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27 de Enero de 2016

Fabricante de ilusiones

Mujica tenía un discurso internacional y otro interno. Ese relato integrador y pacifista que salía al mundo, tenía una contracara interna en la falta de consideración y convivencia con sus oponentes.

Por Guillermo Bilancio
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Guillermo Bilancio es Profesor de Dirección General en la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez. Consultor en Política Empresarial.

José Mujica ha sido tal vez el personaje más alabado por su coherencia entre la política y el estilo de vida de un gobernante.

“Un presidente debe vivir como lo hacer la mayoría, no como la minoría”, decía permanentemente y lo cumplía realmente, no sólo frente a las cámaras. Tuve la oportunidad de conocer su “rancho” en las afueras de Montevideo y puedo asegurar que “su show” no era montado, era lo que todos veíamos.

José Mujica fue un outsider de la política tradicional. Su declaración acerca de la vida estando tan cerca de la muerte (El mató e intentaron matarlo durante su época de guerrillero), el discurso sobre la necesidad de abandonar la violencia que no conduce a nada, su relato impecable en la cumbre de Río (2012) sobre el consumismo; la vida y la ecología, su posición frente a la diferenciación entre la droga y el narcotráfico que lo llevaron a la legalización de la marihuana, son los hitos más relevantes que lo impulsaron a una categoría de “gurú” más allá de Latinoamérica. Uno de sus logros, como el dice es “haber puesto a Uruguay en el mapa…”.

Pero el caso de Mujica, como tantos otros relatores de ilusiones, no es un verdadero caso de liderazgo.

Un líder es considerado como tal si puede:

1) Influenciar sobre una visión
2) Motivar hacia altas expectativas
3) Ser considerado con quienes dirige y conduce
4) Promover el desarrollo de ideas y acciones innovadoras.

En el caso de José Mujica, no se dieron ninguno de estos cuatro aspectos, más allá de lo que podamos plantear como un relator de discursos motivantes…

Respecto a influenciar sobre una visión, está demostrado que su percepción de la vida llevada al gobierno no fue un ejemplo seguido por sus dirigidos. Si su visión era la austeridad, el gasto se disparó a punto tal de generar en el país charrúa el déficit más importante desde 2002, el consumismo creció, la voracidad de funcionarios en casos poco claros como los de Pluna y Ancap (La compañía de petróleo), no son la más viva representación de un gobierno austero progresista…Mujica nunca pudo guiar, y tal vez eso sucedió por la total falta de conexión entre su discurso, la gestión y la acción.

A pesar de vivir en un país con crecimiento económico, y con alto potencial, nunca motivó para generar grandes expectativas. Casi hizo un culto a la pobreza intentando minimizar la satisfacción del total en lugar de promover la satisfacción del individuo. No es malo ni decadente ser pobre, pero una sociedad conformista no puede ser progresista…

Mujica tenía un discurso internacional y otro interno. Ese relato integrador y pacifista que salía al mundo, tenía una contracara interna en la falta de consideración y convivencia con sus oponentes. Tal vez en este punto se transformó en un ejemplo negativo para sus seguidores que ampliaron la grieta sociocultural con aquellos que piensan un modelo de país diferente.

Y más allá de sus ideas innovadoras en términos de, por ejemplo, la legalización de la marihuana y la promulgación del matrimonio gay, no tuvo propuestas para generar innovación en otros ámbitos, que si lo hicieron por su propio interés en el desarrollo.

El ejemplo Mujica es parte de lo que sucede en los modelos populistas progresistas, dónde el relato vive desconectado de la gestión ya sea por ineficiencia en la conducción ó, en el peor de los casos, por interés y conveniencia de gobiernos que aprovechan el discurso para cubrir la corrupción y la riqueza ilegítima.

Mujica tuvo en sus manos la oportunidad de transformar sus vivencias en hechos que hubiesen beneficiado a su sociedad e influir en un continente que, como el decía, tenía lenguaje y valores para estar unido. Pero le faltó gestión y trabajo para la acción.

Tal vez, el conductor estaba cansado. Y eso no lo transformó en líder. Otra oportunidad perdida.

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