El deporte nació para unir. Para demostrar que la competencia puede ser noble, que el esfuerzo convive con el respeto. No es casual que los Juegos Olímpicos nacieran con una tregua: incluso en tiempos de conflicto, las sociedades entendieron que hay algo más grande que la guerra.
Por eso, cuando se llama a “funar” o cancelar un campeonato por la presencia de un equipo —en este caso, el de Israel—, no solo se apunta a un país: se hiere el sentido del deporte. Se cambia diálogo por exclusión, convivencia por veto. Eso no es justicia, es intolerancia.
Esto es exactamente lo que se ha intentado hacer en el marco del Campeonato Mundial de Ciclismo de Pista, con motivo de la participación de Mikhail Yakovlev, un joven deportista nacido en Rusia y nacionalizado israelí.
Sabemos que Chile valora la paz. Se nota en la forma de convivir y en la memoria con que cuidan su democracia. La paz no se impone, se construye con coraje y empatía. Por lo mismo, confío en que la mayoría no quiere importar a sus calles un odio que ya le ha hecho demasiado daño al mundo.
Nadie en Israel quiere que la guerra sea su identidad. Como todos, queremos vivir con seguridad, libertad y dignidad. Cuando nuestros deportistas compiten no traen ideología, traen el mismo sueño de cualquier atleta, es decir, cruzar la meta, honrar a su pueblo y celebrar la vida.
Entiendo el dolor que provocan las imágenes de Medio Oriente. Es legítimo. Pero convertir ese dolor en boicot no acerca la paz, la aleja. Israel ha sufrido y también ha cometido errores. Ningún país es perfecto. Lo que nos sostiene es la convicción de que el futuro no se construye sobre el odio. Quien rompe puentes, rompe la esperanza.
Mi mensaje no es diplomático, es humano. No al odio, venga de donde venga. A quienes vayan al Velódromo de Peñalolén, les pido algo simple, que disfruten la competencia, aplaudan al que gane, y alienten al que cae y vuelve a levantarse.
Si el deporte puede recordarnos que ningún niño —palestino o israelí— debe crecer con miedo, ya habrá valido la pena. El Mundial de Ciclismo es una fiesta de unidad, y como tal hay que cuidarlo. En tiempos ruidosos, elegir el respeto es el verdadero triunfo.