Cuando éramos chicos, aparte del Santa Laura y el Nacional, había muy pocos estadios en Santiago. No existía el de La Florida, ni el de La Cisterna ni el de San Carlos de Apoquindo. Tampoco los de La Pintana, Recoleta o Barnechea. Aunque había algunos, eran tan poco utilizados que prácticamente no se tomaban en cuenta.
Uno de ellos era el estadio ubicado al interior de la Base Aérea de El Bosque, en el paradero 31 de la Gran Avenida, donde jugaba Deportes Aviación, un equipo dependiente de la Fuerza Aérea de Chile que existió entre 1957 y 1982 hasta que, en plena crisis económica, bajó la cortina.
Estadio pequeño, de madera, para menos de seis mil personas, hoy sigue existiendo rebautizado como estadio “Reinaldo Martin Muller”, en homenaje a un reconocido aviador, gran gimnasta y atleta, muerto en 1959 tras un accidente aéreo en un vuelo entre la capital y Punta Arenas.
Y no es cualquier cosa, no vaya usted a creer: según indica la historia, ante la carencia de hoteles en Santiago en 1962, las dependencias del estadio fueron utilizadas como lugar de concentración de la selección italiana durante nuestro Mundial, por lo cual siguen dando vueltas por ahí un par de libros con fotografías y mensajes de jugadores de la azurra de esos años: Lorenzo Buffon (arquero también y tío del fantástico Gianluigi); los entonces jugadores y luego técnicos Césare Maldini (ya fallecido, papá de Paolo) y Giovanni Trapattoni; los argentinos nacionalizados Humberto Maschio y Omar Enrique Sívori; un muy joven Gianni Rivera (conocido como el Bambino de Oro) y Mario David, el pobre que, cerca del banderín del córner de la zona pacífico norte del estadio Nacional, fue noqueado por el famoso combo de Leonel Sánchez -hijo de boxeador- en la llamada “batalla de Santiago”.
Una de las principales características que tenían los partidos en El Bosque, que yo alcancé a ver, eran que Aviación contaba como una barra muy especial -la llamaremos bandita- integrada por cerca de treinta músicos de la Fuerza Aérea que, vestidos de riguroso uniforme azul oscuro, alentaban al equipo desde la galería durante todo el partido tocando melodías marciales o del folklore nacional. Podría haber sido un incordio y un desagrado ideológico en esos años complejos, pero la verdad es que resultaba, ante todo, pintoresco.
El equipo local, que vestía camiseta celeste y pantalones y medias azul oscuro (y uniforme de recambio entero rojo) llegó, en su mejor momento, a salir octavo en la Primera División, allá por 1978.
Tuvo entre sus filas, entre otros, nada menos que a los arqueros Leyton, Fournier y Roberto “Cóndor” Rojas, a Uruguay Graffigna, a los ex volantes de la U Roberto Hodge y Eduardo Peralta tras su regreso desde México, a los famosos Guillermo Páez, Pancho Las Heras, Guillermo Yávar, Victor Solar, Alejandro Silva y Honorino Landa, a los jóvenes Luis Rojas, Arturo Jáuregui y Jorge Peredo, al defensa argentino Oscar Posenatto, ya los delanteros Selvin Pennant (guatemalteco de raza negra) y Ricardo Fabbiani, hermano de Oscar y máximo goleador en la historia del club con 61 anotaciones.
Para mi abuelo el partido de Colo Colo con Aviación era, además, un clásico especial, casi personal. Todo un evento. En los albos jugaba el delantero Miguel Angel Gamboa y en los celestes el arquero Wilfredo Leyton, famoso por atajar tres penales en un mismo partido, por haber sido a quien le tocó estar bajo los tres palos para el solitario gol de Orellana en la inauguración del Estadio Monumental en 1975 y porque, una tarde lluviosa de 1973, en San Antonio, le convirtió un gol de arco a arco a su colega Teodoro Gantz, según el propio Leyton, de pura chiripa. “Había mucho viento, saqué alto, la pelota dio un bote en la mitad de la cancha, otro al entrar al área, se elevó más allá de lo normal…y se fue adentro”.
El caso es que el duelo entre Gamboa y Leyton, para mi abuelo llamado Eugenio Leiton Gamboa, tenía connotaciones muy especiales y graciosas antes las distintas combinaciones que se iban produciendo durante el partido. “Tira Gambooooa…ataja Leyton”. O “violento remate de Gamboa y Leyton no puede llegar”. O “chocan Leyton y Gamboa una vez más a la entrada del área”.
Qué se yo. Leseras con las que uno gozaba en esos tiempos.