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¿Y si Maduro se va?

Millones de exiliados querrán volver a su país incluyendo millares de delincuentes y bandas a quienes Maduro liberó de las cárceles con la condición que salgan del país e invadan al resto de Latinoamérica, debilitando las democracias del subcontinente. Delincuencia que vería la evidente debilidad del nuevo gobierno y la ausencia de una capacidad represiva.

Aunque nada señala que Maduro reconozca su derrota, sino todo lo contrario, ya decidió eternizarse en el poder sin miramientos y sin contemplaciones, vale la pena hacer un simulacro para el improbable caso que eso (su reconocimiento) sucediera.

Tanto él como todo el mundo sabe que sin importar las garantías que se le otorguen para su impunidad, su libre salida de Venezuela, garantías que no se le perseguirá, su futuro sería el de un paria, obligado a vivir en alguno de los países que lo defienden – por como China, Cuba, Nicaragua, Rusia – donde no podría disfrutar de la inmensa fortuna amasada con la droga y el asalto al tesoro venezolano. Tendría que vivir siempre mirando a su espalda y probablemente entregar gran parte de esa riqueza al poder que lo acepte acoger. Cosa que difícilmente ocurra, pues no se trata solo de su persona sino al inmenso grupo que lo mantiene en el poder: miles y miles de personas corruptas; y la pregunta, qué país los aceptaría, no tiene respuesta. Sólo imaginemos de quienes se trata: su gobierno, la actual fiscalía y judicatura, autoridades regionales, electorales, altos y quizás medios mandos militares; un éxodo fortuito de todos los comprometidos que mañana pueden ser juzgados por el genocidio cometido en los últimos años en Venezuela.

Pero olvidémonos por un momento de esto e imaginemos el milagro: que el país petrolero de repente se encuentre libre de toda esa escoria. Edmundo González quedaría como presidente electo, comprobando fehacientemente ante el mundo que las famosas actas le otorgaron el triunfo, cosa que supuestamente podría ocurrir al simplemente publicarlas. Pero aparte de que haya un nuevo mandatario, un país que hace más de veinte años estuvo manejado por el chavismo, de repente se encontraría sin instituciones. No tendría ni poder legislativo, ni judicial, ni fuerzas de orden público, mandos de fuerzas militares; ni siquiera representaciones diplomáticas. González – que es solo una figura auxiliar de Corina Machado a quien el dictador excluyó de las/los elegibles – solo contaría con un nuevo ejecutivo que, supongamos, quizás la oposición tenga ya en mente.

Un gobierno que de repente recibiría un país pobre, endeudado y con su antigua riqueza, el petróleo, con una infraestructura obsoleta. Y lo peor: sometida a sus grandes acreedores, China y Rusia, que harán lo imposible para hundir una renaciente democracia. Sin los recursos monetarios que el narco y el crimen organizado proveen hoy al régimen, recursos sobre los que hoy se apoya el poder. Sin los préstamos de las dos potencias mencionadas. Encima: ¿cómo y con quienes de reemplazarían todas las plazas de autoridades que quedarían vacantes de repente?

Millones de exiliados querrán volver a su país incluyendo millares de delincuentes y bandas a quienes Maduro liberó de las cárceles con la condición que salgan del país e invadan al resto de Latinoamérica, debilitando las democracias del subcontinente. Delincuencia que vería la evidente debilidad del nuevo gobierno y la ausencia de una capacidad represiva.

¿Estarán dispuestos los países que hoy condenan a Maduro socorrer a González? ¿Arriesgarán los potenciales inversores su capital considerando la situación que éste heredaría? ¿Habría interesados adquirir las hoy estatales empresas, en condiciones detestables, en caso de querer – y tener que – privatizar el nuevo gobierno para hacerse de algún capital?

Es obvio que Maduro no se irá. También, que nadie puede responder las preguntas que estoy desesperadamente formulando. Como dije la semana pasada: sigo llorando.

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{title} Arturo Hasbun