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23 de Febrero de 2024

La Revolución del Lumpen

La revolución del lumpen es un sismógrafo de la agitación social, un barómetro del malestar social. Su agresiva manifestación y la consiguiente destrucción, sin embargo, no ofrecen soluciones, sino un martillo de destrucción.

Por Christian Aste
AGENCIA UNO/ARCHIVO.
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Christian Aste es abogado.

El lumpen es un término marxista acuñado para describir la capa más baja y degradada de la sociedad. La más susceptible de ser incendiaria, y dispuesta a sacrificar la estabilidad y la paz por el rápido alivio del descontento social. Su rebelión, expresa un catalizador para la destrucción, que transforma el sufrimiento en rabia, la desesperación en desorden, y el resentimiento del “postergado y discriminado” en vandalismo. Conforma una embriaguez espontánea y desesperada, que algunos políticos inescrupulosos y descerebrados no dudan en utilizar para despedazar los tejidos de la sociedad.

Lo hacen, sin considerar que la revolución que se origina allí es un arma de doble filo, una caja de Pandora desbocada de anarquía y caos. La anarquía presentada como la salvación, y como una promesa edénica, se rebela en los hechos y más temprano que tarde, como un factor de desintegración y completa desestabilización. En lugar de ser un motor de cambio social, se convierte en una locomotora desbocada que demuele el presente, olvida el pasado, y arrastra al país hacia un agujero negro de caos y disolución.

No son los ingenieros del nuevo sistema, sino el martillo y el buril que desmantela a punta de violencia lo que se ha construido a fuerza de trabajo y sacrificio. Paradójicamente con el objeto de instalar un modelo que los usa, multiplica, y que después que logra sus objetivos se deshace de ellos, por considerarlos inservibles.

Quienes utilizan su descontento y furia, en lugar de ayudarlos a elevarse de su posición, inflaman su malestar, y alimentan su ira no contra sus decisiones, que son las responsables de sus fracasos, sino de los enemigos de ellos. Los usan como un peón en su juego político. Adornan su rabia con el atractivo de la revolución, pero en realidad, sólo les dan una licencia temporal para anarquizar y destruir en lugar de ayudar a construir un mejor mañana.

La revolución del lumpen es un sismógrafo de la agitación social, un barómetro del malestar social. Su agresiva manifestación y la consiguiente destrucción, sin embargo, no ofrecen soluciones, sino un martillo de destrucción. Es un camino hacia un abismo. En vez de ser un noble levantamiento contra la injusticia social, se muta en un tornado de anarquía y desorden, con el potencial de destruir el país y sumergirlo en un océano de incertidumbre y retroceso.

El país necesita una revolución no de destrucción, sino de reformas inteligentes, que apunten en el sentido correcto. No una revolución que quema y mata, sino una que reconstruye y reorganiza, orientada hacia la justicia y la equidad social. La revolución del lumpen es una quimera, un fenómeno fugaz nacido de la desesperación, y no puede ofrecer la solución fundamental que el país necesita.

El lumpen necesita ayuda, no incitación. Necesita oportunidades, no anarquía. Necesitamos evitar que el lumpen se convierta en el instrumento de su propia destrucción y la del país.

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