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31 de Diciembre de 2013

Chilenas atrapadas en la Antártida esperan el Año Nuevo dando clases de salsa

Alicia y Naysa, además del científico argentino Ezequiel "Ziggy" Marzinelli, forman parte de la misión científica que rememora la expedición que hizo hace un siglo el explorador Douglas Mawson en la Antártida que resultó en el primer estudio completo del continente helado.

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Dos científicas chilenas que se encuentran en el barco ruso atrapado en aguas del Antártico desde el 24 de diciembre recibirán hoy el Año Nuevo dando clases de español y salsa a las otras 72 personas que están a bordo del navío.

Así lo dijeron a Efe la chilena Alicia Guerrero y la chileno-australiana Naysa Balcázar-Cabrera en una entrevista a través de Skype desde el Akadémik Shokálskiy, bloqueado en el hielo a unos 2.778 kilómetros al sur de la ciudad australiana de Hobart, en el sureste de la Antártida.

El navío construido en Finlandia en 1982 emitió una llamada de emergencia el día de Navidad y desde entonces el mal tiempo ha frustrado el rescate de sus pasajeros tanto por vía marítima como por la aérea.

“Alicia dio una clase de español y en la tarde vamos a hacer una clase de salsa”, dijo Naysa que, ante la llegada del Año Nuevo, admitió que extraña las empanadas y el “pisco sour”.

La espera para ser rescatados “ha sacado lo mejor de cada uno de nosotras”, comentó Alicia quien aseguró que “jamás” imaginó dar una clase de baile a sus colegas, que aligeran la espera practicando yoga, dibujo y otras actividades recreativas.

Alicia y Naysa, además del científico argentino Ezequiel “Ziggy” Marzinelli, forman parte de la misión científica que rememora la expedición que hizo hace un siglo el explorador Douglas Mawson en la Antártida que resultó en el primer estudio completo del continente helado.

Alicia, quien reside en Sídney desde hace un año, considera como “una experiencia muy bonita, un sueño hecho realidad” este viaje a la Antártida, donde realiza un estudio de la población de focas y toma “muchas fotografías de pingüinos” a petición de su sobrino Lucas de cinco años.

Por su lado, Naysa, quien emigró a Sídney junto a sus padres a los seis años, también participa en el estudio sobre el comportamiento de las focas debajo del agua y mantiene “los dedos cruzados para ver una ballena azul”.

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