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30 de Abril de 2015

Glaciar Sangriento

Todo ocurre en una estación científica (la película en Estados Unidos es conocida como The Station), ubicada en los Alpes y encargada de estudiar la influencia del cambio climático en los glaciares montañosos.

Por José Blanco J.
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José Blanco J. es Profesor de Estado (Universidad de Chile), Doctor en Filosofía y Doctor en Materias Literarias (Universidad de Florencia, Italia). Se ha dedicado a la filología medioeval y humanista, dando especial importancia a Dante, Petrarca y Boccaccio sobre los que ha escrito numerosos libros y ensayos. Ha traducido al castellano textos de cronistas florentinos que vivieron en América en los siglos XVI y XVII. También ha publicado libros de historietas de dibujantes chilenos.

En mi vida, he tenido poca posibilidad de ver películas austriacas y recuerdo sólo dos: Los edukadores, de Hans Weingartner, y Amor, de Michael Haneke (ver en el archivo de Día de cine).

Glaciar sangriento, dirigida por Marvin Kren, es el primer filme austriaco que veo de género terrorífico. Y tiene, desde ya, la garantía del equilibrio europeo, que no busca ni el gore ni lo truculento. En esta película, el miedo surge por el aislamiento y por la indefensión del hombre ante la naturaleza.

Todo ocurre en una estación científica (la película en Estados Unidos es conocida como The Station), ubicada en los Alpes y encargada de estudiar la influencia del cambio climático en los glaciares montañosos.

En un primer momento, no se advierte la presencia de un protagonista, pero éste empieza a perfilarse en Janek (Gerhard Liebmann), un encargado (aparentemente no calificado) de la mantención, que lleva ahí cuatro años acompañado por una perrita. Es un tipo descuidado en su aspecto personal y borracho consuetudinario, pero es indispensable para el funcionamiento de la misión científica.

Es él quien descubre un glaciar teñido de rojo. Extrae una muestra y la experta – analizándola – descubre que se trata de una bacteria, que estaba allí desde tiempos muy remotos y que está reapareciendo en la superficie debido al calentamiento global. Tiene propiedades mutantes y pronto verán cómo ha sido afectada la fauna local: el contacto entre las especies, la cadena alimenticia, está generando seres híbridos.

Los humanos también forman parte de la fauna y ya se verá lo que ocurre con ellos más adelante. Como siempre, no voy a contar la película: sólo quiero acotar que hay una cierta afinidad con películas como El enigma de otro mundo y Alien.

La vuelta de tuerca la constituye la visita de una ministra de gobierno (Brigitte Kren), acompañada de su comitiva, que incluye a Tanja (Edita Malovcic), un antiguo amor de Janek, por quien decidió quedarse ahí y que le traerá un doble dolor con una descarnada confesión. Vienen también guardaespaldas y periodistas que lo pasaran mal.

Aquí es dónde los científicos tratan de sacar partido de la situación, ocultando la verdad para no preocupar a los políticos y para apropiarse del descubrimiento.

Pero los ataques de los mutantes dejarán en evidencia que no se puede actuar por maquetas, como en el cine de Hollywood. La ministra (que se parece a Angela Merkel y a alguna gobernante latinoamericana) es una mujer práctica con gran sentido de la supervivencia; el borrachín es más eficaz y lógico que los expertos ambientales.

Y el final es abierto, dejando la sensación de que la amenaza está todavía por venir.

(Blutgletscher. Austria, 2013)

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