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5 de Abril de 2016

¿Junta Nacional, irrelevante o simbólica?

Esas distintas perspectivas se están yendo a las antípodas y son, precisamente, una causa importante de su estancamiento. No se trata de hacer llamados a la unidad de su militancia, cuando se carece de una visión única sobre lo que debe hacer un gobierno cuando llega al poder.

Por Ernesto Evans
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Ernesto Evans es El Dínamo.

Pregunta que necesariamente irrumpe, poco después de la Junta Nacional de la Democracia Cristiana del sábado pasado, una reunión ampliada muy importante, con representantes de todo el país, donde se define el rumbo que va a seguir el partido de la falange. Y la duda si fue irrelevante o no la Junta es obvia, aunque hubo un hecho político innegable: renunció su Presidente, Jorge Pizarro, quien fuera elegido para conducir el PDC el 29 de marzo de 2015. Es decir, duró menos de un año en el cargo.

Pero además, nadie salió proclamado como pre-candidato de la DC, salvo la autoproclamación de Ignacio Walker: “Si el partido así lo estima, yo estoy disponible para un desafío presidencial”, señaló, como otras veces, el senador DC. Tampoco se estableció una estrategia clave para las elecciones municipales, no se definieron personas que hicieran de íconos para liderar el proceso eleccionario (los Radicales lo hicieron), ni se establecieron las comunas claves. Su definición de un futuro Presidente de la República de su tienda, no se sabe bien si es voluntarismo químicamente puro, o un realismo muy difícil de concretar con éxito.

En síntesis, la Junta de la D.C. fue absorbida por la renuncia de Pizarro, aunque es evidente que hay algo muy simbólico: subyacen y se agudizan dos visiones. Por una parte, los anti liberales de la nueva mayoría, los refundacionales que quieren apoyan el programa de reformas a rajatabla, sin dudar, junto a algunos que, con varias canas más, siempre han desconfiado del empresariado y la iniciativa privada. Y por otro lado, quienes apuestan por profundizar lo que hizo exitosa a la Concertación; aquella que enarboló el “crecimiento con equidad”, que logró crecer y reducir la pobreza, tan como lo señala el Banco Mundial: la proporción de la población considerada extremadamente pobre (US$ 3.1 por día) se redujo del 7.7% en 2003 al 2.0% en 2013 (Chile, Panorama general). Eso sumado a cambios importantes en la educación, infraestructura, tributos, etc.

Esas distintas perspectivas se están yendo a las antípodas y son, precisamente, una causa importante de su estancamiento. No se trata de hacer llamados a la unidad de su militancia, cuando se carece de una visión única sobre lo que debe hacer un gobierno cuando llega al poder. Los refundacionales están prestándole apoyo incondicional a un gobierno de baja aprobación, a una administración que intenta convencernos que las reformas son para nuestro bien. Y, con distinta perspectiva, otros que no quieren rendirse al leviatán hobbesiano que señala, inflexible y sin derecho a la replica, lo que es bueno o malo, llenando todo el espacio de emprendimiento con tediosas regulaciones, haciendo del panteísmo estatal una realidad y cansancio diario.

Y la desconfianza poco ayuda, e incrementa los slogans vacíos de los que desconfían de los políticos, de los funcionarios públicos o el Estado, y de los que creen que los empresarios abusan, ambicionan sin limite o se coluden para defraudar a los consumidores. Esa “malus semen” entró a algunas mentes y se ha instalado; es la semilla que anima las barras bravas autoras de miles de comentarios cargados de mala onda en periódicos electrónicos y redes sociales.

La DC de post segunda guerra quiso ser alternativa entre el capitalismo y marxismo, privilegiando a las personas sobre el mercado o el Estado. Vivimos una era donde algunos intelectuales han declarado que las ideologías han muerto, pero no es cierto, porque muchos creen, sin medir las consecuencias, en la eficacia trascendente y atemporal del Estado para solucionar los problemas de la sociedad. Hay que tener una mirada crítica del Estado y del mercado, pero haciendo una síntesis de lo positivo de ambos, sin perder de vista la importancia de las personas, como criaturas activas capaces de solucionar sus problemas de manera organizada, creando cuerpos intermedios, sindicatos, corporaciones, fundaciones e incluso empresas. No apoyarlos es un inconmensurable error, y exacerbar la dicotomía Estado-privados por parte de la DC, uno muy garrafal.

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