándose la institucionalidad y desechando la colaboración y la búsqueda se acuerdos en torno a los grandes desafíos que nos demanda el tiempo que estamos viviendo.

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