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Tres mujeres al centro de la cultura

De niñas soñaban con ser bailarina, violinista y pintora. Ahora Carmen Gloria Larenas, Dominique Thomann y Alejandra Martí están a cargo de cientos de artistas que tuvieron los mismos anhelos y se proponen que Chile y el mundo aprecien su creación. Son las directoras ejecutivas de los relevantes centros culturales VM20, GAM y Teatro Municipal de Santiago, y juntas trabajan para que la alguna vez siniestrada zona cero de la ciudad se recupere y se repueble con millones de aplausos para seguir siendo el corazón artístico de Chile.

La noche de la inauguración de la Gran Sala Sinfónica de la Universidad de Chile, el mundo de la cultura estuvo de fiesta. Ese 10 de julio nació un espacio artístico de lujo para albergar los conciertos de los elencos estables de esa casa de estudios, pero también se evidenció cómo en Vicuña Mackenna número 20, a pasos de donde en 2019 el país se fracturó, cinco años después se podía volver a encontrar.

Dominique Thomann, directora del Centro Artístico y Cultural (CEAC) a cargo de la sala, supervisaba los detalles de una convocatoria que, además de las autoridades asistentes, puso el foco sobre mujeres que, como ella, han hecho carrera en la gestión y se han convertido en figuras clave para el desarrollo cultural.

Revista D convocó a Thomann y a Alejandra Martí, directora ejecutiva del Centro GAM, junto a Carmen Gloria Larenas, directora general del Teatro Municipal, para proyectar lo que sucede hoy en esta zona cero de la cultura, en este radio de 2 kilómetros que les toca liderar. Las tres se conocían, habían trabajado en el centenario espacio de ópera de la comuna de Santiago y, juntas, empezaron a soñar. “Podríamos crear un abono mixto”, “Acá nace la Alameda de las Artes”, “Tenemos que hacer resentaciones conjuntas”, fueron solo algunas de las ideasque esa noche se comenzaron a gestar.

Dominique cuenta que aprendió el DoReMi antes que el ABC. Alumna del maestro Jaime de la Jara, nieta de pianista, desde pequeña soñó con dar conciertos de violín. A los 15 años ya tocaba en la Orquesta de Cámara del Instituto de Santiago, liderado por otra mujer, Silvia Soublette, y tuvo la oportunidad de viajar a Polonia. “Ahí entendí que el arte necesita gestión. Poder viajar, estar en contacto con otros músicos y otros escenarios, es una oportunidad que siempre quise que todos pudieran tener”, recuerda.

La historia de Carmen Gloria Larenas es similar. Integró la Escuela de Ballet del Teatro Municipal desde niña, pero proyectar seguir una carrera en esa línea en Chile no era fácil sin una ayuda mayor. La ejecutiva que, desde su actual cargo, cerró un acuerdo de formación con el Ballet de la Ópera de París dice: “Siempre pensé cuáles son las oportunidades que a mí me hubiera gustado tener como bailarina, como poder formarme en Francia”.

Ambas tuvieron la música y el baile siempre en el corazón. Al igual que Alejandra Martí, quien nació en Barcelona y creció escuchando relatos familiares de una bisabuela que, junto a Claudio Arrau, animaba tertulias musicales. Su opción disciplinara iba por el lado de las artes visuales y la fotografía pero, al igual que sus compañeras, tuvo que hacer un duelo en pos de la gestión. “Sentía que como artista no iba a llegar a ser un gran talento, pero sí tenía capacidades de administración y me gustaba mucho emprender. Para mí, la gran creación también es crear modelos que puedan sostener arte”, define con la misma pasión que podría haber plasmado sobre un cuadro. Entonces, no es casual que hoy Alejandra esté a cargo de un centro cultural que mira la Alameda con un gran mural del artista Fabciraolo —Oyéndote el corazón— y que muestra a Gabriela Mistral unida a Doris Dana como símbolo de la diversidad que el espacio busca albergar.

Resignificar el trauma

Octubre de 2019 fue el mes en que los espacios culturales de la zona cero ardieron ante la mirada atónita de todos quienes solían visitar el Centro Cultural Alameda y el Museo Violeta Parra; ambos quedaron reducidos a cenizas. “Y el GAM se salvó, no nos quemaron”, dice su directora ejecutiva desde 2025. En estos meses, Alejandra ha escuchado los relatos de los trabajadores, y ha apreciado cómo el trauma de esas jornadas de protesta fue rápidamente tramitado gracias a la apertura a recibir la expresión del descontento social. “La organización fue tremendamente resiliente y fue capaz de canalizar esas demandas sociales que usaron la creatividad como una gran bandera política. Se pusieron los muros al servicio de eso, y para mí ese es el rol que tiene que cumplir una institución cultural cuando hay un conflicto social de esta envergadura. “Las instituciones culturales estamos vivas, somos contemporáneas, no somos museos”, declara.

Dominique Thomann, que lidera el CEAC, del que dependen la nueva sala VM y el histórico Teatro Baquedano —en plena Plaza Italia, frente al lugar donde se levantaba la estatua del general Baquedano—, relata que también ha escuchado cómo los miembros del Ballet Nacional Chileno, los músicos de la Sinfónica y los cantantes del Coro Sinfónico vieron amenazado su espacio laboral en medio de las
movilizaciones. “Fue un período duro porque, efectivamente, el teatro se vio bastante afectado por el cierre y, luego, por la pandemia. Las personas no querían volver al centro ni querían estar juntas. A mí me tocó el período de la recuperación, pero fue lento. El espacio empezó a habitarse de a poco, empezó a perderse el miedo y a dejarse atrás este estigma de que te iban a asaltar si venías”, dice. Y agrega: “Un quiebre importante fue el concierto que hizo la Sinfónica en Plaza Italia el 2023 con la Novena de Beethoven, ese fue el primer hito en que dijimos recuperemos la plaza, recuperemos la ciudad”. VM20, dice Dominique, viene a coronar lo que es la reactivación.

Apenas unas cuadras más allá, en el Municipal de Santiago, Carmen Gloria Larenas también vivió el proceso de volver a atraer a las audiencias a un espacio, además, amenazado por la falta de seguridad con que el centro se suele relacionar. “Esta comuna, que es capital, tiene los mismos desafíos que tiene el resto del país. Sería raro que la comuna de Santiago fuera una especie de burbuja, donde no hubiera los problemas que hay en todas las otras comunas y en todo Chile. Por eso el municipio ha hecho un esfuerzo por poner más seguridad”, afirma. “Ahora, en general, las personas que vienen no viven con ningún trauma de venir al Teatro Municipal de Santiago. Muchos vienen en metro, después se van directo al metro, muchos se estacionan aquí al frente o al frente del metro. Te diría que es un tema que preocupa, pero que cada vez impide menos que la gente vuelva”, dice.

De la esquina al mar

Lo escrito: Dominique iba a ser violinista, Carmen Gloria bailarina y Alejandra, artista visual. Hoy sus reinos están en esquinas emblemáticas de la capital. Y desde ahí buscan llegar a muchos espacios, de Chile y el mundo. También al mar. Cada noche de conciertos en la Gran Sala Sinfónica, el público parece entrar a una gran nave, una especie de arca, un sitio donde los plafones acústicos de madera que cuelgan del
cielo arman una estructura que bien parece los baos del casco de una nave invertida que, además de los músicos, trasladará en su cubierta imaginaria a 1.200 espectadores en cada función.

Al final, los aplausos descenderán como oleadas desde los balcones hasta la platea. Cada noche en este espacio ofrece una experiencia acústica de primer mundo que vale la pena vivir. La oferta de VM20 se suma a las 1.100 butacas que ya ofrecía el Teatro Baquedano, y que ahora quedará como escenario exclusivo de la danza contemporánea del BANCH. El histórico cuerpo de baile también visitará el flamante centro cultural, a solo unos pasos de distancia, pues ahí tendrán su nueva sala de ensayos. Hasta ahora, realizaban sus prácticas en un espacio del GAM.

El Centro Gabriela Mistral también tiene planes de expansión. Cuenta Alejandra Martí que este año sumarán a las ofertas de teatro, literatura y artes visuales, un elenco musical estable. Con un ensamble de cuerdas residente, las 819 butacas de las salas principal y auxiliares se fortalecerán a la espera de un proyecto mayor: el MOP está llevando a cabo la licitación para construir de aquí a 2028 una nueva sala que sume 1.800 butacas… y no solo al país.

Tanto Alejandra como Dominique han trabajado en Europa, donde la institucionalidad cultural no solo se construye pensando dentro de las fronteras de cada ciudad o nación. La líder del CEAC realizó en Alemania su tesis doctoral de gestión cultural soñando en un circuito de festivales de música para este país. Alejandra tuvo como primer espacio laboral el Liceo de Barcelona, un teatro tan histórico como innovador.

Todo el bagaje ganado en esas experiencias llegó a Chile para hacer que la cultura diera un paso más allá. Trabajaron en espacios locales del sur y el centro del país, se reunieron en el Teatro Municipal —donde estaba Carmen Gloria en el área de las comunicaciones— para dar nuevos impulsos a la gestión de la Orquesta Filarmónica, al área administrativa, a la formación de nuevas audiencias, a las visitas guiadas y a la inserción del teatro de producción de ópera más relevante en un circuito de cooperación internacional. Luego, a punta de sus logros, fueron convocadas mediante concursos a los espacios donde reinan hoy.

“En Chile hay que relevar el impacto que la cultura tiene en la vida de quienes pueden acceder. Ese es el aporte que quiero hacer y que me trajo de vuelta acá”, dice Dominique. “Tenemos que renovar las audiencias. Cuidamos mucho esa transversalidad y que el Teatro sea un espacio de encuentro. Eso es muy importante para un mejor tejido social”, agrega Carmen Gloria. Y Alejandra proyecta: “Cada vez estoy más convencida de que si no tenemos una institucionalidad, una gobernanza, un andamiaje fuerte administrativo, la creación se empobrece y se precariza. Cuando creamos espacios sólidos, profesionales, los creadores pueden conquistar mercados, salir del país y, a la vez, podemos permitir que creadores de otros países vengan acá”.

Dominique, Alejandra y Carmen Gloria ya no sueñan solo con ser artistas ni reinas en sus esquinas. Anhelan que la otrora zona cero del estallido social se vuelva un distrito cultural de nivel mundial.

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