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31 de Mayo de 2021

Nuestro problema con la educación parvularia

Existe extensa evidencia respecto a que los primeros años son determinantes para el desarrollo socioemocional y cognitivo de las personas. Sin embargo, en Chile -al interior del parlamento y de los hogares- pareciera que aún hacemos oído sordo y tomamos decisiones que no toman en cuenta la relevancia de los primeros años.

Por Rebeca Molina
Alrededor de 8 mil niños y niñas de pre- kínder y kínder abandonaron el sistema escolar este 2021. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Rebeca Molina

Rebeca Molina es Directora ejecutiva Fundación Presente

El ministro de Educación entregó recientemente una serie de propuestas para acelerar la aprobación del proyecto que hace operativo el kínder obligatorio. Esta discusión en nuestro país cumple ya más de 8 años, si contamos desde que el 2013 se aprobara con bombos y platillos la Reforma Constitucional que hace obligatorio el kínder en nuestro país.

El debate se avivó luego de que hace algunas semanas se publicaran las impactantes cifras de deserción en educación inicial. De acuerdo a ellas, alrededor de 8 mil niños y niñas de pre- kínder y kínder abandonaron el sistema escolar este 2021.

En parte, estos datos nos muestran el impacto que ha tenido la pandemia en los grupos familiares. En el contexto de clases remotas, las familias se han enfrentado a la disyuntiva de priorizar cuáles de sus hijos tendrán la oportunidad de mantenerse involucrados y activos en su escolaridad. Entran en la ecuación el acceso a dispositivos, la disponibilidad de tiempo y las energías de los adultos cuidadores. En general, los que quedan como última prioridad son los párvulos.

Sin embargo, ¿podemos responsabilizar solamente a la crisis sanitaria? Aparentemente, estas cifras nos enrostran un problema previo: la bajísima valoración que asignamos en nuestro país a la educación parvularia.

Existe extensa evidencia respecto a que los primeros años (de los 0 a 6 años de edad) son determinantes para el desarrollo socioemocional y cognitivo de las personas. El premio nobel de economía, James Heckman, incluso lo expresó en términos monetarios, señalando que cada dólar invertido en primera infancia tiene una rentabilidad siete veces mayor que el invertido en educación superior. Sin embargo, en Chile -al interior del parlamento y de los hogares- pareciera que aún hacemos oído sordo y tomamos decisiones que no toman en cuenta la relevancia de los primeros años.

Vemos, por ejemplo, que en los resultados de la encuesta Casen 2017, más de un 60% los apoderados que no tiene a sus hijos inscritos en pre- kínder o kínder declaró fundar su decisión en que “están bien cuidados en la casa” o porque “no son tan importantes esos años”.

Al mismo tiempo, un 66% de los estudiantes que sí están matriculados en Educación Parvularia suele perder al menos un mes de clases al año y presentar ausentismo crónico temprano (cifras de Fundación Oportunidad). La eterna discusión por el kínder obligatorio es otro botón de muestra. Y así suma y sigue.

Entonces, no nos escandalicemos cuando vemos que miles de niños salen del sistema. Podemos culpar al empedrado (la pandemia), pero pareciera que el problema es que aún no nos convencemos del valor de la educación parvularia.

Mientras antes empecemos, mejor. Comencemos por dar las señales coherentes con lo que nos muestra la investigación: despachemos pronto una buena ley de kínder obligatorio; avancemos en fortalecer la calidad de la educación parvularia y formemos a las familias respecto del impacto que ésta tiene en el desarrollo de sus hijos e hijas.

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