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Vivir para siempre

Hoy, a días de su esperado regreso a Santiago, Oasis alcanza la consagración que solo algunas bandas logran. No se trata de volver a sonar, sino de seguir sonando igual de grandes. Y en un mundo donde todo envejece rápido, eso de vivir para siempre es lo más rockero a lo que se puede aspirar.

“Creo que podemos decir oficialmente que Oasis ganó la batalla, la guerra, la campaña, todo. Son los ganadores.”

La frase de Damon Albarn, líder de Blur, suena más a aceptación que a ironía. El viejo rival reconoce lo que el tiempo se encargó de sellar: Oasis no solo ganó la batalla del britpop, sino el pulso más largo y duradero, el del mito y las multitudes.

Con su gira de reunión, los Gallagher confirmaron que no son una banda de culto ni un recuerdo de los 90. Son un grupo de estadio, de esos que arrastran generaciones y economías enteras. The Guardian calculó que sus fanáticos en el Reino Unido gastarán más de mil millones de libras en entradas, viajes y merchandising. Y eso no es solo nostalgia, sino una verdadera industria emocional.

En su tercera y última visita a Santiago, el 5 de mayo de 2009, Oasis tocó en el Movistar Arena. Fue un buen concierto, pero con una tensión que se podía cortar en el aire. Había distancia entre los hermanos y un agotamiento visible tras años de desavenencias públicas que ya eran parte del espectáculo. Aun así, sonaban sólidos, aunque sin la energía colectiva que hoy los rodea. Poco después, todo se desmoronaría.

Vendrían entonces las rutas paralelas. Noel Gallagher llegó a Chile en tres oportunidades con sus High Flying Birds -incluido un teloneo a U2 en 2017-, y Liam, por su parte, aterrizó con Beady Eye en 2011 y regresó dos veces en plan solista, dejando aquella triste postal de Lollapalooza 2018, cuando cantó cuatro temas y se fue del escenario. Ambos mantenían vivo el nombre, pero no el mito. Faltaba la chispa, esa electricidad fraterna que solo se enciende cuando están juntos.

Por eso este regreso tiene otra magnitud. Los Gallagher no vuelven para recordar: vuelven para confirmar. Para demostrar que su catálogo -desde Wonderwall hasta Don’t Look Back in Anger– no envejece, que sus canciones siguen siendo coreadas con la misma convicción de hace 30 años, y que su espíritu desafiante, obrero y melódico conserva el mismo poder de convocatoria que entonces.

Lo de “obrero” no es gratuito: La vieja batalla del britpop fue también una disputa cultural. Blur representaba la ironía, el arte, el Londres intelectual; Oasis, la calle, el fútbol, el norte orgulloso. En esa tensión de clase y de estética se escribía algo más que música. Y aunque Blur ganó la batalla del 95, fue Oasis quien terminó conquistando el territorio del tiempo: el de las canciones que perduran, los coros que no envejecen, los estadios que se llenan.

Hoy, a días de su esperado regreso a Santiago, Oasis alcanza la consagración que solo algunas bandas logran. No se trata de volver a sonar, sino de seguir sonando igual de grandes. Y en un mundo donde todo envejece rápido, eso de vivir para siempre es lo más rockero a lo que se puede aspirar.

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