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Teletrabajo y sobrecarga mental: desafíos y amenazas latentes de trabajar en casa

“La tendencia del teletrabajo tan aplaudida con la promulgación reciente de la ley, significa como siempre vacíos y desafíos no resueltos. Los vacíos son simples: ¿quién regula la exposición a las pantallas o la sobrecarga postural?, ¿cómo vigilamos el impacto de estos factores psicosociales en la salud mental del colaborador?”

El contexto psicosocial del último tiempo, producto de la pandemia, ha generado una serie de desafíos y problemáticas vinculadas al trabajo y las actividades cotidianas que posiblemente, en albores del siglo XXI, aparecían solo en alguna producción del cine.

La pandemia y todos los efectos en las más diversas dimensiones de la vida de los países, ha provocado que el trabajo se haya visto modificado de una manera tal que jamás hubiéramos pensado, debiendo en la mayoría de los casos replantear todos los modelos de trabajo y ordenamiento, solo comparables con una guerra, tal como lo plantean diversos investigadores.

En el contexto del trabajo, la adaptación del colaborador ha estado llena de situaciones desafiantes: desde la organización se plantea cómo mantener la productividad con el fin de evitar el colapso de la misma, sin dejar de dar productos y servicios a los distintos demandantes, desde servicios prioritarios a aquellos que mejoran la calidad de vida. Este es un fenómeno que afecta a las distintas industrias y empresas sin distinción de ningún tipo.

Desde la perspectiva del colaborador, el desafío ha sido cumplir con lo encomendado, mantener el flujo de información y trabajo, pero adicionalmente, mantener el foco en un ambiente y contexto muy distinto, desde su casa.

Las personas, sin duda, son las más afectadas, no solo por el tema sanitario, que no resiste mayor análisis, sino porque además esta situación ha generado el peor de los escenarios, que es la incertidumbre no solo de contagiarse, sino además de quedar sin trabajo, y con ello poner en riesgo la seguridad de la familia, los hijos, de no tener alimentos, de recesión y tantas otras que sería largo de numerar. Esta transición, como muchas, tiene la condicionante emocional como protagonista del día a día, y esto si tiene un precio alto en quienes deben adicionalmente realizar actividades para sus empresas.

La carga mental normal que está presente en cada una de las actividades ahora se ve incrementada por el confinamiento y la restricción de esparcimiento y convivencia social, del cual el ser humano requiere a diario. La postergación del vínculo social tradicional se ha convertido en la gran barrera al modelo tradicional que hasta este evento habíamos experimentado con la familia, amigos y compañeros de trabajo.

De hecho, el reconocimiento de factores psicosociales que afectan al trabajo eran elementos quizá no tan bien ponderados hasta ahora, como con la Ley 16.744 sobre enfermedades en el trabajo. Sin embargo, este contexto ha provocado un cambio y su respectiva transición al lugar de trabajo y las condiciones de disponibilidad total, sin la clásica separación de la hora de entrada, salida, almuerzo y fin de semana, tan características hasta hace poco.

En la actualidad y en respuesta al miedo de la segunda pandemia que será el desempleo, los colaboradores están asumiendo en un breve espacio tres mundos distintos: la familia, el trabajo, la individualidad y posiblemente con la condición más amenazante, que es la incertidumbre, emoción que de pronto puede llevar a un parálisis en contener emociones propias de supervivencia de la especie y sus mecanismos de adaptación. Es en esa adaptación donde aparece la sobrecarga mental, pero ahora con matices de estrés o enfermedades mentales en sus más amplias gamas, y que los profesionales de la especialidad taxonomizan de mejor manera.

El teletrabajo “obligado” ha significado adaptaciones del espacio y las proxémica, tema que en las habitaciones tradicionales de clase media se limitan a un par de metros cuadrados y posiblemente signifique restar espacio a otros integrantes en pos del trabajo, pero también un doble confinamiento a la propia vivienda y habitación o espacio común disponible al resto de los integrantes de la familia, en especial en momentos de reunión o desarrollo de actividades, siendo cada vez más frecuentes discusiones y estados emocionales al límite.

Esta es seguramente uno de los factores que más afectan la creatividad, la innovación, la resolución de problemas entre otros. Estos conflictos intrapersonales desembocan sin dudas en conflictos interpersonales. Este confinamiento no es reciente, tiene ya más tiempo, posiblemente desde el “18-O”, donde por diversas razones iniciamos una transición insospechada de los más diversos procesos personales y sociales.

Ahora bien, la tendencia del teletrabajo tan aplaudida con la promulgación reciente de la ley, significa como siempre vacíos y desafíos no resueltos. Los vacíos son simples: ¿Quién vela por el cumplimiento de la jornada de trabajo?, ¿quién regula la exposición a las pantallas o la sobrecarga postural?, ¿cómo vigilamos el impacto de estos factores psicosociales en la salud mental del colaborador?, ¿cómo cohabitamos espacios comunes en el hogar con los demás integrantes, sin abandonar la intimidad? La respuesta es tan compleja como lo es la solución, sin embargo, hay un inicio.

La empresa debe apoyar el teletrabajo a través de la tecnología, herramientas, la flexibilidad, y los colaboradores deben procurar una eficiencia productiva, en conjunto con estimular la calidad de vida laboral. Hemos sin duda normalizado el hecho de recibir llamadas o WhatsApp a diferentes horas y momentos, aplicación donde además hemos conformado grupos en donde la información es tan extensa que es imposible su retención y jerarquización.

Qué hacer entonces para adaptarnos de mejor manera:

Planificación y Organización: comience por planificar dentro de su agenda diaria las tareas más relevantes y críticas que se le soliciten. Mantenga su espacio de trabajo lo más ordenado posible. Archive y guarde todo lo no necesario para esa jornada.
Pausas: establezca tiempos promedio de trabajo de una hora, con pausas activas de no más de 10 minutos (levantarse, caminar, moverse).
Alternar tareas: alterne trabajos de mayor complejidad cognitiva con otros físicos, como ordenar, archivar, etc.
Descansos y alimentación: fijar una hora para almorzar y tomar un café durante la jornada. Hidrátese permanentemente, evite ingesta de cerveza o bebidas energéticas.
Establezca una hora de finalización del día laboral en casa: al finalizar, realice un ordenamiento de su espacio de trabajo y deje en agenda para el día siguiente.
Compartir con miembros de la familia durante un tiempo prudente: converse de temas variados y permita que cada uno exprese como se siente. Esto le ayudará a conocer el estado emocional del grupo. Llame o escriba también a familiares o amigos.
Duerma la cantidad de horas recomendada: evitando ver programas de excesiva violencia o situaciones dramáticas hasta altas horas.
Practique técnicas de relajación a través de respiración o música.

Y recuerde que las transiciones son procesos emocionales, cuya base de éxito está en establecer con claridad una estructura de funcionamiento personal en actitud.

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