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El fútbol de antes: me parece que soy de la quinta que vio el Mundial del 78

Parodiando la canción de Calamaro, Felipe Bianchi recuerda el primer mundial de fútbol que vimos en colores. Fue al ladito, en Argentina, y se esperaba que llegaran miles de chilenos a Mendoza, Córdoba, Rosario o Buenos Aires. Sin embargo, esa vez la Roja no clasificó.

Jugado en Argentina y ganado por los locales con un equipazo que dirigía el flaco César Luis Menotti (famoso en esos años por su feroz ingesta de cigarrillos, su pelo largo, sus patillas, sus peroratas pseudo intelectuales y su impermeable beige, que no se sacaba nunca al punto de usarlo en la banca durante los partidos), el Mundial del 78 quedó para siempre en nuestra memoria porque fue al lado, aquí mismito, pasando el cerro, y no pudimos estar porque no fuimos capaces de clasificar ante el Perú de Chumpitaz, Cueto, Oblitas, Cubillas, Velásquez y Muñante, que nos dejó en el camino para representar a Sudamérica junto a los locales y a Brasil.

De Europa llegaron Alemania, como campeón defensor, Holanda (que había sido segundo el 74), Italia, Suecia, Escocia, España, Hungría, Polonia, Austria y Francia. México fue por la Concacaf, Túnez por Africa y la selección de Irán, por Asia. 16 equipos, que parecen la nada ante los 48 participantes que tendrá el Mundial del 2026, con una “inflación” del 300% y la idea, obvia, de que ahora va cualquiera a los mundiales, que hace rato dejaron de ser un tema de calidad y pasaron a ser sólo plata, billetes, ingresos, lucas, dólares, euros.

Ya en el torneo, esa vez nuestros vecinos del Rimac hicieron una estupenda primera rueda -le ganaron fácil a Escocia y a Irán y empataron a cero con el finalista Holanda– pero una pésima segunda ronda, donde perdieron con Polonia, con Brasil y al final con Argentina, en un 0-6 extraño, dudoso, exagerado, que significó el fin de la carrera del arquero Ramón Quiroga, recibido en Lima con una lluvia de monedas por los indignados hinchas peruanos que hablaron y hablarán siempre de “arreglo”.

Aparte de la frustración (si Chile clasificaba y jugaba en Mendoza sin duda habría sido el debut adelantado de la Marea Roja) el Mundial de Argentina también significó para nosotros la llegada al país de la televisión a color…así como el mundial del 62 había marcado la llegada de los aparatos blanco y negro. 28 años después que Estados Unidos, 18 después que Japón, 15 después que México, 12 después que Inglaterra, 11 después que Francia y Alemania, cinco después que China, España, Arabia Saudita y la Unión Soviética y uno después que Italia; pero uno antes que Paraguay, Venezuela, Colombia, Bolivia y la India y el mismo año que Sierra Leona, Moldavia, Malasia, Kenia, Gabón, Azarbaiyán, Perú y Argentina, los voluminosos televisores-mueble de hasta 21 pulgadas, de JVC, Philips, Sanyo, Sony Trinitron, Hitachi y Panasonic, aterrizaron en gloria y majestad en el país transformándose en el principal símbolo de la apertura económica. Pero eran caros, así que no se masificaron tan rápido: el censo del 82, realizado cuatro años después para el Mundial de España en el que sí estuvimos, estableció que sólo uno de cada tres hogares chilenos tenían en ese entonces un televisor a color.

Futbolísticamente hablando, Argentina fue campeón con justicia pero no exento de complicaciones. Perdió en la primera fase con Italia (gol del canoso Bettega), le costó dejar en el camino a Polonia y Brasil en la segunda ronda, y en la final con Holanda pudo perder antes de ir al alargue, que terminó ganando 3-1. Sus grandes figuras fueron el arquero de camiseta verde Ubaldo Matildo Fillol (vaya nombres), el rucio-crespo-pintoso Alberto Tarantini, el zaguero central, patrón del área y capitán Daniel Passarella (que cabeceaba como los dioses, lanzaba con violencia los tiros libres y le pegaba a todo lo que se moviera), el chicoco Osvaldo Ardiles (que de ahí se iría al fútbol inglés, cuando no se iba nadie, para jugar en el Tottenham Hospurn junto al barbón Ricardo Julio Villa), Mario Alberto Kempes (que terminaría jugando por nuestro Arturo Fernández Vial con más de 40 años para luego retirarse en el Pelita Jaya, de Indonesia), Leopoldo Jacinto Luque (delantero bigotón que murió sorpresivamente el 2021 por el coronavirus) …y el general Jorge Rafael Videla, porque según los mal pensados, ese torneo, jugado en plena dictadura, estuvo arreglado desde un comienzo por el corrupto presidente de la FIFA, el brasileño Joao Havelange, y el siniestro líder de la junta militar transandina, inventor por esos años de la horrenda frase “los argentinos somos derechos y humanos” para contrarrestar la campaña internacional que, con justa razón, pedía respetar la ley y la dignidad de los opositores.

Para mí fue un Mundial especial no sólo por ser el primero que vimos en la tele a color gracias a la buena voluntad de un amigo de mi padre de apellido Mimica, sino por un cuaderno y un estuche que me trajo mi padrino desde Buenos Aires con la mascota de Gauchito en la tapa, lo que me generó gran popularidad en el colegio. Y porque el álbum de ese año, redondo ya que era una pelota de fútbol, tenía en la contratapa un aviso de Orient donde una fina y delicada mano de mujer mostraba el último modelo de reloj. La mano era de mi mamá, que por fin logró sacarle partido a uno de sus complejos (la mano huesuda) y a un amigo que trabajaba en una agencia de publicidad, para convertirse de ahí en más en “modelo de manos”. Extraño trabajo que nos dio de comer un buen tiempo.

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