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23 de Diciembre de 2016

Pedir perdón

Que un condenado por crímenes de lesa humanidad pida perdón, sólo puede ser considerado como un gesto honesto, si la petición es acompañada de la disposición a informar, aportar, ayudar en la investigación de millares de asesinatos, torturas y secuestros que aún no se esclarecen y de cuerpos que no encuentran. Por sobretodo, pedir perdón, no puede venir amarrado a la espera de algún beneficio. El que está realmente arrepentido, sabe que debe pagar por lo hecho.

Por Lucía López
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Lucía López es Feminista, Periodista.Conductora de radio y televisión.

Pedir perdón. Tan propio de estas fechas. Tan buena época del año para arrepentirse de los daños causados. Pedir perdón no implica ser perdonado. Claro que no. Incluye la esperanza de ser perdonado, pero cuando alguien siente verdadero arrepentimiento por lo hecho, sabe que el otro tiene todo el derecho a no querer mirar, seguir de largo y pasar por alto el gesto de indulgencia, esa acción de conceder gracias. Pedir perdón es un gesto personal de profundo dolor y no sólo incluye la esperanza de ser perdonado, sino que la disposición a reparar el daño efectuado que al entendimiento del realmente arrepentido, es un daño injustificado.

Como una declaración de amor, pedir perdón no tiene por qué ser correspondido. Perdonar es también una acción personal que no surge automáticamente ante una petición de perdón. Ni aunque exista la intención de perdonar. Ni aunque se diga “te perdono”. Porque se puede querer perdonar y ser traicionado por el propio dolor al punto de no conseguirlo ni con el paso del tiempo ni el deseo de lograrlo. Perdonar es tan personal, que se puede hacer sin la presencia de disculpas al entender la limitada dimensión humana del autor del daño. Pero a más profundo dolor, más difícil es perdonar. Perdonar alivia el alma pero no significa olvidar.

Como “caras vemos; corazones, no sabemos”, pedir perdón por las víctimas de la dictadura militar sólo puede ser una verdadera señal de arrepentimiento si hay intención de ayudar a reparar en parte y posible, el daño ejecutado a las familias y a un país víctima de una desdibujada noción de ética política y social. Que un condenado por crímenes de lesa humanidad pida perdón, sólo puede ser considerado como un gesto honesto, si la petición es acompañada de la disposición a informar, aportar, ayudar en la investigación de millares de asesinatos, torturas y secuestros que aún no se esclarecen y de cuerpos que no encuentran. Por sobretodo, pedir perdón, no puede venir amarrado a la espera de algún beneficio. El que está realmente arrepentido, sabe que debe pagar por lo hecho.

Una cosa es perdón y otra, la Justicia. Esta última está para sentar precedentes generales, no personales. No se relaciona con las disculpas que puedan o no otorgar las víctimas. De lo contrario, las cárceles podrían abrirse y todas las condenas acortarse con las solas disculpas de quienes fueron agredidos. La Justicia está para definir los marcos en los que se moverá una comunidad hoy y mañana.

Sobre los condenados en Punta Peuco, decir que espero una verdadera señal de arrepentimiento. Una que dé clases a quienes siguen defendiendo lo indefendible, justificando los crímenes ejecutados contra miles de chilenos por razones políticas o económicas y en los peores casos, sintiéndose orgullosos de lo cometido, viviendo aún de los privilegios que la dictadura les dejó asegurados y que la concentración de poder les ayuda a mantener.

Tengo fe en que es posible querer sanar en vida el dolor de ser un victimario y que el dolor de esa culpa los impulse a querer pedir perdón. Sobre sus beneficios como condenados, aún no es momento de hablar de ello. Por lo demás, ya han vivido en un sistema carcelario lleno de privilegios.

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