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Old and the City

La ciudad influye en la vivencia de vejez que se permite o no tener, nos dice nuestra columnista experta, quien se dedicó a sacar fotos de mujeres mayores en Santiago, NY y Barcelona.

En la columna pasada –Paremos con “la abuelita” ¡No más! (Aquí)- señalamos que las principales características de las mujeres mayores son la heterogeneidad y variabilidad. El resto de las imágenes o características que podamos atribuirles son un conjunto de estereotipos, prejuicios y discriminaciones sólo basadas en la edad.

A propósito de esa diversidad hice el ejercicio visual y me dediqué comparar a mujeres mayores en tres ciudades que me obsesionan: Santiago -donde nací y vivo actualmente-, Barcelona -donde residí dos años mientras realizaba mi magister en temas de envejecimiento y vejez- y Nueva York – metrópolis en la que estuve de vacaciones hace un par de meses-.

De hecho, en Manhattan recuerdo perfectamente a Andrés, mi amigo y compañero de viaje, diciendo: “Olita, mira!, ahí va otra mujer mayor”.

Mi interés en tomarles fotos, o simplemente observarlas, era sólo un ejercicio para notar la variabilidad entre ellas, y lo que las mujeres mayores de 60 años se permiten según su contexto, ciudad o país.

El contexto, en este caso la ciudad, influye en la vivencia de vejez que se permite o no tener. Por ejemplo, si una mujer de 70 años en Santiago -que de las tres ciudades es la más conservadora- se viste de cierta manera la pueden considerar “alolada” o “desubicada” o que “no acepta su edad”. Mientras que su símil en Nueva York -que básicamente usa lo quieren y nadie la mira (excepto yo, que andaba de ‘friki’ sacándoles fotos)- no generaría que los otros pensaran eso de ella sólo por su vestimenta.

Otra cosa que me llamó la atención en este ejercicio para Nueva York y Barcelona versus Santiago (que no es Chile, como bien se suele decir) es que en las calles de esas ciudades de Estados Unidos y España vi siempre muchísimas mujeres mayores caminando, paseando, comiendo, comprando y leyendo, a diferencia de nuestra capital, donde registro a más mujeres menores de 60 años en veredas y espacios públicos.

¿Será que Santiago es una ciudad menos amigable para que mujeres sobre los 60 años la transiten o habiten?

Así mismo, el tema de la soledad es probablemente lo que más ha llamado mi atención. Debo reconocer que la mayoría de las mujeres mayores de Nueva York y de Barcelona que observé estaban solas o paseando a sus mascotas, con sólo unas pocas acompañadas de amigas –otras mujeres mayores- y las menos por sus parejas o algún familiar. A diferencia de en Santiago, donde pocas veces veo mujeres mayores solas, ya que generalmente van con alguien de su familia o amistad. ¿Por qué pasará? ¿Será que en Santiago, si ellas están solas, suelen quedarse en sus espacios privados por no sentirse cómodas buscando compañía o habitando esta ciudad? ¿Será nuestra capital poco amable, poco inclusiva o con pocos espacios para mujeres mayores solas? ¿De qué va esto?

Solo he elegido mencionar estos ejemplos en cuando a la heterogeneidad y la variabilidad, existiendo muchos otros para entender nuevamente los efectos del contexto que se habita en los tipos de vejeces o vivencias de vejez posibles.

Queda claro nuestra deuda: un Santiago que se vuelva una ciudad menos juzgadora, más amigable y con más espacios de oportunidad para que nuestras muchas mujeres mayores, en toda su diversidad, la habiten libremente.

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Foto del Columnista Julio Sánchez Julio Sánchez