“No se trata simplemente de generar contenido, sino de crear un encuentro entre corazones”, dijo el nuevo Papa en su primer encuentro multitudinario en el jubileo. Su apuesta por una comunicación genuinamente humana se aleja de los que viven asustados por las redes. Aprovechó la imagen del corazón, la metáfora de las tan criticadas emociones, que no se puede racionalizar, en línea con la idea clásica de Francisco (corazón, cabeza y manos.)
Hace 25 años, cuando Juan Pablo II realizó el anterior jubileo de jóvenes en Roma, las redes eran anecdóticas. Fue Benedicto, el Papa teólogo, el pionero en usar Twitter para asumir conversaciones difíciles. Luego vino Francisco, el Papa pastor que -reacio a las tecnologías- siguió a su predecesor promoviendo una Iglesia que saliera al encuentro de los otros. El agustino Robert Prevost llegó al papado con un perfil de matemático serio y gestor, y es el primer pontífice que ya era usuario activo en Twitter antes de ser León XIV.
Sus seis días de jubileo terminaron con un discurso en el que destacó la irrupción de la inteligencia artificial como un desafío y una oportunidad para la fe y la comunicación de la Iglesia, doblando la apuesta por el rol de las redes sociales en la construcción de la paz. No fue casual que convocara a mil influencers católicos para animarlos a revolucionar las redes. La misión no es simplemente viralizar mensajes, la inteligencia artificial pasa por escuchar el dolor de la gente; comprender y acompañar mejor, y ser testigos de esperanza en un mundo donde la conversación digital a menudo se convierte en ruido.
Desde hace décadas la IA nos acompaña, pero nunca como ahora, integrada en nuestros dispositivos y en nuestra vida cotidiana. Al igual que el iPhone en 2007 puso un computador en nuestros bolsillos, la IA generativa nos entregó a todos una nueva interfaz para entender, tener más empatía y expresarnos con claridad.
El Papa tuitero entiende que la tecnología sirve cuando complementa el encuentro humano. La IA puede aumentar nuestras habilidades, pero no puede reemplazar la capacidad de expresar, comprender y acompañar. “En este nuevo tiempo, la misión de la Iglesia –y de cada uno de nosotros– será usar estas herramientas para tejer redes con sentido, sanar heridas y construir comunidades capaces de escucharse y dialogar, en medio del vértigo digital que nos rodea.”
El Papa abre el debate ético al condicionamiento que le impone el modelo de negocio a la inteligencia artificial: los usuarios buscan aprobación, apoyo y reconocimiento y las IAs, tienden a comportarse como “animadores”, más que como interlocutores críticos. La gran noticia de su mensaje fue el llamado “a reparar las redes”, tal como los pescadores en los tiempos de Jesús se dedicaban a enmendar los tejidos cortados. Este Papa entiende que el problema de muchos algoritmos solo se puede solucionar con algoritmos hechos con otros fines. Con su llamado mostró que el desafío tiene tanto que ver con los mensajes como con la forma en que está estructurada la conversación en torno a nuestras cuentas.
“Vuestra misión, es alimentar una cultura de humanismo cristiano, y hacerlo juntos. Esta es para nosotros la belleza de la red. Redes que abran espacio al otro más que a sí mismos, donde ninguna burbuja de filtros pueda apagar la voz de los más débiles”.