En el debate sobre el litio se ha instalado una narrativa que distorsiona los objetivos reales del acuerdo entre Codelco y SQM. Se ha dicho que se entrega un recurso estratégico a privados, que se omite la licitación como mecanismo de asignación, e incluso que los beneficios están concentrados en una sola de las partes. Pero lo cierto es que este acuerdo, avalado por la legislación vigente, constituye una de las decisiones más estratégicas que ha tomado el Estado de Chile en materia de recursos naturales desde la nacionalización del cobre.
Veo este acuerdo como la convergencia virtuosa entre oportunidad, experiencia y visión de futuro. Chile posee una de las mayores reservas de litio del mundo, un mineral crítico para la transición energética global. La demanda de este recurso, impulsada por la movilidad eléctrica y el almacenamiento de energías renovables, se mantendrá elevada al menos por las próximas dos décadas. En este escenario, no actuar con rapidez y decisión equivale a desaprovechar una ventana histórica para transformar nuestro potencial geológico en desarrollo tecnológico, industrial y social.
¿Podía haberse optado por una licitación internacional? Técnicamente, sí. ¿Era la mejor alternativa en este caso? A mi juicio, no. Una licitación abierta exige plazos que superan los cinco años solo en términos administrativos y regulatorios. A ello habría que sumar el tiempo de instalación y puesta en marcha de un nuevo actor, sin garantías reales de contar con experiencia ni conocimiento del territorio. Durante todo ese período, Chile habría dejado de percibir ingresos por miles de millones de dólares y, más grave aún, habría perdido presencia en un mercado donde el liderazgo temprano marca la diferencia.
El acuerdo con SQM permite a Codelco aprovechar de inmediato una infraestructura productiva probada, conocimiento técnico acumulado durante más de 30 años y redes consolidadas de comercialización internacional. Y lo hace bajo una estructura societaria en la que el Estado, a través de Codelco, mantiene la mayoría accionaria (50% más una acción) y recibe aproximadamente el 80% de las utilidades netas.
Más relevante aún, nuestra principal empresa minera incorporará conocimiento especializado y experiencia técnica en litio, lo que potenciará sus capacidades y la posicionará como líder mundial en la producción de dos minerales clave para la transición energética. Esta estrategia es eficiente y contribuye a un objetivo fundamental del Estado: fortalecer de manera estratégica a nuestras empresas públicas.
La alianza con SQM establece exigencias claras: avanzar hacia tecnologías limpias, reducir la huella hídrica, incorporar nuevas metodologías de extracción directa y potenciar la investigación aplicada en materiales avanzados. Corfo, por su parte, ya ha dado señales concretas al impulsar iniciativas como el Instituto de Tecnologías Limpias. Este no es un acuerdo para extraer más litio sin condiciones. Es un acuerdo para extraer mejor, con más control público, más sostenibilidad y más ciencia.
El marco jurídico utilizado es robusto. La Ley de la Corporación de Fomento de la Producción faculta al Estado a celebrar este tipo de acuerdos con operadores de reconocido prestigio, en condiciones que resguarden el interés nacional. No hay vacíos legales, ni triquiñuelas contractuales. Hay una institucionalidad que funciona, que da certezas, y que nos permite actuar con sentido de urgencia sin sacrificar legitimidad ni transparencia.
Chile necesita mirar este tema con altura de miras. España, Australia y China han demostrado que la cooperación entre lo público y lo privado, bien diseñada y regulada, puede convertirse en un motor de innovación y desarrollo sostenible. Nosotros no tenemos por qué inventar la rueda. Podemos hacerlo con nuestra propia receta: con control estatal, con vocación pública y con visión de largo plazo.
El acuerdo con SQM no es perfecto. Ningún acuerdo lo es. Pero es una decisión informada, estratégica y bien fundada, que apunta a lo mejor de nuestras capacidades: poner la ciencia, la política pública y la experiencia productiva al servicio de un desarrollo que no deje a nadie atrás. Tenemos ahora la oportunidad de que los recursos provenientes del litio contribuyan directamente al fomento de la economía a través del incentivo al emprendimiento y la innovación. Esa oportunidad no la podemos dejar pasar.