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¿Discurso o evidencia?

Como lo hemos visto recientemente, dentro de un mismo sector se generan quiebres y zancadillas mal intencionadas entre candidatos.

¿Por qué en política, a veces, cuesta tanto apreciar un mismo punto de vista? Se podrían señalar varias razones obvias: en política se compite más de lo que se comparte; las elecciones por definición generan un fragor de distintas miradas; no hay empates en política electoral, alguien pierde y alguien gana. Todo lo anterior genera un momento que privilegia destacar más las diferencias que las afinidades.

Como lo hemos visto recientemente, dentro de un mismo sector se generan quiebres y zancadillas mal intencionadas entre candidatos. O si el resultado de una Primaria no gustó, y no se quiere apoyar a quien ganó, renunciar al partido se transforma en el tic del momento.

Por cierto, hay convicciones e ideas muy distintas en una lucha electoral. De ahí que se busque que gobierne la que pruebe ser mayoritaria.

Lo que sorprende es la escasa mirada común para problemas objetivos. Que no son creados por factores ideológicos, sino por la realidad. ¿Por qué habría de ser tan distinta la mirada sobre el problema de la permisología? ¿O a coincidir en una visión común sobre reformas constitucionales básicas? Así como no hay controversia sobre los límites del territorio nacional, ¿por qué hay tanta mirada distinta hacia cómo hacer de la educación una plataforma de progreso constante?

Todas las ideas políticas y los partidos tienen su historia. Cómo nacieron. A quién rechazaron y con quién se asociaron. Usar cada cuatro años esa historia para dividir y buscar gobernar es una rutina estúpida. Así, no se mueve ni un músculo hacia la semilla del progreso.

En grupos medianamente afines las diferencias se asemejan a la caricatura que acompaña esta columna. Cosas que todos dicen buscar mejorar, se opta verlas desde donde mejor convenga, antes de unir fuerzas para, de una vez, dejar de recitar el mantra de lo que falta y hacer lo que hay que hacer para corregirlo.
Albert Einstein dijo que “en el mundo nada sucede hasta que algo se mueve”. Y ese movimiento, cuando es virtuoso, se aprecia, se nota y genera confianza. No emana de la casualidad, sino del propósito. Una alianza de miradas compartidas es un movimiento. No es un mandato ni una pose. Es, simplemente, un movimiento que cambia el discurso por la evidencia.

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