Alejandra Martí nació en Barcelona, donde vivió el primer año de su vida. Aunque su primera estadía en la cuna de Gaudí, Miró y Dalí fue corta, la sensibilidad artística quedó tempranamente impregnada en quien hoy es la directora ejecutiva del Centro Cultural Gabriel Mistral (GAM). Desde ese céntrico espacio, donde llegó mediante concurso, hoy diseña un futuro que espera cambiar el perfil del corazón de Santiago.
Parte de esa cruzada la hizo desde el Teatro Municipal de Santiago, donde lideró proyectos de formación de nuevas audiencias como Pequeño Municipal, las visitas guiadas y un streaming para llegar con obras infantiles a teatros regionales. A nivel internacional, estuvo a cargo de la red Ópera Latinoamérica (OLA) que busca conectar y potenciar a los grandes teatros de la región. Mucho de lo que aprendió lo trajo desde el reencuentro con su ciudad natal, pues partió su vida laboral en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona, donde trabajó tras volver a Europa casada y acompañando a su esposo en el curso de un master.
—¿Cómo una persona que estudió literatura termina en la gestión cultural y de empresas?
—Porque de chica fui muy emprendedora y ahora como ya creo valor o como emprendo desde el arte. Vengo de una familia catalana y alemana, con una tradición cultural muy fuerte. Mi padre es emprendedor, muy asociado a la tecnología. Siempre ha sido una figura marcada por el mundo de la innovación y por crear valor donde no existe. Me gustaba el mundo del arte, las artes visuales, la fotografía, pero sabía que como artista no iba a llegar a ser un gran talento. En cambio, tenía capacidades de administración. Para mí, la gran creación también parte de cómo crear modelos que puedan sostener el arte en una sucesión continua.
—¿Por qué decidiste volver a Chile, después de vivir y trabajar en Europa?
—Uno también tiene un proyecto de familia, y para nosotros ese proyecto incluía volver a vivir en nuestro país. Yo me hubiera quedado tranquilamente cinco años más, pero veía que todo lo que había aprendido tenía que ponerlo al servicio de mi país. Europa está resuelta en muchas cosas, sí, pero acá hay hambre, vocación y ética. Esa diferencia motiva, inspira y genera compromiso.
—Desde tu experiencia, ¿crees que en Chile es resistida esta mirada más institucional del mundo creativo?
—Yo creo que hubo un punto de inflexión en 2010, con el proyecto del Bicentenario y la idea de tener centros culturales por comuna. Eso profesionalizó los equipos. Y eso hizo que también el mundo creativo transitara hacia la profesionalización, porque se necesitaban gestores. Una artista creadora podía resistirse, pero entendía que tenía que ir a vender su compañía a nuevos mercados. Se empoderaron.
—¿Tu primer trabajo en Chile fue en Teatro Municipal de Santiago, cómo aterrizaste ahí?
—Se estaba renovando el equipo del Teatro Municipal, que tenía que abrirse al público. Entré justo en esa modernización. Y luego, cuando se abrió el concurso para el GAM, mi perfil calzaba: venía de ocho años dedicada al mundo internacional, con una vocación pública fuerte y una visión estratégica para este tipo de instituciones, para que puedan mantenerse y proyectarse más allá de los gobiernos de turno.
—¿Cómo evalúas la gobernanza del GAM respecto de otras instituciones culturales?
—GAM en 15 años ha tenido dos directores ejecutivos que han traspasado gobiernos de distintos colores políticos. Eso da cuenta de una estabilidad y coherencia en su línea editorial. Creo que una institución de esta envergadura tiene que tener una planificación estratégica que responda a una visión de país. GAM es tremendamente emblemático: por su arquitectura, por su memoria, por su rol público.
—¿Qué líneas quieres reforzar durante tu gestión?
—GAM trabaja sobre artes escénicas, música, literatura y artes visuales. Creo que la línea de música y literatura hay que fortalecerla. Además, vamos a lanzar una nueva línea que se llama Ideas y Pensamiento. Llevamos el nombre de Gabriela Mistral, que fue una gran pensadora latinoamericana. Eso también nos exige reflexionar más. Y en artes visuales, queremos ampliar hacia artes medias y experimentales, conectadas con laboratorios, universidades y tecnología.

—¿Qué rol deben jugar los espacios como GAM en la vida urbana?
—Tenemos que volver a ser ciudad desde la cultura. Las ciudades te devuelven lo que tú les das. Si las tienes feas, sucias, sin buen espacio público, sus habitantes van a estar mal, con problemas de salud mental. En la medida en que tengamos espacios agradables, donde los creativos se conecten de forma orgánica, vamos a generar atracción. GAM tiene que ser esa gran casa de la creatividad.
—¿Y cómo se materializa eso en la práctica?
—Queremos fortalecer las residencias, que no sean solo encerrarse a crear y volver a casa, sino quedarse, cruzarse con otros artistas, generar conexiones naturales. Me interesa que se produzcan esos tránsitos, que haya excusas para coordinarnos con otros centros culturales cercanos. Ensayar aquí, quedarse aquí, vivir el espacio.
—¿Cómo afectó el estallido social al GAM? ¿Hubo un aprendizaje?
—Yo creo que la organización fue tremendamente resiliente. Canalizó la creatividad y las demandas sociales. GAM puso su infraestructura al servicio del momento. Cumplió el rol que debe tener una institución cultural ante una crisis social: ser un espacio vivo, no un museo.
—¿Qué impacto tendrá la nueva sala proyectada para GAM?
—Ese es un proyecto que está llevando el MOP. Va a triplicar la capacidad actual: hoy tenemos 784 butacas, con la nueva sala serán 1.800. Esto no solo impacta a GAM, sino al barrio y a la ciudad. Estamos hablando de un distrito cultural con oferta suficiente como para que un visitante pase tres días en Santiago y tenga seis o siete actividades distintas. Eso requiere estrategias comunes con todos los actores del entorno.
—¿Cómo ves la relación con el mundo privado?
—Estamos creando una gerencia comercial para buscar nuevos socios, ya lo somos de seguros Sura. Nosotros no pedimos plata al privado para subsistir. Lo que hacemos tiene valor y podemos crear valor en conjunto. El privado ya no está solo para generar utilidades, también necesita impacto, reputación. GAM puede ser un socio estratégico que le ayude a generar ese impacto en las comunidades.