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29 de Octubre de 2015

El orgánico senador Girardi y su política del comportamiento

Ayer Don Guido las emprendió contra un nuevo enemigo: la carne. Nos contó por twitter, que propondrá un proyecto de ley para rotular la carne como cancerígena. Lo que se sabe de sobra, y él lo sabe, es que hay evidencia científica contundente que señala que la carne y los embutidos producen cáncer, pero NO su nivel de riesgo.

Por Juan Diego Santa Cruz
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Juan Diego Santa Cruz es Fotógrafo de la Universidad de Nueva York. Ha trabajado en numerosos medios chilenos e internacionales, como Paula, Fibra, The Clinic, Rolling Stone, New York Magazine y Monocle. Es autor de los libros de retratos Chilean Beauty y Huérfanos. Ingresó a la política el año 2009 como jefe de campaña del diputado Pedro Browne y actualmente es vicepresidente de Amplitud.

Hace poco en un perfil que hizo Ximena Hinzpeter sobre el senador Guido Girardi me enteré que él, es un tipo que sabe: “No, no improviso. Sé y además tengo una visión que ni siquiera tienen los científicos, porque hasta los científicos sólo leen las últimas publicaciones de Nature, de Science y yo puedo hablar de igual a igual, ¿por qué? Porque el conocimiento está ahí y no todos lo dominan, o sea, te da una ventaja también muy grande”.

Los científicos sólo leen Nature y Science. Él va más allá. Él entiende lo que lee. Él sabe usar internet. Nosotros no. Él domina los temas porque lee más de veinte revistas científicas al mes. Las mismas revistas que decide ignorar, desconozco por qué razón (o por qué laboratorio) cuando se manifiesta en contra de las vacunas con timerosal, que no provocan autismo ni siquiera a los veganos anti vacunas que abundan en Facebook.

Es él el iluminado y ve el futuro. Por eso, y libre de todo pudor, alertó a la población chilena que serían cien mil los muertos por el virus del AH1N1. El gobierno de Bachelet llenó el CENABAST de Tamiflú a un costo de tres mil millones de pesos y finalmente no sirvió ni para dárselo a las palomas. ¡100 mil muertos!

Ayer Don Guido las emprendió contra un nuevo enemigo: la carne. Nos contó por twitter, que propondrá un proyecto de ley para rotular la carne como cancerígena. Lo que se sabe de sobra, y él lo sabe, es que hay evidencia científica contundente que señala que la carne y los embutidos producen cáncer, pero NO su nivel de riesgo. Ya me imagino el rotulado. Atención: este producto solía ser una vaca feliz y rumiante, hazte responsable CTM!

Y obvio, ni se va a arrugar en compararlo con el tabaco. Se vienen los oficinistas comiendo hamburguesas afuera de los edificios, al ladito de los fumadores. ¡Qué importa la evidencia científica! La famosa lista de la OMS deja claro que la carne es cancerígena y comparte lugar con químicos y conductas que dan cáncer, como ir a la peluquería a cortarse el pelo. En serio, wikipédielo y verá.

Yo creo que, tumor cerebral aparte, el senador debe pensar que sus numerosos votantes son unos borregos analfabetos que deben ser alejados de la sal tanto como del cochino capitalismo que produce salchichas. Y anda a almorzar un italiano suave a la mayo, por gusto o necesidad, y te caerá encima el desprecio de la nueva elite orgánica que se ven a ellos mismos como sujetos impolutos, a diferencia nuestra, la masa contaminada por un una galleta para acompañar el café, pan de molde y cumpleaños con papas fritas.

El Senador Guido Girardi no pretende representarnos si no corregir nuestras pobres vidas ignorantes deseosas de sangre y proteína. Quiere fomentar la autodisciplina y liberarnos de la sal, el azúcar y las grasas a la parilla.

Olvídense de los senadores de izquierda desvelados por la pobreza, la injusticia y los postergados. Es tan al chancho (si me perdona la expresión) el esnobismo de la izquierda orgánica que casi me dan ganas de que fuera marxista, pero no, el hombre es anti gozo, anti disfrute, anti alegría.

El senador no es un hombre de la gente, es un hombre en contra de la gente. No se pierda: la izquierda actual no tiene a los más pobres entre sus prioridades, dejó de ser internacionalista y es localista como el mejor conservador de los años cincuenta. ¿Venezuela? ¿Cuba? ¿Para qué, si acá hay tanto que prohibir?

Es la política del comportamiento. Modificar conductas de la población para satisfacer su peculiar mirada de la vida. No vale la pena informar y convencer y de paso, dejarnos libres para cometer errores y decidir si queremos espárragos o huachalomo a la parrilla.

El objetivo de la izquierda orgánica es apoderarse aún más del aparato estatal, y desde ese cómodo y tibio lugar, adoctrinar nuestras pobres vidas sobre variadas amenazas: la dantesca imagen de un niño comiendo un helado repleto de azúcar, el peligro de una lechuga fertilizada, la amenaza del tapapecho, el flagelo del choripán y el crimen imperdonable del lomo vetado nacional a la parrilla con la grasa bien sabrosa. Ni les cuento del potito, a la izquierda orgánica no le gusta el potito, menos ahora que los alaracos pregonan que da cáncer.

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